lunes, julio 12, 2010
¿AMLO ibíd
"I'll be back", amenaza Arnold Schwarzenegger en "Terminator". "Seré candidato presidencial otra vez", anuncia Andrés Manuel López Obrador en días recientes. Y no es una buena noticia, ya que AMLO no debería serlo en el 2012, o por lo menos como lo fue en el 2006. Irremediablemente combativo, confrontacional, anti-institucional. Invariablemente atávico, testarudo, conservador, contumaz. Alguien cuyas posturas poco claras -y con frecuencia contradictorias- han inspirado una desconfianza que será difícil, si no imposible, remontar. Alguien que metió a la izquierda en un callejón del cual le está resultando muy difícil salir, a pesar de las alianzas electorales exitosas de los últimos tiempos.
Para quienes piensan -pensamos- que México debe tener una izquierda funcional, pocas cosas tan tristes como contemplar la tragedia de su autosabotaje desde hace cuatro años. Las heridas que se ha infligido a sí misma desde la última elección presidencial. El papel suicida que la izquierda dividida se ha empeñado en jugar. El PRD y el PT y Convergencia atrapados en una lógica de confrontación constante entre sí y sin saber exactamente qué hacer con López Obrador. El PRD transformado en propulsor de su peor adversario. López Obrador convertido en promotor involuntario del regreso del PRI. AMLO responsable, sin sopesarlo siquiera, de una regresión a la cual ha contribuido.
Tomando decisiones equívocas -una y otra vez- que debilitan su posición política y fortalecen las del contrario; haciendo declaraciones que le restan apoyos y se los transfieren a quienes desea debilitar, pero termina por apuntalar; negando la legitimidad de las alianzas PAN-PRD aunque se han vuelto la única forma de parar al PRI. AMLO como conductor contraproducente; como actor autodestructivo; como político paradójico que encabeza una izquierda empecinada en empoderar a la derecha priista. Una izquierda lopezobradorista que en lugar de actuar como contrapeso eficaz al PRI redivivo, explica su avance.
Todo ello producto de las decisiones poselectorales del 2006 que AMLO tomó, y por ello es imperativo recordarlas. No tenía sentido exigir el recuento voto por voto y -al mismo tiempo- negarse a aceptar sus resultados. No tenía sentido denunciar la ilegalidad de la contienda y aceptar los avances del PRD en ella. No tenía sentido pedir que se examinaran los votos de la elección y sugerir que era necesario anularla. No fue una buena estrategia descalificar todo el juego y también insistir que lo ganó, pedir el recuento y también sugerir que no lo respetaría, mandar al diablo a las instituciones y alienar con ello a quienes se rehusaron a creer que AMLO era peligroso y ahora piensan que lo es.
Y si López Obrador no entiende esto, ojalá que otros miembros de la izquierda mexicana sí sean capaces de hacerlo. Ojalá comprendan que el proyecto de nación que sigue proponiendo es demasiado estrecho. El país que quiere gobernar donde sólo hay cabida para los pobres. El candidato que nunca ha dicho lo que hará por las clases medias. El redentor que ofrece aliviar la pobreza, pero no explica cómo va a crear riqueza. El líder social que no sabe cómo ser político profesional.
Que no entiende la necesidad de deslizarse hacia el centro del espectro político y liderar una izquierda moderna y propositiva desde allí. Incapaz de aprender que precisamente eso llevó al poder a Tony Blair y a Ricardo Lagos y a Felipe González. La transformación del agravio histórico en la propuesta práctica. La reinvención del resentimiento en planteamiento.
Pero López Obrador no quiere o no puede pensar de esa manera. Por su obcecación. Por no moderar sus posiciones cuando debería hacerlo. Por amenazar y chantajear a legisladores perredistas que buscaban formar un frente contra el PRI en el Congreso. Por no atemperar sus posturas. Por pensar que no necesita convencer, que basta con existir.
Éste es un diagnóstico desolador para quienes creemos que México necesita una izquierda encabezada por líderes progresistas, audaces, visionarios. Una izquierda capaz de remontar la intransigencia que fortalece al priismo en vez de frenar su avance. Una izquierda con ideas viables y no sólo posiciones morales. Una izquierda que sepa hablarle a las clases medias en lugar de alienarlas. Una fuerza política que sepa ser oposición y también opción viable de gobierno. Y si no, López Obrador puede entonar la canción de los Beatles "I'll be back" y decir "Regresaré de nuevo... Soy el que te quiere", pero habrá que responderle "Oh no".
Para quienes piensan -pensamos- que México debe tener una izquierda funcional, pocas cosas tan tristes como contemplar la tragedia de su autosabotaje desde hace cuatro años. Las heridas que se ha infligido a sí misma desde la última elección presidencial. El papel suicida que la izquierda dividida se ha empeñado en jugar. El PRD y el PT y Convergencia atrapados en una lógica de confrontación constante entre sí y sin saber exactamente qué hacer con López Obrador. El PRD transformado en propulsor de su peor adversario. López Obrador convertido en promotor involuntario del regreso del PRI. AMLO responsable, sin sopesarlo siquiera, de una regresión a la cual ha contribuido.
