domingo, septiembre 03, 2023

 

Trampa de la desigualdad

Combatir la desigualdad es una retórica fabulosa de los políticos para describir las injusticias, pero cuando se buscan los verdaderos culpables de la desigualdad, los Gobiernos suelen simplificarlo todo. Piensan que con programas de dispersión de recursos que le quitan a una parte de la sociedad para dárselos a otra, basta y es suficiente.

 

La lucha por mejorar la igualdad debe partir de la realidad de que somos desiguales por naturaleza. Y debemos aspirar a darles a todos la oportunidad para iniciar su desarrollo en un piso parejo y que su crecimiento dependa del esfuerzo y mérito individual y de comunidad que seamos capaces de fomentar.

 

En nuestras diferencias la correspondencia hace que todos busquemos mejorar; incluso la desigualdad impulsa el trabajo en equipo, en donde se hace necesario que muchas habilidades diferentes alcancen un mismo objetivo. En igualdad, no hay estímulo para sobresalir, para mejorar, para innovar; en igualdad, no hay necesidad de trabajar en equipo. Una sociedad igualitaria en este sentido se estanca, no crece.

 

Las luchas por combatir la desigualdad se enfrentan a un gran problema. No hay soluciones mágicas, todas las sociedades que han mejorado las oportunidades de la base de la sociedad lo han hecho mejorando la nutrición, educación y el empleo de sus países de manera continua y sin interrupciones.

 

Siguiendo los últimos datos de la Encuesta de Ingreso Gasto del INEGI y los del Coneval, hay cosas que debemos reconocer en cuanto a la pobreza y la desigualdad.

 

Disminuyó la desigualdad un 3 por ciento de 2020 al 2022. Pero ya había bajado más de 5 por ciento de 2016 al 2018 y sin transferencias monetarias a lo loco.

 

También la población en pobreza se redujo en 5.1 millones en 4 años. Pasó de 51.9 millones de mexicanos en 2018 a 46.8 millones en 2022. Sin embargo, también reconozcamos que de 2018 al 2020 la pobreza subió en 3.8 millones de personas.

 

Cuando profundizamos sobre las causas de esta disminución encontramos sorpresas. La pobreza disminuyó fundamentalmente por el aumento del ingreso promedio de los mexicanos. De ese ingreso y de acuerdo con el Coneval, el responsable en un 75 por ciento fue el salario pagado y el 25 por ciento fueron transferencias del Gobierno y remesas.

 

Por ello la disminución reciente de la pobreza se debe ante todo al salario que pagan las empresas, no a las transferencias que regala el Gobierno de nuestros impuestos o las remesas que se regalan los mexicanos entre sí por no poder vivir en el País.

 

Ojalá pronto nos demos cuenta de que la única forma sostenible de bajar la pobreza y disminuir la desigualdad es con más crecimiento, más empleo y más empresas. Empleos que no llegarán si la capacidad educativa no es la deseada ni la mejor.

 

Por más que quieran atraer inversiones extranjeras o estimular las nacionales, se necesita tener capital humano preparado para ello, en primer término. Con el rezago educativo de casi 3 años en educación básica y los poco útiles y serios libros de texto que hoy el Gobierno quiere imponer, el panorama no luce alentador.

 

Hay dos hallazgos más preocupantes en los informes del Coneval. Parece ser que la edad y los estudios obtenidos sí tienen un impacto en el ingreso, pero al revés de lo que uno esperaría.

 

Resulta que de 2018 al 2022, el ingreso de los jóvenes de 12 a 19 años subió 21 por ciento. Mientras que, paradójicamente, y a pesar de las pensiones de adultos mayores, los mexicanos de 60 años y más perdieron un 13 por ciento de sus ingresos en estos 4 años.

 

Por nivel de escolaridad, el ingreso de los mexicanos que apenas tienen primaria subió un gigantesco 35 por ciento en 4 años, descontando inflación, pero los mexicanos con educación profesional perdieron 14 por ciento de ingreso de 2018 al 2022. Más grave, los mexicanos con posgrado perdieron 34 por ciento de su ingreso.

 

Sin crecimiento en la economía los esfuerzos por bajar la desigualdad solo harán más grave esta trampa de la desigualdad.

 

Vidal Garza Cantú

 


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