lunes, agosto 21, 2006

 

La purificación del PRD

"El lugar más caliente del infierno está reservado para aquellos que, en tiempos de crisis, lograron permanecer ecuánimes." Dante Alighieri, el poeta medieval italiano, reservó los peores tormentos del fuego eterno para quienes mantuvieron una serena neutralidad ante un momento histórico que exigía definiciones claras.

El peor saldo del conflicto postelectoral mexicano es que manifestar lealtad a las instituciones democráticas inmediatamente te pinta de azul. Si crees que el IFE hizo bien su trabajo, los seguidores de AMLO te miran como miembro del Yunque y de la logia de la Vela Perpetua. Hoy tomar partido por nuestro régimen democrático equivale a pedir credencial de afiliación del PAN. Cuando un grupo de intelectuales firmó un desplegado en la prensa donde sostenían que no había evidencias sólidas de fraude en los comicios, súbitamente quedaron catalogados como "escritores de derecha". Refutar la hipótesis del fraude electoral se interpretó como la definición de una postura ideológica.

Para que no te pinten de hijo de Manuel Espino, la mezcla políticamente correcta es criticar al Peje por sus dichos y hechos, pero balancear tus juicios con unos dardos para su némesis panista: "AMLO ha dicho y hecho muchas cosas feas, pero Felipe Calderón es un provocador cuando llama al Peje 'ex-candidato' o cuando habla de los 'pacíficos y los violentos'." Es una torpeza mayúscula decirle "violentos" al 35 por ciento de los votantes, pero hay una diferencia abismal entre una declaración estúpida y el bloqueo de Avenida Reforma. Poner los errores de ambos personajes en la misma categoría es una desmesura. En el afán por hacer un "análisis equilibrado" se da el mismo peso a un adjetivo desafortunado que a la perturbación en la vida de millones de habitantes del DF. En el nombre de la objetividad se escuchan muchas barbaridades.

En su discurso, el Peje mete en la misma trinchera a Felipe Calderón, al IFE, al Tribunal Electoral y a quien ose discrepar con él. La narrativa de López Obrador no es de un político profesional que compita por un cargo público, es de un Quijote que se enfrenta a una conspiración de molinos de viento. Las torres con aspas gigantes son el orden institucional que busca purificar. En los ritos religiosos, hay dos elementos de la naturaleza que sirven como agente purificador: el agua y el fuego. ¿Será con un líquido bendito o con un incendio, como AMLO busca desinfectar a la República?

En este proceso de fumigación institucional, el Peje ya purificó a una organización con presencia nacional: el PRD. En las últimas semanas, el partido del sol azteca quedó purificado de cualquier señal de sensatez y moderación. La institución que fundaron Heberto Castillo y Cuauhtémoc Cárdenas tiene hoy como vocero a Gerardo Fernández Noroña. El partido donde milita Amalia García presenta como mártir de la represión a Dolores Padierna. La fuerza política que pagó con sangre la construcción de nuestras instituciones democráticas apuesta todo para deslegitimarlas. Según esta lectura, los 586 perredistas asesinados durante el sexenio de Carlos Salinas murieron en vano.

El último círculo del infierno perredista está reservado para los autocríticos y los moderados. La purificación del sol azteca requiere del sacrificio o la inmolación de algún político equilibrado. Alejandro Encinas pasó de ser un exitoso jefe de Gobierno (y uno de los políticos más sensatos del país), al patiño de su antiguo jefe. La carrera política de Encinas es uno de los sacrificios necesarios dentro de este proceso de desinfección.

Marcelo Ebrard, el líder más avanzado del neo-perredismo, también ofrece su futuro profesional a la pila sacrificial. Las fotos de Ebrard y su esposa en el plantón de Reforma seguro servirán de municiones para la campaña presidencial del 2012. En ese año tan lejano, el PRI y el PAN se encargarán de recordarnos que Ebrard pasó su luna de miel en una carpa del Zócalo.

A pesar de todos los desmanes recientes, creo y espero que López Obrador no será un peligro para México, pero estoy seguro de que es una amenaza inminente para el futuro de la izquierda nacional.

Juan E. Pardinas, El Norte

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