domingo, octubre 15, 2006
La lucha de hoy en el edén; las dos caras de un mismo PRI
Ante la anulación electoral, AMLO sería el nuevo candidato
E n Tabasco ronda una pregunta que inquieta a no pocos de quienes hoy acudirán a las urnas para votar a su próximo gobernante, al Congreso y alcaldes. ¿A quién creerle?, parece la interrogante. Si nos atenemos a las encuestas, el voto mayoritario favorecería al priísta Andrés Granier, sobre el perredista César Raúl Ojeada Zubieta. Eso según los sondeos de opinión.
Pero en Tabasco darle crédito a las encuestas es lo más parecido a un "volado", ya que por tradición el electorado de esa región del trópico húmedo mexicano suele esconder su voto. Más aún, se podría decir que el asunto se complica al extremo de suponer, hoy domingo, que no hay nada para nadie. Claro, si se toma en cuenta que -como se ha visto en la reciente etapa de proselitismo-, asistimos a una virtual guerra civil política. Es decir, estamos frente a una guerra electoral entre hermanos; salidos los dos de la misma casa familiar y partidista, el viejo PRI; educados ambos en la misma escuela, la del fraude y el uso del dinero público con fines político-electorales, y que en los dos casos se trata de líderes y políticos que han dado abundantes muestras de ser fervientes practicantes de la cultura antidemocrática y la trampa.
Eso complica aún más la decisión de los electores tabasqueños, profundos conocedores del dudoso arte de la marrullería electoral y de los conflictos postelectorales. En realidad lo que hoy veremos en Tabasco no es sólo la elección para renovar a los poderes locales, sino un capítulo más de la peligrosa descomposición de una clase política enferma de poder, en donde han desaparecido las ideologías, los valores y principios doctrinarios -si es que alguna vez existieron-, para transitar hacia una despiadada lucha de y por el poder, con las armas heredadas del viejo partido, el PRI, cultura que anida lo mismo en Andrés Granier y Cesar Raúl Ojeda, que detrás del gobernador Manuel Andrade y del ex candidato Andrés Manuel López Obrador.
Falso dilema
Es falso que en Tabasco los electores que hoy acudirán a las urnas dispongan de dos alternativas reales de poder, de gobierno y de partido. Está claro que en las boletas se enfrentan el PRI y el PRD -siglas del viejo partido de Estado y de la nueva formación partidista que reclama la paternidad de la izquierda-, pero en la realidad los respectivos candidatos que se escudan bajo esas siglas no representan más que la fractura de un mismo grupo; a los poderosos intereses políticos y económicos locales y, sobre todo, ejemplifican el trasplante en Tabasco de la furiosa lucha postelectoral del pasado 2 de julio.
Es mentira que en Tabasco el candidato César Raúl Ojeda represente a la izquierda mexicana, siquiera a la izquierda del PRD. En realidad es el abanderado de los intereses personalísimos de su aliado temporal, Andrés Manuel López Obrador, el caudillo que en Tabasco intenta no sólo cobrar venganza de los supuestos agravios de su periplo presidencial del 2 de julio, sino mantener vigente el cordón umbilical de su movimiento político y social con el dinero público. ¿Por qué el "legítimo" se volcó a Tabasco luego de la derrota electoral del 2 de julio?. Porque requiere del oxígeno político de un triunfo, porque dio dos pasos atrás para relanzar su protesta desde su terruño, porque el candidato que impuso contra el perredismo local, César Raúl Ojeda, era el peor candidato, y porque pretende convertir a Tabasco en la "caja chica" para su activismo. Motivos suficientes para hacer todo lo que sea necesario para ganar.
Es una falacia que Andrés Granier sea el fenómeno social, político y mediático que se nos quiere vender. En efecto, es un buen candidato, capaz de hacer química con los electores, pero también es cierto que se trata del candidato del gobernador Manuel Andrade, quien lo construyó con todo el apoyo político, mediático y económico de que es capaz un virrey estatal, al más puro estilo del viejo PRI. Andrade resultó tanto o más habilidoso que su padre político, Roberto Madrazo, a quien en los hechos expulsó del estado para romper con el feudo madracista de por lo menos dos décadas. A su vez, ese PRI tabasqueño de Madrazo había derrotado en dos ocasiones a López Obrador. Hoy Manuel Andrade se ha propuesto derrotar también al ex jefe de Gobierno. Una lucha de poder, pero también de egos robustos.
