sábado, junio 04, 2011
Virus anticiudadano
Un ciudadano mexicano libre, seguro de sí mismo, optimista y consciente de sus derechos, debe ser la piedra angular sobre la cual tiene que estar construido el gran edificio llamado México.
Si en vez de seguridad y confianza, el ciudadano tiene miedo, vive amenazado o explotado, y se siente rebajado y ninguneado, será imposible pedirle que dé su ciento por ciento a favor del País.
Este ciudadano a medias será una carga antes que un apoyo; será un lastre social antes que una bendición comunitaria y un estorbo sumado a muchos otros estorbos que ya existen.
Estoy describiendo a dos personas que son físicamente iguales, pero que funcionan con signos opuestos: por un lado, el ciudadano completo, íntegro, libre y responsable es un círculo virtuoso que tiene un gran potencial de propagación y difusión.
Por el otro, en el lado negativo tenemos al semiciudadano, inseguro, explotable, ninguneado. Es un círculo vicioso andante, una especie de muerto en vida cuyo mal humor se extiende rápidamente contaminando a otros que se convierten en lo mismo: un asco ciudadano.
Por eso no se entiende que el ciudadano íntegro, libre y completo sea atacado por la legislación electoral para convertirlo en un ciudadano a medias. ¿Acaso es difícil darse cuenta que al volverlo inseguro lo hace también dependiente de los favores de terceros, ya sea del sindicato, de los patrones sin conciencia, o inclusive, en el peor de los casos, de la delincuencia organizada?
Este ciudadano a medias produce la derrota del sistema democrático, es materia propicia para la compra de votos y el acarreo y de allí hay una línea muy tenue hacia la tolerancia de la corrupción, seguida por indiferencia para quienes colaboran con los delincuentes.
Este ciudadano rebajado y degradado es la gran debilidad que tiene México frente a otros países. Por ello, un primer paso para restaurar la República está en reintegrar al ciudadano mexicano los derechos políticos que tenía en la Constitución de 1917. Estoy hablando del derecho a votar y ser votado, sin condiciones, sin limitaciones, sin subterfugios, excusas o pretextos.
Hay que reconocer que en esta materia estamos peor que hace 40 años. La prohibición de las candidaturas ciudadanas es la principal fuente de propagación del virus de la impotencia ciudadana. Es el virus que propaga la negatividad de nuestras instituciones, que desparrama el pesimismo de ser mexicano, que disemina la semilla de la desconfianza entre mexicanos, que abona al abuso del poder, que se fortalece a cada instante que pasa con las aguas negras de la corrupción.
No nos quejemos de que los ciudadanos mexicanos actúan como ciudadanos de segunda o tercera; simplemente reflejan el estatus negativo que la ley les impone. La viabilidad de nuestro País está en juego, muy posiblemente debido a esta falla.
Entonces, depende de todos los mexicanos que recuperemos una visión optimista de lo que México puede ser. Necesitamos recuperar la confianza en nosotros mismos. Leyes justas y sensatas pueden ayudar a lograrlo.
Necesitamos que todos los ciudadanos de México se sientan y sean realmente ciudadanos de primera, con todos sus derechos perfectamente garantizados, como debe ser. La alternativa es continuar diseminando el virus de la indolencia que contamina nuestra democracia.
Quienes niegan a los demás el derecho a ser votados, o se lo condicionan, son a su vez productos de una cultura democrática defectuosa. El ciudadano común y corriente se da cuenta, o por lo menos intuye, que está siendo estafado por los políticos de carrera. No debe extrañar que se decepcione del pésimo sistema político, y esté muy molesto por la falta de respeto a sus derechos cívicos básicos.
Debemos entender que la legislación electoral es la primera obligada en confiar en el ciudadano. Sólo así podremos abatir el virus de la impotencia ciudadana, prerrequisito para que pueda surgir un nuevo país, más libre, más justo y más próspero.
Pongo esta metáfora como ejemplo: El Congreso federal tiene en sus manos el destino del País. Es como quien tiene en su puño cerrado un gorrión, puede apretar el puño y asfixiarlo, o puede soltarlo y dejarlo volar para que construya su nido y vuelva a cantar.
