martes, julio 31, 2012
AMLO®
Compararse con Hidalgo, con Morelos, con Juárez, con Madero, cómo interpretarlo. Seguramente es otro lance demagógico más de los muchos que le hemos escuchado. Ésa es una posibilidad, le damos al autor de esas notorias sinrazones -AMLO- el beneficio de la duda, de una astucia y arrojo asombrosos.
En esta versión él sabe que sus dichos son una majadería al sentido común, pero los usa. Hay otra posibilidad, que en verdad lo crea, que esté convencido de ser un héroe llamado a fundar una nueva nación. Demasiadas novelas de caballería, quizá. Pero cómo explicar la actitud de sus incondicionales: o ya están también montados en la sinrazón o son unos timoratos incapaces de decirle a su líder que roza la locura.
Decir ante decenas de millones de televidentes que si no votan por él significa que son masoquistas y manipulados es de nuevo un lance tan osado que merece análisis. Ahora resulta que el 70 por ciento del electorado cae en esas categorías. Lo dijo en serio, colocándose de nuevo en ese umbral donde la sinrazón asoma. Nombrarse a sí mismo Apóstol requiere de una seguridad rayana en lo anormal. Ni Gandhi, ni la Madre Teresa de Calcuta pretendieron tanto. Sobre todo por la auto-erección, no dudo que en sus inacabables giras alguien le haya besado la mano y nombrado Apóstol, pero decirlo de sí mismo desnuda una faceta de la personalidad.
Fue él quien se vanaglorió de tener cinco millones de seguidores que cuidarían paso a paso la jornada electoral. Démoslos por buenos, ahora resulta que esos cinco millones fallaron, no vieron el macrofraude, que para él y sus comparsas es hoy -no antes- evidente. O quizá también los corrompieron con tarjetas de descuento, estrategia -la compra- que el PRD también hizo suya.
Allí están las fotos de cubetas, relojes con las iniciales de AMLO, naranjas envueltas con dinero, regalitos que algo pretendían. O sea que AMLO en verdad piensa que México es un país de corruptos, lo del "pueblo bueno" era sólo de dientes para afuera. Cómo explicar la participación de un millón de ciudadanos como funcionarios de casilla y dos millones más como representantes de partido, todos capturados por la corrupción.
La otra explicación es igual de ofensiva: Televisa manipuló al 70 por ciento del electorado. Corruptos y manipulados los mexicanos no saben lo que hacen, claro, salvo en la capital de la República, en Tabasco, Morelos y en las otras cinco entidades donde él ganó. Parafraseando al clásico, odio las telenovelas, pero defenderé a muerte el derecho de cualquiera a verlas. Aflora de nuevo el ánimo mesiánico, de alguien que llegó a rescatarnos, de ahí la necesidad de una nueva organización que salve nuestra democracia. De ahí que el #YoSoy132 quiera "despertar" a los mexicanos atrapados en las redes invisibles de la idiotez televisiva. Esos engañados todavía tienen alguna esperanza, "despertar", no forman parte de la "mafia".
Pero entonces cómo explicar ese México que usa cada vez más la alternancia para desplazar a los gobernantes que no le satisfacen, ese México que se inconforma, protesta y se manifiesta por las más diferentes causas: defender el derecho de formar pareja con una persona del mismo sexo o simplemente salvar un parque o denunciar la corrupción.
¿Cómo casar ese discurso moralista del rescate -autoritario en el sentido de que desean imponer una nueva moral- con el desfile de rostros emblemáticos de la corrupción en los altos mandos del PRD? En los hechos el mensaje es muy claro: la peor ralea de ese partido está de regreso o quizá nunca se fue.
Se me dirá que también está esa otra izquierda, la nueva, la moderna que encabezan Ebrard y Mancera por citar a los más notorios. Sí, pero esa izquierda ha guardado sepulcral silencio frente al Apóstol. De verdad ejercen influencia o quizá no estamos leyendo la cruda realidad: son minoría y no tienen el poder. AMLO es una marca que vendió 16 millones de votos. Y esos votos representan mucho dinero. El PRD será, después del PRI, el partido más rico. Estamos hablando de cientos de millones de pesos, de muchas chambas, de prebendas, de privilegios. El Apóstol es un gran negocio, por eso se tragan su mesianismo, primero van los intereses y después los principios.
Sobre advertencia no hay engaño, ¿esperar al Tribunal? Con el tono sibilino de siempre AMLO ya anunció que va a la movilización, que su lucha por rescatar nuestra democracia apenas comienza, que podría estar en la boleta en el 18, así de sencillo. El divorcio que muchos desearíamos para que naciera una nueva izquierda no se ve en el horizonte.
La razón es clara: se necesitan mutuamente. Para el 2018 habrán pasado tres décadas desde que Cuauhtémoc Cárdenas inició una ruptura y un movimiento clave para la democratización de México. Pero de seguir por donde van los avances doctrinales de la izquierda se podrían desvanecer en un mar nauseabundo de corruptelas de los muchos que se amparan en las siglas del PRD. Por eso no se preocupan, ya tienen su marca registrada: AMLO.
