martes, agosto 04, 2009

 

Histórico

"El principio progresista es siempre enemigo del imperio de la costumbre".
John Stuart Mill


Cuando se anunció su gestación el país se dividió. La figura del lobo feroz que nos amenaza día y noche, ha estado muy bien representada por Estados Unidos. Ellos se quedaron con la mitad de nuestro territorio, nos han invadido decenas de veces, andan a la caza de nuestros recursos, todo ello es real pero ha sido manejado con una fuerte dosis de simplismo nacionalista que vende muy bien pero envenena.

La vecindad con la primera potencia económica del mundo, con ese nido de modernidad sin muchos parangones, con esa ciudadanía fuerte que nos puede dar muchas lecciones, también era real. En un mundo cambiante parecía un buen momento para revisar la relación.

La Unión Europea, el sureste asiático, la inserción de China al comercio internacional, las coordenadas mundiales cambiaban. La globalización galopaba. México debía montarse en ese ritmo. Al inicio de los años 90, para la Unión Europea, demasiado ocupada en sí misma, México no era algo prioritario. Además la cláusula democrática nos ponía en apuros.

En un vuelo memorable de Davos a México Carlos Salinas de Gortari tomó la decisión: voltear al norte, iniciar negociaciones. Las resistencias no tardaron en aflorar. La discusión se volvió bizarra y absurda. Las exportaciones de Estados Unidos nos avasallarían. México no tenía nada que hacer en esas ligas. La industria mexicana desaparecería y, por si fuera poco, los mexicanos perderíamos "la identidad" de tanto comer hamburguesas.

Del lado estadounidense también había una serie de reclamos. Los mexicanos, sucios y desordenados, aprovecharían el bajísimo costo de la mano de obra para herir de muerte a las empresas del imperio. La baja calidad de los productos se convertiría en una competencia desleal, en pocas palabras México invadiría a Estados Unidos por la puerta trasera y desquiciaría el orden imperante.

Se logró el acuerdo. Tres personas (Jaime Serra Puche, Herminio Blanco y Jaime Zabludovsky) entre otras, fueron las encargadas de la delicada misión. Por supuesto que hubo carencias y errores en un escenario de negociación muy complejo. El interés estadounidense por los hidrocarburos era una pieza que se negaba a salir. El lado mexicano pugnaba por una mayor apertura a la mano de obra. El expediente canadiense también tenía sus complicaciones. Se llegó hasta donde se pudo y por fin el 1o. de enero de 1994 entró en vigor el TLC de Norteamérica.

Han transcurrido casi 15 años y nos encontramos en el peor momento para hacer una evaluación optimista. La recesión del 2009 será recordada como la más grave en muchos años y la caída de la economía mexicana es brutal. Y sin embargo el balance no deja duda. El comercio se multiplicó por 20 y se rompió lo que parecía una fatalidad histórica: el déficit comercial con Estados Unidos. México vende como nunca antes a ese país y salimos ganando por mucho. Los flujos de inversión se incrementaron sensiblemente. No digo que no haya habido bajas de nuestro lado pero también hubo dolor de aquel lado. El ajuste obligaba. De los mitos para qué hablar: ni nos devoraron, ni perdimos "la identidad".

Pero quizá el factor más importante del TLC sea otro, me refiero a su efecto modernizador en la vida de los mexicanos. No hay para atrás. Las comparaciones de productos y precios pero también de formas de producir y de las relaciones laborales y humanas que están detrás se volvieron obligadas. El concepto de productividad penetró.

La competencia hoy es asunto de todos los días para decenas de millones de mexicanos. El centro de la discusión se desplazó, dejamos atrás la bonanza de empresas nacionales que pocos beneficios nos traían y el consumidor se convirtió en actor central. Las nuevas clases medias mexicanas amueblan sus casas y consumen de un menú de productos mucho más amplio, productos de mejor calidad y a mejor precio. Esos millones de consumidores jóvenes ni se imaginan lo que era una economía cerrada. Pero hay más.