Javier Livas
javierlivas@mac.com
Si en vez de seguridad y confianza, el ciudadano tiene miedo, vive amenazado o explotado, y se siente rebajado y ninguneado, será imposible pedirle que dé su ciento por ciento a favor del País.
Este ciudadano a medias será una carga antes que un apoyo; será un lastre social antes que una bendición comunitaria y un estorbo sumado a muchos otros estorbos que ya existen.
Estoy describiendo a dos personas que son físicamente iguales, pero que funcionan con signos opuestos: por un lado, el ciudadano completo, íntegro, libre y responsable es un círculo virtuoso que tiene un gran potencial de propagación y difusión.
Por el otro, en el lado negativo tenemos al semiciudadano, inseguro, explotable, ninguneado. Es un círculo vicioso andante, una especie de muerto en vida cuyo mal humor se extiende rápidamente contaminando a otros que se convierten en lo mismo: un asco ciudadano.
Por eso no se entiende que el ciudadano íntegro, libre y completo sea atacado por la legislación electoral para convertirlo en un ciudadano a medias. ¿Acaso es difícil darse cuenta que al volverlo inseguro lo hace también dependiente de los favores de terceros, ya sea del sindicato, de los patrones sin conciencia, o inclusive, en el peor de los casos, de la delincuencia organizada?
Este ciudadano a medias produce la derrota del sistema democrático, es materia propicia para la compra de votos y el acarreo y de allí hay una línea muy tenue hacia la tolerancia de la corrupción, seguida por indiferencia para quienes colaboran con los delincuentes.
Este ciudadano rebajado y degradado es la gran debilidad que tiene México frente a otros países. Por ello, un primer paso para restaurar la República está en reintegrar al ciudadano mexicano los derechos políticos que tenía en la Constitución de 1917. Estoy hablando del derecho a votar y ser votado, sin condiciones, sin limitaciones, sin subterfugios, excusas o pretextos.
Hay que reconocer que en esta materia estamos peor que hace 40 años. La prohibición de las candidaturas ciudadanas es la principal fuente de propagación del virus de la impotencia ciudadana. Es el virus que propaga la negatividad de nuestras instituciones, que desparrama el pesimismo de ser mexicano, que disemina la semilla de la desconfianza entre mexicanos, que abona al abuso del poder, que se fortalece a cada instante que pasa con las aguas negras de la corrupción.
No nos quejemos de que los ciudadanos mexicanos actúan como ciudadanos de segunda o tercera; simplemente reflejan el estatus negativo que la ley les impone. La viabilidad de nuestro País está en juego, muy posiblemente debido a esta falla.
Entonces, depende de todos los mexicanos que recuperemos una visión optimista de lo que México puede ser. Necesitamos recuperar la confianza en nosotros mismos. Leyes justas y sensatas pueden ayudar a lograrlo.
Necesitamos que todos los ciudadanos de México se sientan y sean realmente ciudadanos de primera, con todos sus derechos perfectamente garantizados, como debe ser. La alternativa es continuar diseminando el virus de la indolencia que contamina nuestra democracia.
Quienes niegan a los demás el derecho a ser votados, o se lo condicionan, son a su vez productos de una cultura democrática defectuosa. El ciudadano común y corriente se da cuenta, o por lo menos intuye, que está siendo estafado por los políticos de carrera. No debe extrañar que se decepcione del pésimo sistema político, y esté muy molesto por la falta de respeto a sus derechos cívicos básicos.
Debemos entender que la legislación electoral es la primera obligada en confiar en el ciudadano. Sólo así podremos abatir el virus de la impotencia ciudadana, prerrequisito para que pueda surgir un nuevo país, más libre, más justo y más próspero.
Pongo esta metáfora como ejemplo: El Congreso federal tiene en sus manos el destino del País. Es como quien tiene en su puño cerrado un gorrión, puede apretar el puño y asfixiarlo, o puede soltarlo y dejarlo volar para que construya su nido y vuelva a cantar.
Javier Livas
javierlivas@mac.com
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Urge que se concrete la reforma política que permita candidaturas independientes, así como la reelección de legisladores y alcaldes. Hay que reducir la partidocracia. Pero esa reforma la detuvo el PRI en la cámara de diputados por órdenes de Peña Nieto. Se ven ya tan cerca de regresar al poder que no quieren que haya cambios.