sábado, abril 06, 2019

 

Autocracia

Lamentable y preocupante el desenlace de la muy controvertida historia de la Comisión Reguladora de Energía (CRE), aunque nada sorpresivo.

 

Todas las señales apuntaban desde el principio a una simulación, a una designación de incondicionales del Presidente Andrés Manuel López Obrador, que siempre desestimó criterios profesionales y técnicos y la opinión de los Senadores.

 

Como era de esperarse, luego de que no se obtuvo la mayoría calificada para votar los perfiles enviados por el representante del Ejecutivo federal, el Presidente designó a sus cuatro comisionados, por los que desde el principio apostó Morena, por órdenes de su jefe máximo.

 

Es cierto que hay procesos de amparo ante la maniobra de López Obrador promovidos desde el Senado, pero la historia parece haberse consumado, con graves consecuencias para el sector energético, pero también causando un daño muy grande a la vida democrática, al respeto a los Poderes, a los órganos autónomos, y en general a las instituciones del País.

 

El perfil de los designados por el Presidente no requiere mayor explicación. Simplemente son personas que no tienen los conocimientos, la capacidad y la experiencia para desempañar la responsabilidad que se les ha confiado. Por momentos parece que estamos ante una película cómica, en la que caben toda clase de disparates, pero el problema es que es una realidad, misma que en verdad ofende a la inteligencia.

 

El hecho en sí mismo es muy grave, como lo es el discurso con el que López Obrador justifica el secuestro que ha hecho de la CRE. "La verdad es revolucionaria y transformadora y la mentira es conservadora", dijo, y agregó que valora mucho que en el Senado haya existido discrepancia con su propuesta, y en contraste con la ignorancia exhibida por sus "gallos", ratifica que son profesionales y capaces, pero sobre todo gente honrada, no achichincles.

 

Fiel a su afán de promover la división y encono entre los mexicanos, el Presidente mencionó que no se requiere ser egresado de una universidad de prestigio para convertirse en alguien capaz, lo que en estricto sentido es cierto, pero en su narrativa lo que pretende es seguir alimentando el resentimiento social, estigmatizando como fifí y conservador a todo aquel que cuestiona sus decisiones.

 

Desde una lectura política, lo ocurrido en torno a la CRE significa premiar la incondicionalidad y buscar tener control absoluto de todas las ramificaciones del poder, a todos los niveles, pero el proceder del Presidente trasciende el pragmatismo político, y responde más bien a la lógica de un "iluminado" que asume que la realidad se construye a partir de lo que existe en su cabeza.

 

A López Obrador no le importan las valoraciones técnicas, los indicadores objetivos, la opinión de las calificadoras, la reacción de los mercados, la opinión de los especialistas, el consejo de sus asesores y la creciente crítica a sus planteamientos en el ámbito internacional.

 

No le importa la realidad misma, él piensa que la construye, no le importan las leyes, sino que él convierte en leyes sus propias decisiones; no dialoga, sino que escenifica un monólogo permanente basado en un guion escrito por él mismo; no gobierna, impone una nueva religión política; no actúa con principios éticos, sino que construye su propia "moral", y como un juez todopoderoso, define quién es bueno y quién es malo, y asume que los malos dejarán de serlo por decreto.

 

Lo de la CRE es sólo una muestra más de la ruta del deterioro de las instituciones que se avecina, consecuencia de un mesianismo autoritario que va en aumento, con un enorme poder, y realmente sin contrapesos.

 

Estamos en un escenario muy crítico en el que se mezclan ignorancia, soberbia y arrogancia. Cada vez dependemos más de la decisión de un solo hombre, que ha impuesto e impondrá su voluntad sin matices, aunque lo anterior contravenga incluso la realidad.

 

Guillermo Velasco Barrera

 


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