Tomando decisiones equívocas -una y otra vez- que debilitan su posición política y fortalecen las del contrario; haciendo declaraciones que le restan apoyos y se los transfieren a quienes desea debilitar, pero termina por apuntalar; negando la legitimidad de las alianzas PAN-PRD aunque se han vuelto la única forma de parar al PRI. AMLO como conductor contraproducente; como actor autodestructivo; como político paradójico que encabeza una izquierda empecinada en empoderar a la derecha priista. Una izquierda lopezobradorista que en lugar de actuar como contrapeso eficaz al PRI redivivo, explica su avance.
Todo ello producto de las decisiones poselectorales del 2006 que AMLO tomó, y por ello es imperativo recordarlas. No tenía sentido exigir el recuento voto por voto y -al mismo tiempo- negarse a aceptar sus resultados. No tenía sentido denunciar la ilegalidad de la contienda y aceptar los avances del PRD en ella. No tenía sentido pedir que se examinaran los votos de la elección y sugerir que era necesario anularla. No fue una buena estrategia descalificar todo el juego y también insistir que lo ganó, pedir el recuento y también sugerir que no lo respetaría, mandar al diablo a las instituciones y alienar con ello a quienes se rehusaron a creer que AMLO era peligroso y ahora piensan que lo es.
Y si López Obrador no entiende esto, ojalá que otros miembros de la izquierda mexicana sí sean capaces de hacerlo. Ojalá comprendan que el proyecto de nación que sigue proponiendo es demasiado estrecho. El país que quiere gobernar donde sólo hay cabida para los pobres. El candidato que nunca ha dicho lo que hará por las clases medias. El redentor que ofrece aliviar la pobreza, pero no explica cómo va a crear riqueza. El líder social que no sabe cómo ser político profesional.
Que no entiende la necesidad de deslizarse hacia el centro del espectro político y liderar una izquierda moderna y propositiva desde allí. Incapaz de aprender que precisamente eso llevó al poder a Tony Blair y a Ricardo Lagos y a Felipe González. La transformación del agravio histórico en la propuesta práctica. La reinvención del resentimiento en planteamiento.
Pero López Obrador no quiere o no puede pensar de esa manera. Por su obcecación. Por no moderar sus posiciones cuando debería hacerlo. Por amenazar y chantajear a legisladores perredistas que buscaban formar un frente contra el PRI en el Congreso. Por no atemperar sus posturas. Por pensar que no necesita convencer, que basta con existir.
Éste es un diagnóstico desolador para quienes creemos que México necesita una izquierda encabezada por líderes progresistas, audaces, visionarios. Una izquierda capaz de remontar la intransigencia que fortalece al priismo en vez de frenar su avance. Una izquierda con ideas viables y no sólo posiciones morales. Una izquierda que sepa hablarle a las clases medias en lugar de alienarlas. Una fuerza política que sepa ser oposición y también opción viable de gobierno. Y si no, López Obrador puede entonar la canción de los Beatles "I'll be back" y decir "Regresaré de nuevo... Soy el que te quiere", pero habrá que responderle "Oh no".
Denise Dresser
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Hay un voto que yo llamo negativo. Dicho voto negativo se puede medir en las encuestas de intención del voto haciendo la pregunta sobre por quién nunca votaría. También tiene que ver con la opinión del ciudadano sobre un candidato o partido: positiva, neutral, o negativa. Ese voto negativo es muy significativo sobre todo cuando la contienda está muy cerrada. En el 2000 Fox le llamó "voto útil", pero porque fue útil para él. Sin embargo ese voto útil fue un voto negativo, en contra, del PRI. Mucha gente que no tenía como primera opción al PAN, votó por Fox pero para que el PRI perdiera. Fue un voto negativo para el PRI.
En el 2006 no ganó el PAN con Felipe Calderón, quien perdió fue AMLO. Muchos priístas, pero sobre todo muchos ciudadanos apartidistas, sin simpatías por algún partido político, votamos por Calderón para que no ganara AMLO. Eso fue un voto negativo para López Obrador.
AMLO tiene muchos seguidores, millones. Pero también tiene un voto negativo altísimo. Dicha percepción negativa se acrecentó después del proceso electoral del 2006 con todas las acciones de protesta, mentiras e incongruencias de AMLO y sus seguidores. Ahora que el peje de nueva cuenta quiere ser candidato lo único que logrará es que el PRI gane. Y es que la gran mayoría de los ciudadanos apartidistas seguramente ya no votarán por el PAN, pero si los ponen en la disyuntiva entre el PRI con un candidato popular como Peña Nieto, que tiene poco voto negativo, y a AMLO como candidato de la izquierda (what ever that means in México), lo más probable es que el voto negativo (que es mayor en el peje que en el PRI, en proporción comparado con su intención de voto) del peje haga que muchos voten por el PRI (que seguramente irá en una alianza con el PANAL y el verde, por lo que las siglas del PRI no serán tan visibles) con tal de que AMLO no gane.
En la próxima encuesta de intención del voto rumbo al 2012 que vean, además de la intención del voto, revisen el voto negativo, el % de percepción negativa de cada candidato y partido.
El peje con su necedad parece que busca que el PRI regrese. No sería raro, pues al final de cuentas AMLO es un ex-priísta.
Comments:
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Creo que el fin del mundo está cerca.
Está escrito que habrá falsos profetas, y el peje es uno de ellos.
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Está escrito que habrá falsos profetas, y el peje es uno de ellos.
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