Es falso que sólo el gobierno de Manuel Andrade haya preparado una elección de estado en Tabasco. Sí, todo indica que con la habilidad que le dio el doble triunfo sobre su otrota compañero de partido, el empresario César Raúl Ojeda, el gobernador Andrade preparó una cuidadosa elección de Estado. Y lo hizo así porque no estaba dispuesto a dejar en manos de Ojeda la administración local -sobre todo ante la hipótesis de que el 2 de julio AMLO se convirtiera en presidente-, lo que habría significado no sólo un auténtico suicidio político, sino la compra de un pasaporte a la cárcel. Pero ahora Andrade parece engallado, con mayor razón -si AMLO ya no fue presidente-, hará todo para impedir que la mano de López Obrador sea la mano que maneje los destinos de Tabasco.
Es mentira que se trate de una contienda entre buenos y malos -en donde supuestamente los buenos son los del PRD y los malos son del PRI-, porque luego del 2 de julio, una vez que AMLO fue derrotado, el "legítimo" centró su estrategia en recuperar "de lo perdido lo que aparezca". A partir de entonces orquestó una grosera modalidad de elección de Estado en Tabasco. En lo que no era más que una de las muchas elecciones estatales, se implantó una "elección federal". ¿Por qué? Porque más que César Raúl Ojeda, el "legítimo" se asumió como el verdadero candidato en Tabasco, volcó todo el peso político y mediático de su liderazgo -portando la ridícula pirata banda presidencial-, y con todo el dinero necesario -salido del Gobierno del Distrito Federal, del PRD, de otros gobiernos estatales, de las cámaras de diputados y senadores, de la Asamblea Legislativa y de las jefaturas delegaciones-, se empeñó en evitar una nueva derrota, no sólo en Tabasco, sino de sus ambiciones de poder.
En las semanas previas a la elección, pero sobre todo hoy, veremos en Tabasco una peculiar lucha político electoral entre las dos caras de un mismo PRI, en donde los estrategas de ambos bandos, Manuel Andrade y Andrés Manuel López Obrador, desplegarán las mejores estratagemas de que son capaces; una colección de las peores prácticas del viejo PRI de la antidemocracia, el acarreo, la compra de votos, el corporativismo, la compra de conciencias y, en el extremo, la demolición de la elección. Hoy los tabasqueños serán testigos de una lucha de poder entre dos titanes, dos líderes capaces de todo por el poder. Una guerra en la que todo se vale, incluso destruir la credibilidad de las instituciones. Al final estaremos frente a un falso dilema; si no gano -dirían los dos-, no gana nadie. En Tabasco se podrá presenciar el nivel alcanzado por una envilecida clase política mexicana, capaz de todo, por el poder. El poder por el poder.
AMLO, candidato a Tabasco
¿A quién creerle?, sigue siendo la pregunta. ¿Será posible creerle al PRI de Manuel Andrade?, cuyo gobierno presenta en los medios a un puñado de perredistas, confesos de ser presuntos agitadores a sueldo, enviados al edén por el PRD para reventar la elección de hoy domingo. ¿Es posible creerle al PRD de Andrés Manuel López Obrador?, que reconoce que los detenidos son de los suyos, pero que argumenta que sus leales fueron torturados para confesar que son enviados a reventar la elección. Alguno de los dos miente, pero los dos son capaces de lo que se acusan de manera mutua. En todo caso podremos concluir que las dos versiones tienen una buena dosis de verdad.
Que el PRD, como lo dijimos aquí hace casi dos meses, no estaría dispuesto a una derrota en Tabasco, y que para impedir ese nuevo revés, estaría dispuesto a todo. Y todo es todo, incluso reventar la elección. Esa hipótesis -salida de la mirada acuciosa del los acontecimientos, más que de un pase adivinatorio-, parece haberse cumplido. Todo el PRD, todos sus recursos políticos, económicos, y de sus aliados en medios, todos sus gobiernos, todos sus representantes populares, se volcaron hacia Tabasco. El edén se convirtió en la prioridad lopezobradorista, como si todos los perredistas quisieran pagar una deuda de lealtad al caudillo. Pero también todos sabían que era poco probable el triunfo. Por eso todos afilaron sus viejas armas, su cultura del pasado, y convirtieron la de Tabasco en una copia grosera de la guerra de spots negativos, de corporativismo, de compra de votos y conciencias. ¿De qué se quejan ahora?
