sábado, julio 09, 2016

 

Claudicar por hartazgo

Las protestas se extendieron y masificaron. Los maestros por salir de vacaciones, y en lugar de mejorar sus materiales escolares o prepararse para el siguiente año escolar, decidieron marchar bloqueando las vías de comunicación.

 

Qué bueno que se manifiesten, qué malo que violen los derechos de millones de mexicanos en el camino. Qué bueno que en el País se respeten los diferentes puntos de vista y sus expresiones, qué malo que los maestros no tengan puntos de vista para mejorar la educación.

 

Qué bueno que se busque medir la calidad de la educación, qué malo que muchos maestros no quieran ser evaluados. Qué bueno que exijan, qué malo que no den nada a cambio.

 

Tenemos hoy muchos Estados sufriendo pérdidas económicas y sociales por las marchas y protestas de los maestros buscando proteger un sistema educativo con privilegios.

 

México ocupa el lugar 53 de 64 países evaluados en PISA. La mitad de todos los alumnos de primaria no entienden lo que leen y no pueden efectuar operaciones aritméticas simples. Alumnos que no funcionarán de manera efectiva para mejorar al País en pocos años.

 

El futuro de un país reside en su calidad educativa, no en su sistema educativo. Ésa fue la esencia de la reforma educativa que todos los partidos políticos aprobaron en febrero de 2013. Una que permitiera, como dice el decreto, "el ingreso al servicio docente mediante concursos de oposición que garanticen la idoneidad de los conocimientos y las capacidades de los docentes".

 

Una reforma que modernizaría el servicio profesional docente, crearía un sistema de evaluación educativa independiente, un sistema de información y gestión educativa y escuelas de tiempo completo, entre otras cosas.

 

Lo más importante de esta reforma fue mejorar la calidad educativa, permitiendo evaluaciones constantes que ayudaran a guiar una mejora medible y continua. A nadie le gusta ser evaluado, pero no existe otra forma de mejorar si no se miden con objetividad avances o retrocesos.

 

No importa si abundan análisis de que la implementación está fallando, o que no se tomaron en cuenta las opiniones de algunos maestros. Tampoco importa que los Estados del País tengan o no la capacidad para administrar a sus maestros, o que no haya más recursos para las escuelas.

 

Los maestros que se oponen a ser evaluados es porque no son maestros, son simples empleados de un sistema de favores y corrupción, muy distinto al que imaginó José Vasconcelos. Por eso no les importa violar los derechos de los demás, ni fallarles a sus alumnos.

 

Lo que ahora estamos padeciendo es precisamente lo que algunos políticos en campaña llaman la oposición de intereses económicos y grupos oscuros del poder.

 

Pero desafortunadamente este político tabasqueño no está viendo que los verdaderos intereses económicos que no quieren a México son los intereses de estos maestros pertenecientes al SNTE o la CNTE, que hoy amagan al Gobierno para rechazar una reforma que no conviene a sus intereses económicos oscuros del sistema educativo, que ellos han secuestrado para su propio beneficio.

 

Ahora entendemos que el valor de la representación de los maestros para mejorar sus capacidades y métodos pedagógicos que ostentan los sindicatos de maestros, en la realidad es y siempre ha sido simple retórica.

 

Se trata de robarle a México más presupuesto para seguir contratando marchistas y quejosos en lugar de maestros dispuestos a formar el futuro del País. Se han acostumbrado a pactar con el Gobierno para no esforzarse más y siempre de espaldas a la sociedad, a los padres y a los estudiantes.

 

Me parece que nuestro sistema educativo no tiene una vocación para mejorar y nuestro hartazgo está claudicando frente a este grupo de maestros que prefieren vivir con un sueldo, pero en la ignominia, que forjar un mejor país como muchos queremos.

 

Disculpen, por favor, todos aquellos buenos maestros que conozco y que incluso me han escrito a favor y en contra de mi postura sobre el magisterio.

 

Vidal Garza Cantú

vidalgarza@yahoo.com

Es director de Fundación FEMSA, AC. Profesor en la Escuela de Graduados en Administración Pública y Política Pública del Tec de Monterrey. Licenciado en Economía por el ITESM. Licenciado en Derecho por la UANL. Maestro en Políticas Públicas por Universidad de Harvard y Doctor en Políticas Públicas por la Universidad de Texas en Austin.

 

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