domingo, febrero 21, 2021

 

El anillo

Para ningún gobernante en el mundo la pandemia fue vista como una oportunidad. La excepción fue AMLO. El 2 de abril del año pasado afirmó que ésta le venía "como anillo al dedo" a su proyecto de transformación, según esto porque le permitiría combatir la corrupción. Una lógica extraña. Irma Eréndira Sandoval el 17 de noviembre, ya con casi 100 mil muertes por el virus, tuvo el tino de repetir lo dicho por su jefe.

 

Dejando de lado la inmoralidad de tal confesión respecto a un trágico evento que costaría en el mundo millones de vidas, es difícil entender en qué estaba pensando AMLO. ¿Calculó acaso que tendría en la vacuna su carta para tratar de ganar la elección intermedia? ¿O previó que en medio de una pandemia es más difícil organizarse contra las acciones de gobierno? La pandemia desactivó hace un año la movilización de mujeres. ¿Fue incapaz de prever que vendría una profunda crisis económica? ¿O quizás sí vio esa crisis y ésta le pareció conveniente para su propio proyecto político?

 

La caída en la actividad económica ha llevado en un año a la destrucción de casi 800,000 empleos entre quienes cotizan en el IMSS. Entre mayo y enero se crearon sólo 240 mil empleos formales. A las empresas formales les ha pegado mucho la pandemia. No han tenido apoyos fiscales ni de otro tipo. Enfrentan además toda una gama de nuevas regulaciones que han encarecido el empleo formal.

 

En contraste, de abril a diciembre se crearon casi 9 millones de empleos en la economía informal. A pesar de ello, de diciembre del 2019 al del 2020 se habían perdido casi 2 millones de empleos informales. ¿En qué condiciones vivirán hoy si ni la informalidad les da un espacio?

 

La economía informal no solo es la válvula de escape de la formal. Es un espacio donde millones de mexicanos se vinculan por otras vías con el gobierno. AMLO entiende muy bien esa dinámica. Ahí tejió su base de apoyo en la Ciudad de México, tan sólida que esa misma izquierda gobierna la capital desde 1997.

 

Un gobierno con tentáculos en el mundo de la informalidad, y hasta en el de la criminalidad, los puede convertir en la base de su dominio político en un cierto territorio. Quien vive dentro de la economía informal es una suerte de ciudadano de una república paralela en la que los impuestos se pagan en cuotas para poder ocupar la calle y con su voz y presencia en marchas y protestas. La relación está fincada en la discrecionalidad y en todo tipo de arreglos corruptos.

 

En contraste, las empresas formales tienen una relativa autonomía frente al gobierno. La relación con el gobierno es desde la ley, que en principio los protege. Muchos de sus empleados son parte de esta clase media, que en general es crítica del gobierno.

 

Según la encuesta de Consulta Mitofsky, entre los informales, el nivel de aprobación de AMLO fue de 72.5 por ciento en enero, frente al 59.7 del promedio de los mexicanos y el 39.4 de los empresarios. Entre los desempleados también tiene un bajo nivel de aprobación, 49.4, pero pocos se quedan en esa categoría, porque no hay seguro de desempleo. Por necesidad, la gran mayoría entra a la informalidad.

 

Según Coneval, el porcentaje de mexicanos cuyo ingreso no les alcanza para pagar una canasta básica pasó de 35.7 por ciento en el primer trimestre del 2020 a 40.7 en el último trimestre del año. Los pobres son los más agradecidos con AMLO porque les manda su dinerito. No parecen culparlo del incremento en su número.

 

Yo me he resistido a creer que gobiernos como el de AMLO deseen tener más pobres porque son su clientela política más leal. Siempre he pensado que el incremento en la pobreza en gobiernos de corte populista es consecuencia de políticas económicas mal planeadas, como la propuesta de reforma de ley de la industria eléctrica. Sin embargo, parece una buena hipótesis para entender esa frase, que ya quedó para la posteridad, de que esta crisis le venía como anillo al dedo.

 

Carlos Elizondo Mayer-Serra

 

 


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