En todo caso, si pierde el candidato Ojeda, no tendrá cara para reclamar fraude, porque habría hecho lo mismo que su amigo de mocedades y de partido, Andrés Granier. Pero tampoco El Químico -como motejan sus paisanos a Granier, porque es de profesión ingeniero químico-, podrá reclamar nada. Acaso inequidad política, porque en efecto, el peso de un candidato presidencial como AMLO, fue lanzado en su contra, un modesto ex alcalde que quiso ser gobernador. Pero ese es el nivel de la guerra en Tabasco. Esa es la cultura política de los tabasqueños. Y el que se lleva, como dicen ellos, se aguanta.
Pero en la actual crisis político electoral que se vive en Tabasco -crisis que anida antes de la elección-, existen otros dardos envenenados, lo que algunos priístas y perredistas locales ya identifican como el verdadero "huevo de la serpiente". ¿A qué se refieren? A una hipótesis nada desdeñable y en el papel muestra una profunda perversión política. Estamos hablando del supuesto de que los operadores del PRD llevados a Tabasco a reventar la elección hagan bien su trabajo -y de leer estas líneas ya estén en lo suyo-, y también en el supuesto que los antídotos del PRI no sean capaces de vacunar la estrategia del PRD, entonces estaríamos frente a la posibilidad real de que las elecciones de hoy domingo sean anuladas.
Vamos a suponer que en medio de un formidable escándalo mediático -que tendría a AMLO por meses en los reflectores mediáticos-, las elecciones para renovar la gubernatura de Tabasco sean anuladas, y que las instancias electorales ordenen un nuevo proceso. En ese supuesto, los partidos políticos en contienda tendrían la posibilidad de cambiar a su candidato. Y en esa lógica es fácil adivinar quién sería el candidato del PRD para el gobierno de Tabasco. En efecto, sería Andrés Manuel López Obrador, no el mal candidato César Raúl Ojeda. ¿Y qué ocurriría frente a esa posibilidad? Que AMLO estaría de nueva cuenta como el hombre de los medios, en su guerra personal no sólo contra el PRI de Tabasco, sino contra el gobierno de Calderón. Tendría, por supuesto, todos los recursos económicos para su candidatura y se mantendría en el candelero.
Esa descabellada hipótesis la reconocen, como ya dijimos, lo mismo perredistas que priístas y hasta panistas. La idea, frente a la muy probable derrota de César Raúl Ojeda, sería reventar la elección, mediante un escándalo mayúsculo, hasta forzar a que debido a las irregularidades las instancias electorales declaren anulada la elección. Lo demás sería lo de menos. Por eso es imposible dejar de lado las acusaciones mutuas que los equipos del PRI y del PRD cruzan antes, durante y cruzarán después de la elección de hoy, en donde todo puede pasar, incluso que se den los escenarios para anular las elecciones. Es el tamaño del juego por el poder, en donde lo que menos interesa son los electores.
El factor Oaxaca
En la misma hipótesis no debe descartarse el factor Oaxaca; crisis de poder que ya alcanzó a la elección de Tabasco y que sumada a la anterior, podría empalmarse a una nada descartable crisis prevista para el 1 de diciembre próximo, fecha en la que deberá tomar posesión como nuevo presidente, Felipe Calderón. Es fácil imaginar una crisis política múltiple -sumadas la de Oaxaca, la de Tabasco, más la que se puede crear si el Tribunal Electoral no le da el triunfo al neoperredista de Chiapas, Juan Sabines-, frente a la toma de posesión de Felipe Calderón. Y si se amalgama todo eso con la beligerancia de Andrés Manuel López Obrador, convertido en jefe real de ese movimiento de protesta, empeñado en reventar el gobierno de Felipe Calderón, estaríamos frente a un escándalo de proporciones mayores.
El conflicto sería mayúsculo, de muy difícil solución, pero en realidad sería un conflicto de cultura política -porque sería la muestra de que un sector social no está dispuesto a transitar por la democracia electoral formal, salvo cuando gana-, más que una verdadera crisis institucional. Y es que en el fondo, en Oaxaca, en Tabasco, en Chiapas y en general en la protesta postelectoral del 2 de julio, lo que hemos visto es la incapacidad de un puñado de políticos de la llamada izquierda, de reconocer las reglas básicas de la democracia. Por lo pronto AMLO ya salió de Tabasco, pero allá dicen que "dejó chillando a la serpiente". Al tiempo.
En el camino
Dicen los que saben que el fugado líder minero Napoleón Gómez Urrutia habría involucrado a uno de sus socios, Alonso Ancira -de Altos Hornos de México-, en negocios nada claros. Y la autoridad ya está detrás de esas pistas.
Ricardo Alemán, El Universal, 15 de octubre 2006
aleman2@prodigy.net.mx