lunes, septiembre 25, 2006
La izquierda que extraña Carlos Slim
Quien conozca a Carlos Slim sabe que no es un teórico sofisticado. Es más bien un hombre práctico y pragmático.
Desde hace 4 ó 5 años, cuando López Obrador ya no era bien visto por muchos empresarios, Slim no le hizo el feo y encabezó proyectos de inversión inmobiliaria en el centro de la Ciudad de México.
El controversial empresario mexicano, catalogado en el número tres de los hombres más ricos del mundo por la revista Forbes, tenía un punto de identificación con las propuestas de López Obrador.
Slim se convirtió desde hace años en un crítico de las políticas económicas, que no propiciaron el desarrollo de un mercado interno robusto. También fue -sobre todo en privado- sumamente cáustico con el rescate bancario y los privilegios que los nuevos banqueros tuvieron luego de la crisis de 1995.
En ese entonces, AMLO, como Jefe de Gobierno del Distrito Federal, gustaba de ostentar la buena relación que guardaba con el empresario.
El ahora presidente honorario de Telmex acarició la idea de que pudiera llegar al Gobierno una izquierda moderna y moderada en cuanto a su orientación a las políticas liberales, que tuviera como visión el desarrollo del mercado interno así como la consolidación de los grupos empresariales nacionales que le hicieran frente a la ofensiva de las empresas extranjeras.
Como gobernante de la Ciudad, AMLO no sólo cultivó la buena relación con Slim sino también con otros empresarios, especialmente con inversionistas inmobiliarios, sobre todo de la comunidad judía de México, que pudieron desarrollar muy buenos negocios en la capital. Pregunten a Reichman.
Sin embargo, específicamente con Slim, la distancia se empezó a hacer manifiesta sobre todo cuando arrancó la campaña y claramente después del 2 de julio.
La negativa a suscribir el Pacto de Chapultepec marcó claramente esa distancia.
El discurso que pronunció Slim la semana pasada, en la reunión organizada por Forbes, puso de manifiesto su inconformidad con la visión de quien fue su aliado en algún momento.
La izquierda que surgió de las elecciones se ha convertido en una corriente política radicalizada que ya no es el contrapeso adecuado a la visión liberal predominante en el Gobierno, el actual y el próximo.
La izquierda promotora de las grandes obras de infraestructura, interesada en la educación y en la promoción de las empresas nacionales, pareciera estar quedando como una reminiscencia.
Quizás por ello, personajes como el Presidente de Perú, Alan García (con sus posiciones actuales), son el ejemplo de la izquierda que le hubiera gustado ver gobernando México.
Ya nadie pensaba que AMLO tuviera el respaldo de Slim a estas alturas, pero fue muy significativo el hecho de que le haya criticado de manera muy clara y directa como lo hizo.
Aunque las operaciones de Telmex y otras de sus empresas son cada vez más internacionales, el motor del crecimiento sigue radicado principalmente en México.
Es tema de controversia la posición de privilegio que tiene Telmex en nuestro País, lo que le ha permitido obtener rentas que le han financiado adquisiciones en América Latina, pero el hecho innegable es que ha convertido esas rentas en activos que le darán ingresos en el futuro.
Otros han tenido esas rentas en otros sectores y se han sentado en ellas. En ese sentido, la crítica que le hizo a la izquierda es para que las personas inteligentes del PRD la analicen.
Conforme pasan las semanas se aprecia mejor el dilema que tiene la izquierda en México y los planteamientos de Slim apuntan a ese desafío.
Una posibilidad es que el PRD vuelva a formular las propuestas y los programas que le trajeron el respaldo de personajes como Slim.
La otra opción es que los "Panchos Villas" y compañía se conviertan en el prototipo del perredista y con ello ahuyenten a los que quisieran una corriente política con la mirada puesta en el siglo XXI y no en el siglo XIX, cuestión de ubicación.
Los políticos del PRD y los muchos advenedizos que se adhirieron a AMLO con la esperanza de alcanzar el poder tienen la palabra. Una opción es regresar a la izquierda a su votación histórica del 17 al 18 por ciento y allí dejarla o consolidar una corriente que responda a los desafíos del presente y sea una fuerza con posibilidades de ganar cada elección en la que compita.
Quizás lo que Slim olvidó en su crítica a la izquierda radical fue el "encanto de perder", que por décadas le dio identidad a los militantes socialistas y comunistas, que se encontraban el sentido de su vida en ser marginados, mártires o presos, y que nada temían tanto como ganar.
