jueves, noviembre 30, 2006

 

Un Congreso sin legitimidad

A seis años del inicio del gobierno de Vicente Fox, en las horas finales de esta administración, la vergonzosa situación que se vive en el Congreso parece el digno epílogo de un desencuentro político en el que sobran responsables.

 

La doble toma de tribuna es bochornosa y dejará, una vez más, por los suelos, la imagen del Congreso. Resulta inexplicable que los legisladores hablen de "la casa de la nación" o de la "máxima tribuna del país", cuando se trata de un recinto que, en el mejor de los casos, han convertido en un palenque de pueblo, en el cual la racionalidad está ausente. Nada de lo que sucede hoy en el país resulta un impulso al autoritarismo más fuerte que el desempeño de nuestros legisladores. Y que nadie nos diga que esto sucede porque "ahora hay democracia".

 

Lo que tenemos es un círculo vicioso de falta de autoridad presidencial, de pérdida de la institucionalidad del Ejecutivo, que comenzó hace exactamente seis años, cuando el presidente Fox inició su discurso de toma de posesión saludando a sus hijos. Hubo situaciones anteriores: cuando se dio el show de la clasificación electoral del 88 y en 91 se consolidó con la oposición per se del Congreso al Ejecutivo desde el momento en que éste perdió la mayoría absoluta en una de las cámaras en 1997. Y desde entonces lo que hemos visto es sólo el deterioro constante e irreversible.

 

Nuestro Congreso ha dejado hace ya tiempo de ser funcional: nada permite explicar que tengamos 500 diputados ni 128 senadores, es decir, un Congreso más numeroso y, en muchos sentidos, más caro que el estadunidense, cuando esa nación tiene tres veces más habitantes que México. Nada permite explicar que el fuero se utilice como una patente de corso y los legisladores puedan cometer cualquier delito, desde asaltar la tribuna y tomar actitudes golpistas hasta transitar borrachos por las calles, con total impunidad. Nada permite explicar por qué los grupos parlamentarios se aumentan sus partidas año con año y no rinden cuentas sobre en qué se gastan esos recursos. Nada permite explicar que haya acumuladas en comisiones cuatro mil iniciativas sin dictaminar, cuando los congresistas convierten, durante días enteros, a San Lázaro, en un circo donde se hace de todo menos legislar.

 

Además, nada permite explicar que en estos años se haya consentido que en el Congreso pasara de todo, con la coartada de que "así es la democracia". Hemos visto en San Lázaro a manifestantes a caballo que incendiaron las puertas de la sala de sesiones y no pasó nada, ni uno de ellos fue siquiera encausado por esos y otros delitos. Los legisladores generan pena ajena, pero el gobierno federal, durante seis años, decidió que era mejor dejar hacer y dejar pasar que ejercer algún acto de autoridad, dentro y fuera de la Cámara. ¿De qué nos asombramos ahora?

 

En realidad nos asombramos de que no exista límite ni siquiera el impuesto por el sentido común que debería prevalecer en la política. Y en ello debemos ser también justos: la actitud de los legisladores del PAN en este hecho es condenable, pero la de los perredistas a lo largo de todo este proceso, inadmisible. Lisa y llanamente hubiera sido lo mismo si los panistas no se adelantan ayer a tomar la tribuna, la verdad es que el PRD estaba decidido a hacerlo desde el miércoles y los hechos se catalizaron cuando el presidente de la Mesa Directiva, Jorge Zermeño, anunció que no habría sesión el miércoles ni el jueves, y entonces prepararon el asalto. En eso estaban cuando se les adelantaron los panistas. Pero el tema no es ése, sino la decisión lopezobradorista de impedir, a como dé lugar, la toma de posesión de Felipe Calderón. La suya es una política golpista, de desestabilización, de la que participan cada vez más alegremente los grupos armados y los del crimen organizado, dos aliados que el lopezobradorismo debe comprender que son indeseables y altamente perjudiciales para su causa. Pero no parece importarle, aunque ello desestabilice a sus gobernantes, desde Michoacán y Guerrero hasta el Distrito Federal.

 

En particular, en estos seis años el Congreso no ha querido y el Ejecutivo no ha podido (ni sabido) encauzar la política hacia una lógica democrática. La única apuesta, en esa lógica, termina siendo, simplemente, el poder por el poder. Nada hace prever que las cosas realmente mejoren para el primero de diciembre. Ojalá así suceda pero, en todo caso, lo que hay que asumir, lo que hay que comprender, es que lo importante, como incluso lo dijo Manlio Fabio Beltrones en la reunión que tuvieron los senadores del PRI con Felipe Calderón, sucederá el dos de diciembre y durante los siguientes seis años. En todo caso, mientras el Congreso decide autorreformarse o terminar de hundirse, habrá que gobernar cada vez más con los gobernadores y con distintos grupos de poder y esperar que el Congreso, por sí solo, decida volver a ser el Poder Legislativo de la nación. Hoy es un mal palenque de pueblo.

 

Por: Jorge Fernández Menéndez
Publicado en: Periódico Excelsior Fecha: Jueves, 30 de Noviembre de 2006
 


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