viernes, enero 08, 2010
Alzas de precios
"El precio de cualquier cosa es la cantidad de vida que cambias por ella". Henry David Thoreau
Los políticos mexicanos, que rara vez tienen la oportunidad de manejar una empresa productiva, nunca han entendido para qué sirven los precios.
Los precios son el principal instrumento regulador de una economía. Su libre operación equilibra oferta y demanda. Al subir, promueven aumentos en la producción; al bajar, la disminuyen. Nuestros políticos piensan, sin embargo, que los precios no son más que palancas para manipular a discreción. Quizá por ello han logrado mantener en la pobreza durante tanto tiempo a un país con el potencial económico de México.
La actual escalada de precios es consecuencia de las malas decisiones de nuestros políticos, desde la falta de reformas de fondo hasta los aumentos de impuestos. Los precios no son el villano: simplemente reflejan la realidad de una economía que pierde competitividad. Congelar los precios, como proponen, no ayudará más que a seguir empobreciendo a nuestro país.
Veamos los precios de los combustibles, congelados durante la mayor parte de 2009 por una decisión política del Presidente Calderón en vísperas de una elección que su partido de todas maneras perdió. El Acuerdo Nacional en Favor de la Economía Familiar y el Empleo de enero del 2009 fue impulsado, al parecer, con la idea de que el precio del petróleo crudo y la gasolina caerían en el mercado internacional y logró, efectivamente, cobrar más caro el combustible a los mexicanos que a los residentes de Estados Unidos en los primeros meses de 2009. Pero el precio del petróleo crudo subió 78 por ciento en el 2009 y el pacto se convirtió en una sangría insoportable para las finanzas públicas.
Subsidiar el precio de la gasolina equivale a quitarles dinero a los pobres para darlo a los ricos. Se sangra a una empresa, Pemex, propiedad de todos los mexicanos, incluso los más pobres, para beneficiar preponderantemente a una minoría rica que puede comprar automóviles.
El subsidio a los combustibles no sólo es injusto sino contaminante. De nada sirve que el Gobierno prometa combatir el cambio climático cuando el subsidio a la gasolina promueve la emisión de contaminantes. Por supuesto que el aumento a los combustibles eleva los precios generales, pero esto es un simple reconocimiento de una inflación reprimida.
Si bien el Presidente Calderón está tomando la decisión correcta al empezar a reducir el lesivo subsidio a la gasolina, el anuncio de la Procuraduría Federal del Consumidor de que multará con hasta 2 millones de pesos a quien se atreva a vender tortillas a un precio superior a 8.66 pesos por kilo es un ejemplo más de la incapacidad de nuestros políticos para entender cómo funcionan los precios. Las grandes cadenas de supermercados pueden vender la tortilla a un precio artificialmente bajo, ya que lo compensan con lo que ganan en otros productos; pero la Profeco está condenando a muerte a las pequeñas tortillerías.
En México no hay oficialmente controles de precios. Por eso la Profeco recurre a tácticas gangsteriles de intimidación contra las tortillerías para obligarlas a reducir o anular sus márgenes de ganancia. De mantener esta política, solamente los idiotas invertirán en tortillerías. Al final los consumidores pagarán el costo, por disminución en la calidad o en la disponibilidad del producto.
Controlar precios no es la forma de construir prosperidad. Al contrario, hay que promover la inversión y la producción con mayor libertad. Desafortunadamente, nuestros políticos no han entendido nunca cómo funcionan los precios.
www.sergiosarmiento.com
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Los resaltados son míos. Si queremos que este país mejore, que cambie para bien, primero debemos todos entender cómo funciona la economía. Nos quejamos de los altos impuestos, pero no queremos que disminuyan los subsidios en gasolina, gas y electricidad. El gobierno, en los 3 niveles y en los 3 poderes, esta muy obeso y han justificado ese tamaño y su alto costo, por décadas, con la tan mencionada "justicia social", con programas populistas, subsidios, control de precios, sectores protegidos, y un sin número de elefantes blancos.
Debemos exigirle al gobierno ser más esbelto, más eficiente, y sólo enfocarse a los temas de su competencia: seguridad jurídica y física, salud y educación. Impuestos enfocados al consumo, sin exenciones, y fomentando inversiones y generación de empleos. Precios libres, de mercado, sin subsidios generalizados que sólo benefician a los que más tienen, y a los políticos que se saludan con sombrero ajeno diciendo que es para ayudar a los pobres. Si así fuera, después de tantas decadas de gobiernos y medidas populistas ya no habría pobreza en México.