martes, marzo 08, 2016

 

Diocleciano, Venezuela, Profeco

Borges publicó en 1935 una célebre Historia Universal de la Infamia. En un compendio similar de la infamia económica tendría que incluirse el nombre del emperador romano Diocleciano. Diocleciano no fue el primer gobernante en defraudar al pueblo reduciendo el contenido de metal de las monedas que acuñaba, pero ha sido probablemente el más notorio de ellos. [Al parecer fue el emperador Nerón (64 D.C.) quien empezó a corromper el denario. A lo largo de 200 años, afirma un cronista, el contenido de plata del denario bajó de 100 por ciento ¡a prácticamente nada!].

 

La secuela de actos de su Gobierno que llevó al desastre económico es (sin burla) clásica: por razones militares y políticas, Diocleciano aumentó primero enormemente el gasto público en soldados y burócratas; al presionar en consecuencia las finanzas del imperio, se abocó a poner en práctica una reforma tributaria diversa y onerosa. Como eso no fue suficiente, echó mano de un recurso probado por sus antecesores: utilizar una cantidad dada de oro y plata para producir un mayor número de monedas. El aumento de la circulación de la cantidad de dinero devaluado se tradujo, sin remedio, en inflación. Diocleciano atribuyó el fenómeno, por supuesto, a la avaricia de los comerciantes y de los especuladores. Para combatirlo, promulgó un Edicto sobre Precios Máximos, que abarcaba más de mil bienes de consumo. El Edicto incluía penas para los transgresores.

 

Como era de esperarse, el Edicto no logró el propósito de frenar los precios, pero propició la corrupción, el desabasto, el surgimiento de mercados negros y los conflictos entre los ciudadanos y la burocracia. Frente a tales resultados, los historiadores dicen que dejó de aplicarse un año después de su publicación. El episodio ocurrió allá por los años 300 D.C. (Por cierto, otro motivo de notoriedad de Diocleciano fue su cruenta persecución de los cristianos, también inútil, a la postre).

 

La excursión histórica anterior viene a cuento porque hace una semana me referí, en este mismo espacio, a los problemas económicos actuales de Venezuela. Uno de los males del infortunado país es la inflación, causada a fin de cuentas por el desorden fiscal y monetario, y agravada en la práctica por la imposición de absurdos controles de precios. Mi comentario no le gustó al menos a uno de mis lectores. Así pues, el propósito de los párrafos previos es mostrar que, en materia de tonterías económicas "no hay nada nuevo bajo el sol", para usar la frase del Eclesiastés. También es aplicable, desde luego, la gastada pero aleccionadora sentencia de Santayana: "aquellos que no aprenden del pasado, están condenados a repetirlo". En todo caso, según el Fondo Monetario Internacional, la inflación alcanzó 275 por ciento en el 2015 y quizás excederá 700 por ciento este año -un récord mundial-.

 

Todavía en el ámbito de la evolución de los precios y de las políticas públicas al respecto, guardando las debidas proporciones, resulta que el día 1 de marzo cambió el mando de la Profeco. Su nuevo titular, Ernesto Nemer, expresó su intención de "convertir a la Profeco en el verdadero aliado de los compradores mexicanos". Leída a la letra, la frase es reveladora, sobre todo el verbo "convertir" y el adjetivo "verdadero". Nemer sustituye en el cargo a Lorena Martínez, quien renunció el pasado mes de diciembre, para explorar los prados más verdes de una candidatura al Gobierno de Aguascalientes.

 

En mi opinión, en varios casos recientes, la actuación de la Profeco había sido poco estelar, por no decir que claramente regresiva. Específicamente, en cuanto a cierto producto, la dependencia utilizó el viejo e inútil recurso de cerrar establecimientos e imponer multas. Una vuelta nostálgica a los deplorables años 70. No dudo que la Profeco haya detectado algunos incrementos que le parecieron "injustificados", pero a menos que haya encontrado evidencia de colusiones u otro tipo de prácticas anticompetitivas, las medidas adoptadas no fueron las apropiadas.

 

El "verdadero aliado de los compradores mexicanos" es un mercado realísticamente libre. Y el verdadero remedio contra la inflación es una política monetaria ortodoxa, puesta en práctica por una institución alejada en lo posible de la influencia política.

 

Everardo Elizondo

El autor es profesor de economía en la EGADE, Business School, ITESM.

 

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