sábado, agosto 13, 2016

 

Perdonavidas

Sus amigos hablan de Andrés, por sus iniciales AMLO. Sus críticos le dicen "El Peje". Su nombre oficial, Andrés Manuel López Obrador. Ha sido ya dos veces candidato a la Presidencia de México. Para llegar en el 2018 se anuncia como el perdonavidas.

 

Es un sureño extraño. Se cree el salvador de México. Se cree el único político honrado. Terco, terco, terco. Intelectualmente es una mezcla de Benito Juárez con Lázaro Cárdenas, con nivel de secundaria. Orgulloso guardián de la historia de México, sueña con retomar la ruta extraviada por la Revolución Mexicana.

 

En una contradicción andando, ¿un demócrata autoritario? Dueño de un partido, asegura que competirá sin alianzas. Él es absoluto. Hasta sus hermanos lo desconocen.

 

A quienes quieren un dictador de izquierda pregunto: ¿uno que conduzca a México viendo por el espejo retrovisor? Pregona su historia de víctima de dos fraudes electorales en giras constantes. Se le olvida que dejó a la gente plantada en la Avenida Reforma hasta que se cansaron de protestar.

 

Andrés se cree una especie de Gandhi mexicano. Personifica y habla a nombre de los mexicanos. Se ve a sí mismo como un pacifista, un mártir, y ahora... el adalid del perdón.

 

En tal carácter, su majestad López Obrador acaba de lanzar una proclama pública en la que perdona al "grupo en el poder".

 

"No los odiamos", dijo usando el plural. Anuncia "una amnistía anticipada" tan luego de su triunfo. ¡Perdona a nombre de todos! Claro, ya entendí. Para un santo la ley no existe.

 

En serio que es difícil razonar con alguien así. No escucha, no entiende, trae su rollo a la vuelta y vuelta. En el 2006, en una reunión a la que me invitó Porfirio Muñoz Ledo en la que estarían AMLO y otras 30 personas, pedí la palabra y sugerí que usara sus votos para negociar con Felipe Calderón.

 

¡Gran error! Hagan de cuenta que le hablé a la pared. Contestó cariñosamente a cada uno de los aduladores, pero a mí y a Agustín Basave, únicos disidentes, nos saltó olímpicamente.

 

Pienso que a López Obrador le fascina su rol de víctima. "Nunca me vi con la banda presidencial", confesó en esa ocasión.

 

No quiere ser Presidente. Le gusta ser el eterno y sufrido derrotado. Esa credencial lo autoriza a meter su cuchara con los maestros disidentes de la CNTE, que cometen más delitos por hora que ni los pistoleros de Pancho Villa. ¿Será que el perdonavidas, dos veces "crucificado" se siente el Jesucristo tabasqueño?

 

La Ciudad de México es su obra cumbre. Una verdadera joya arquitectónica de la política clientelar llevada a su máxima expresión. No hay manera de que pierdan una elección. La pobreza estructurada, los líderes maizeados con dineros públicos. Ya quisiera Obama. Eso es lo que podemos esperar para todo México si AMLO llega a la Presidencia.

 

Para el 2012 López Obrador ya estaba topado en poco más de 30 por ciento de intención de voto. Así lo escribí en EL NORTE. Así resultó. México no es socialista por más que AMLO le revuelva con el estandarte de la Virgen Morena y haya adoptado el apodo "Morena" para engatusar creyentes.

 

El socialismo fue construido hace más de 100 años siguiendo el paradigma burocrático de la especialización y la división del trabajo.

 

El Gobierno puede organizar todo un país y decirle a cada quien qué puede y debe hacer. En México se llama el Plan Nacional de Desarrollo, existe desde 1983 y para Andrés Manuel sería más paraíso que el de las 72 vírgenes de Islam. La señora Hillary se moriría de envidia.

 

Como lo advertí también en su momento, esto nunca ha jalado. Hoy por hoy, y a medida que avanza la revolución digital, las burocracias están condenadas a desaparecer.

 

No es por allí, pero AMLO sueña con tomar control de nuestras vidas.

 

AMLO no tiene, ni trae ni tendrá, la fórmula para la prosperidad construida con base en la suma de libertades individuales. Eso lo hace políticamente obsoleto e inviable.

 

No temo su ira. Y francamente su perdón me causa hilaridad.

 

Javier Livas

javierlivas@prodigy.net.mx


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