En esta versión él sabe que sus dichos son una majadería al sentido común, pero los usa. Hay otra posibilidad, que en verdad lo crea, que esté convencido de ser un héroe llamado a fundar una nueva nación. Demasiadas novelas de caballería, quizá. Pero cómo explicar la actitud de sus incondicionales: o ya están también montados en la sinrazón o son unos timoratos incapaces de decirle a su líder que roza la locura.
Decir ante decenas de millones de televidentes que si no votan por él significa que son masoquistas y manipulados es de nuevo un lance tan osado que merece análisis. Ahora resulta que el 70 por ciento del electorado cae en esas categorías. Lo dijo en serio, colocándose de nuevo en ese umbral donde la sinrazón asoma. Nombrarse a sí mismo Apóstol requiere de una seguridad rayana en lo anormal. Ni Gandhi, ni la Madre Teresa de Calcuta pretendieron tanto. Sobre todo por la auto-erección, no dudo que en sus inacabables giras alguien le haya besado la mano y nombrado Apóstol, pero decirlo de sí mismo desnuda una faceta de la personalidad.
Fue él quien se vanaglorió de tener cinco millones de seguidores que cuidarían paso a paso la jornada electoral. Démoslos por buenos, ahora resulta que esos cinco millones fallaron, no vieron el macrofraude, que para él y sus comparsas es hoy -no antes- evidente. O quizá también los corrompieron con tarjetas de descuento, estrategia -la compra- que el PRD también hizo suya.
Allí están las fotos de cubetas, relojes con las iniciales de AMLO, naranjas envueltas con dinero, regalitos que algo pretendían. O sea que AMLO en verdad piensa que México es un país de corruptos, lo del "pueblo bueno" era sólo de dientes para afuera. Cómo explicar la participación de un millón de ciudadanos como funcionarios de casilla y dos millones más como representantes de partido, todos capturados por la corrupción.
La otra explicación es igual de ofensiva: Televisa manipuló al 70 por ciento del electorado. Corruptos y manipulados los mexicanos no saben lo que hacen, claro, salvo en la capital de la República, en Tabasco, Morelos y en las otras cinco entidades donde él ganó. Parafraseando al clásico, odio las telenovelas, pero defenderé a muerte el derecho de cualquiera a verlas. Aflora de nuevo el ánimo mesiánico, de alguien que llegó a rescatarnos, de ahí la necesidad de una nueva organización que salve nuestra democracia. De ahí que el #YoSoy132 quiera "despertar" a los mexicanos atrapados en las redes invisibles de la idiotez televisiva. Esos engañados todavía tienen alguna esperanza, "despertar", no forman parte de la "mafia".
Pero entonces cómo explicar ese México que usa cada vez más la alternancia para desplazar a los gobernantes que no le satisfacen, ese México que se inconforma, protesta y se manifiesta por las más diferentes causas: defender el derecho de formar pareja con una persona del mismo sexo o simplemente salvar un parque o denunciar la corrupción.
¿Cómo casar ese discurso moralista del rescate -autoritario en el sentido de que desean imponer una nueva moral- con el desfile de rostros emblemáticos de la corrupción en los altos mandos del PRD? En los hechos el mensaje es muy claro: la peor ralea de ese partido está de regreso o quizá nunca se fue.
Se me dirá que también está esa otra izquierda, la nueva, la moderna que encabezan Ebrard y Mancera por citar a los más notorios. Sí, pero esa izquierda ha guardado sepulcral silencio frente al Apóstol. De verdad ejercen influencia o quizá no estamos leyendo la cruda realidad: son minoría y no tienen el poder. AMLO es una marca que vendió 16 millones de votos. Y esos votos representan mucho dinero. El PRD será, después del PRI, el partido más rico. Estamos hablando de cientos de millones de pesos, de muchas chambas, de prebendas, de privilegios. El Apóstol es un gran negocio, por eso se tragan su mesianismo, primero van los intereses y después los principios.
Sobre advertencia no hay engaño, ¿esperar al Tribunal? Con el tono sibilino de siempre AMLO ya anunció que va a la movilización, que su lucha por rescatar nuestra democracia apenas comienza, que podría estar en la boleta en el 18, así de sencillo. El divorcio que muchos desearíamos para que naciera una nueva izquierda no se ve en el horizonte.
La razón es clara: se necesitan mutuamente. Para el 2018 habrán pasado tres décadas desde que Cuauhtémoc Cárdenas inició una ruptura y un movimiento clave para la democratización de México. Pero de seguir por donde van los avances doctrinales de la izquierda se podrían desvanecer en un mar nauseabundo de corruptelas de los muchos que se amparan en las siglas del PRD. Por eso no se preocupan, ya tienen su marca registrada: AMLO.
Federico Reyes Heroles