domingo, diciembre 06, 2020

 

La palabra del tirano

Todos los líderes populistas postmodernos han convertido a la política en el arte de la mentira. En Inglaterra, el primer ministro Boris Johnson insiste todavía que Brexit convertirá a Gran Bretaña en una potencia económica. En Rusia, Putin sigue pasándole la cuenta a Occidente de todos los males que el país padece, y en Estados Unidos, Trump sigue inventando el mismo mito fundacional que es el cimiento ideológico del gobierno de López Obrador en México: un fraude inexistente.

 

Gobiernan de espaldas a la realidad. Trump no está dispuesto a que la confirmación de que la votación favoreció a Joe Biden en un estado clave tras otro altere su retórica que proclama un fraude masivo. Y en México, a dos años de asumir el poder y, de acuerdo con el balance de ayer, con más de un millón cien mil contagiados y 109,456 fallecidos a causa del Covid, López Obrador, y su vasallo en el sector Salud, siguen insistiendo en que la pandemia no los ha rebasado.

 

Estos políticos saben que están mintiendo. Pero la mentira es nada más un instrumento que, con la ayuda de las redes y de compañías que modelan la opinión de sus usuarios con base en algoritmos sofisticados, ha resultado muy eficaz como estrategia para cambiar los modos de gobernar en aras de proyectos que buscan transformar el statu quo democrático y asegurar el predominio de otros grupos en el poder.

 

En esta estrategia hay dos polos. En uno están los populistas que han tomado el gobierno que repiten hasta el agotamiento una visión alternativa e ideológica (si entendemos a la ideología como la conciencia falsa de la realidad) y, en el otro, los votantes que reciben y aceptan o rechazan el mensaje.

 

Una pregunta fundamental es, ¿por qué tantos electores creen o pretenden creer que la realidad alternativa de los populistas es cierta? La explicación tiene muchas caras. La base fundamental de apoyo de estos líderes no busca la verdad. Su lealtad es sectaria, una fe tribal que se alimenta a sí misma, más allá de lo que diga o haga el líder. Practican la ignorancia agresiva que es tan evidente entre bots y troles en las redes.

 

Otros, una buena parte de los votantes -porque los sistemas populistas convocan puntualmente a elecciones-, están profundamente desinformados y sin información es imposible distinguir la verdad de la mentira y desmontar las fake news del poderoso.

 

Muchos más compran los prejuicios que están en el corazón de todas las agendas populistas, por comodidad. Es más fácil creer que la Unión Europea es responsable de la desigualdad económica en Gran Bretaña; que los inmigrantes les roban el empleo a los gringos de cepa o que los neoliberales tienen la culpa de todos los problemas que López no ha podido resolver en México, que asumir la responsabilidad que esos gobiernos, y quienes los apoyan, tienen.

 

Para el resto, los que no apoyan ni votan populista, nadie ha hecho un diagnóstico mejor de los errores que han cometido que Timothy Snyder. En lugar de advertir sin prisa ni pausa el peligro que representaba y representa el populismo para la libertad, los derechos humanos y las instituciones democráticas, respetamos el voto y le dimos a nuestro populista el beneficio de la duda: tal vez el ejercicio del poder lo convertiría en un estadista.

 

La obediencia anticipada, como la llama Snyder, acostumbrarse al proceso, asegura el éxito de cualquier proyecto populista antidemocrático. Colocarse a la defensiva es una pérdida de tiempo y el silencio es abrirle un paréntesis de oportunidad al populista, que siempre tiene prisa, para derruir una a una las instituciones democráticas.

 

Los líderes populistas han adoptado el dogma fascista: una mentira repetida mil veces se vuelve verdad. Bombardean a diario a sus gobernados con sus propios datos: los "hechos alternativos" de Trump. Algunos, como Putin, que cuida su imagen y su palabra como si fueran bienes sagrados, usan su control casi absoluto de los medios y a portavoces bien entrenados en el cinismo para promover una realidad alternativa. Otros, como Trump y López Obrador, han tomado ellos mismos el micrófono o el Twitter y dedican toda su energía al arte de la mentira y a denigrar y deslegitimar a cualquier medio o crítico de sus políticas.

 

El mejor camino para luchar con la realidad alternativa de los populistas es la defensa de la verdad: desmontar con la misma perseverancia de los populistas la mentira que pretenden convertir en una nueva normalidad.

 

Isabel Turrent

 


Comments: Publicar un comentario



<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?