¿Serán de nuevo el prototipo a seguir?
Enrique Quintana, El Norte
enrique.quintana@reforma.com
Desde hace 4 ó 5 años, cuando López Obrador ya no era bien visto por muchos empresarios, Slim no le hizo el feo y encabezó proyectos de inversión inmobiliaria en el centro de la Ciudad de México.
El controversial empresario mexicano, catalogado en el número tres de los hombres más ricos del mundo por la revista Forbes, tenía un punto de identificación con las propuestas de López Obrador.
Slim se convirtió desde hace años en un crítico de las políticas económicas, que no propiciaron el desarrollo de un mercado interno robusto. También fue -sobre todo en privado- sumamente cáustico con el rescate bancario y los privilegios que los nuevos banqueros tuvieron luego de la crisis de 1995.
En ese entonces, AMLO, como Jefe de Gobierno del Distrito Federal, gustaba de ostentar la buena relación que guardaba con el empresario.
El ahora presidente honorario de Telmex acarició la idea de que pudiera llegar al Gobierno una izquierda moderna y moderada en cuanto a su orientación a las políticas liberales, que tuviera como visión el desarrollo del mercado interno así como la consolidación de los grupos empresariales nacionales que le hicieran frente a la ofensiva de las empresas extranjeras.
Como gobernante de la Ciudad, AMLO no sólo cultivó la buena relación con Slim sino también con otros empresarios, especialmente con inversionistas inmobiliarios, sobre todo de la comunidad judía de México, que pudieron desarrollar muy buenos negocios en la capital. Pregunten a Reichman.
Sin embargo, específicamente con Slim, la distancia se empezó a hacer manifiesta sobre todo cuando arrancó la campaña y claramente después del 2 de julio.
La negativa a suscribir el Pacto de Chapultepec marcó claramente esa distancia.
El discurso que pronunció Slim la semana pasada, en la reunión organizada por Forbes, puso de manifiesto su inconformidad con la visión de quien fue su aliado en algún momento.
La izquierda que surgió de las elecciones se ha convertido en una corriente política radicalizada que ya no es el contrapeso adecuado a la visión liberal predominante en el Gobierno, el actual y el próximo.
La izquierda promotora de las grandes obras de infraestructura, interesada en la educación y en la promoción de las empresas nacionales, pareciera estar quedando como una reminiscencia.
Quizás por ello, personajes como el Presidente de Perú, Alan García (con sus posiciones actuales), son el ejemplo de la izquierda que le hubiera gustado ver gobernando México.
Ya nadie pensaba que AMLO tuviera el respaldo de Slim a estas alturas, pero fue muy significativo el hecho de que le haya criticado de manera muy clara y directa como lo hizo.
Aunque las operaciones de Telmex y otras de sus empresas son cada vez más internacionales, el motor del crecimiento sigue radicado principalmente en México.
Es tema de controversia la posición de privilegio que tiene Telmex en nuestro País, lo que le ha permitido obtener rentas que le han financiado adquisiciones en América Latina, pero el hecho innegable es que ha convertido esas rentas en activos que le darán ingresos en el futuro.
Otros han tenido esas rentas en otros sectores y se han sentado en ellas. En ese sentido, la crítica que le hizo a la izquierda es para que las personas inteligentes del PRD la analicen.
Conforme pasan las semanas se aprecia mejor el dilema que tiene la izquierda en México y los planteamientos de Slim apuntan a ese desafío.
Una posibilidad es que el PRD vuelva a formular las propuestas y los programas que le trajeron el respaldo de personajes como Slim.
La otra opción es que los "Panchos Villas" y compañía se conviertan en el prototipo del perredista y con ello ahuyenten a los que quisieran una corriente política con la mirada puesta en el siglo XXI y no en el siglo XIX, cuestión de ubicación.
Los políticos del PRD y los muchos advenedizos que se adhirieron a AMLO con la esperanza de alcanzar el poder tienen la palabra. Una opción es regresar a la izquierda a su votación histórica del 17 al 18 por ciento y allí dejarla o consolidar una corriente que responda a los desafíos del presente y sea una fuerza con posibilidades de ganar cada elección en la que compita.
Quizás lo que Slim olvidó en su crítica a la izquierda radical fue el "encanto de perder", que por décadas le dio identidad a los militantes socialistas y comunistas, que se encontraban el sentido de su vida en ser marginados, mártires o presos, y que nada temían tanto como ganar.
¿Serán de nuevo el prototipo a seguir?
Enrique Quintana, El Norte
enrique.quintana@reforma.com