jueves, febrero 04, 2021

 

Las mentiras matan

A veces hay que intentar escarmentar en cabeza ajena. En Estados Unidos vimos la ominosa consecuencia de una Presidencia fundada en la mentira. Tim Snyder, historiador de Yale, dice que "los nuevos autoritarios mienten sin parar y después dicen que son sus oponentes y los periodistas quienes mienten. La gente deja de saber qué es verdad y entonces la resistencia se vuelve imposible".

 

Trump degradó la democracia al mentir sobre el resultado de una elección transparente que perdió por mucho. Adiestró por cuatro años a sus seguidores a que en vez de observar los hechos lo escucharan a él. Acuñó el término fake media (los medios falsos) y su base rechazó a los medios tradicionales, informándose mejor en las cámaras de eco de las redes sociales. Él tenía "otros datos" e hizo de la verdad sinónimo de complot, evidencia del Estado profundo -una mafia del poder- conspirando contra él. Sorprendió la corta distancia entre su falaz narrativa y su intento de golpe de Estado. Los salvó la fortaleza institucional y la valentía de patriotas dentro de su gobierno y partido, que pusieron carreras -y vidas- en riesgo, rehusando ser cómplices del grotesco intento por desconocer la voluntad del pueblo.

 

Cuando los hechos dejan de importar y la verdad se sepulta bajo una maraña de mentiras, inmolada por la propaganda de quien profana el púlpito presidencial impulsando su propia agenda, a la gente -confundida- no le queda más que la ciega veneración al redentor, el culto al mítico líder. Ahí la democracia se torna imposible porque el voto popular será decidido no por hechos, sino por la búsqueda de identidad de la dócil grey y por su resentimiento contra enemigos reales o ficticios.

 

En su toma de posesión, Biden exhortó a defender la verdad con sentido de urgencia. Si en México no tomamos nota del atroz daño por el uso faccioso de la mentira, idéntico al de AMLO, jamás recuperaremos nuestro país de las garras del engaño y de la demagogia.

 

Es criminal distraer y confundir con mentiras en medio de esta pandemia. Acumulamos ya 400 mil muertos, mi madre entre ellos. Politizar la respuesta garantiza fracaso. Será imposible enterrar esta crisis si sigue creciendo. ¿Necesitamos un millón de muertos para cambiar de rumbo? Un Presidente obsesionado por acaparar todo el poder concentra también toda la culpa.

 

La mañosa manipulación de números reales nos quita argumentos para conseguir más vacunas. La principal amenaza para el colosal esfuerzo estadounidense por inmunizar a su población en este primer semestre proviene de compartir 3,200 km de frontera con un país rebasado, óptimo caldo de cultivo para peligrosas variantes. Pidamos ayuda con humildad. Dejemos claro que la pandemia, y el brutal costo del encierro, no terminan al vacunarse los países ricos. Nos disparamos en el pie al decir que "domamos la pandemia".

 

Enfrentemos la crisis unidos, dando información real, apoyándonos en la ciencia. López-Gatell debería ir a la cárcel pero, por ahora, al menos a casa. Necesitamos ahí a un prodigio de integridad, como lo fue el doctor Fauci con Trump, un experto vertical que inyecta sensatez. Tenemos a un patiño, petulante eco de patrañas, el telón detrás del que el mago ejecuta el juego de manos para esconder la realidad y exponer una ilusión.

 

Por eso los técnicos en el servicio público deben ser agnósticos, sin repetir credos partidistas. Por eso necesitamos servidores públicos experimentados, bien pagados y deseosos de forjar carreras dignas. Los paleros -López-Gatell, Nahle, Irma Eréndira- destruyen la capacidad institucional del gobierno y vuelven imposible formar equipos capaces. Nadie quiere a un incompetente sectario como jefe. La 4T comprueba que un gobierno barato, leal -y extraordinariamente inepto- vuelve imposible montar una respuesta sensata a la crisis. Por eso su prioridad sigue siendo hacer como que hacen.

 

La realidad es el peor enemigo de AMLO. Por eso arrasa con los contrapesos, desacredita a los medios e impide el acceso a información a la que legalmente tenemos derecho. Él preferiría hablar sólo del pasado porque su destrucción de nuestro presente y futuro es una tragedia indefendible.

 

Jorge Suárez-Velez

 


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