El comercio ha sido el motor de la modernización de muchas sociedades, no somos la excepción. El TLC ha tenido un impacto en la forma de mirar la vida, incluidas la política y la cultura, es ya un hecho histórico. Los mexicanos de hoy, con los 70 millones de celulares y otras formas de comunicación, están más informados de lo que ocurre en el mundo y comparan.

La oferta de productos culturales se ha multiplicado. Las relaciones con Estados Unidos han dejado de tener un carácter casi pecaminoso. La idea de éxito se internacionalizó. Pensemos en la música o el cine. En derechos humanos o ecología nos sabemos observados y eso ha destruido los múltiples muros del miope nacionalismo mexicano. Los hábitos, las costumbres de muchos son hoy otras. Cambiamos. ¿Dónde estaríamos sin el TLC? Seguiríamos atrapados en nosotros mismos.

La cumbre de Guadalajara recuerda lo mucho que nos falta para llegar a una verdadera sociedad abierta.

Federico Reyes Heroles

 

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Yo sí recuerdo cómo era México antes del TLC. Sin opciones para los consumidores, productos de mala calidad y caros. Poco crecimiento, pocos empleos, y de mala calidad. Me tocó empezar a trabajar junto con el despegue del TLCAN y mi desarrollo profesional, mi crecimiento personal, ha sido impactado positivamente por el éxito del tratado. Como todo en la vida, no es perfecto, y tiene muchos cosas negativas. Pero el saldo para México ha sido positivo. Qué lástima que no supimos/quisimos, como nación, sacarle el máximo provecho durante los años en que estuvo en su apogeo. Esa estúpida mentalidad paternalista, populista, de mirar al exterior con recelo, nos ha hecho mucho daño. Otros pueblos nos han dejado muy atrás (Corea, Irlanda, España, Chile, Brasil, China, India) porque han sabido aprovechar las oportunidades y han tenido la inteligencia de aprender de las experiencias exitosas de otros, siendo pragmáticos, y sin dogmatismos ideológicos. ¿Lo haremos los mexicanos algún día?

 


Comments:
Hola Dany.

Así es, el TLCAN nos ha traído una serie de beneficios que en muchas ocasiones no son perceptibles a simple vista por la mayoría de los mexicanos.

Por lo menos en BC siempre habíamos estado conviviendo con nuestros vecinos del norte casi como si hubiera un TLC de por medio. Pero a partir de 1994 está situcación se extendió a gran parte del territorio mexicano.

Tu sabes cual es mi ideología Dany, pero pienso que si la mayoría de los mexicanos no pueden ver lo beneficioso que es el TLC para nuestra Nación, no es por que ellos sean ciegos, sino que es por la venda que el gobierno mexicano desde 1970 le puso a los mexicanos en los ojos.

Yo sé que el TLCAN entró en vigor en 1994, pero desde antes el gobierno cegó a muchos con decretos sobre inflación y tipo de cambio de divisas, engordamiento de la burocracia, ser complice al crear un magisterio en su mayoría incompetente, y la ejecución de programas sociales que, si bien le dan sonrisas a quienes se benefician de ellos, son totalmente inservibles.

Los programas sociales en México no están hechos para erradicar la pobreza, están diseñados para contenerla. Pues como dice Paco Calderón, que en México más que administrar la riqueza se administra la pobreza por lo rentable que le resulta a todos los partidos políticos.

Que mejor manera de ganar elecciones que hacer que la gente vote por quienes "tentativamente" los sacarán de la pobreza. Y esa es la historia de cada elección en México.

Mientras en México no haya un plan de distribución de riqueza más ambicioso que el de la pobreza, la mayoría de los mexicanos seguirán pensando que el TLCAN y cualquier proyecto de esa magnitud no es más que una tomadura de pelo.

Saludos Dany

PD: por cierto, enccontré una página que me recordó a AMLO, a sus seguidores y a muchos otros fanáticos de corte izquierdoide.
http://manualdelinsoportable.blogspot.com/2009/07/leccion-27-discutiendolo-todo.html
 
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