sábado, abril 11, 2009
Cuidado cuando les cierren el portón
Hace ya unos meses, en una tibia y soleada mañana de invierno, anduve por Casas Grandes por razones de negocios y fui invitado a visitar una finca propiedad de un paisano alemán del Volga donde elaboraban jamones caseros. Al pasar por un chiquero, me llamó la atención el porte de una cerda (marrana) amamantando a unos cuantos lechones. Para salir de la curiosidad, le pregunté al hijo del patrón que me estaba atendiendo de qué raza eran esos cerdos.
- “Son de raza ‘Mexica'. Pero espere que le llamo a mi padre, que a él le va a gustar contar la historia.”
Por la puerta de la cocina emergió don Boris, un gigante de cabellos blancos que se desplazaba dificultosamente asistido por un bastón de 3 patas, y me invitó a sentarme a la mesa de la galería donde reinaba un enorme botellón de alcohol de nuez, de no menos de 60°.
- '¿Ud. sabe cómo se cazan los cerdos salvajes (jabalís) del monte?', me dijo el paisano sin más trámite, mientras me servía un vasito de ese brebaje.
- 'Bueno, creo que con perros que 'los paran' y un fusil que los sacrifica', le contesté prudentemente, presintiendo que la historia venía por otro lado y que el viejo sabía más que yo.
-“En este caso, no es así,” me dijo don Helmuth, “y cuando le diga cómo los cazo yo, Ud. va a poder entender porqué se los llama de raza ‘Mexica' y, si es un hombre inteligente, podrá sacar algunas conclusiones acerca de por qué a los mexicanos les va como les va.
“En el fondo de la finca, detrás de aquella cortina de álamos que Ud. ve, y hasta la orilla del río, hay un monte rústico y sin trabajar. Dentro de ese cuadro, suele haber cerdos salvajes del monte.
Para cazarlos hay que comenzar por buscar un manchón sin matorrales y tirar un poco de maíz en el piso. Cuando los cerdos lo descubren, van a comer todos los días, y Ud. solo tiene que reponerles diariamente la ración. Una vez acostumbrados, construye una cerca en uno de los lados del sitio y les sigue poniendo alimento. Por unos días van a desconfiar, pero después terminan por volver.
Entonces se hace otra cerca a continuación de la anterior, y les sigue poniendo comida hasta que dejen de dudar y regresan a comer. Y así sucesivamente, hasta que casi cierra los cuatro lados y solo deja una abertura para un portón. Ya para entonces se han acostumbrado al maíz fácil, le han perdido el miedo a los cercos y entran y salen casi con naturalidad. Entonces Ud. va y coloca el portón, lo deja abierto y sigue poniendo maíz. Hasta el día que va al corral, encuentra la piara comiendo, y le cierra la puerta. Al principio empiezan a correr en círculos como locos, pero ya están sometidos. Muy pronto se tranquilizan y vuelven al alimento fácil que ya se olvidaron de buscar por sí mismos, y aceptan la esclavitud.
“Uds. los mexicanos no se dan cuenta que estos gobiernos demagógicos que tienen, proceden de la misma manera que yo con los cerdos. Les tiran maíz gratis disfrazado de programas de ayuda, planes sociales, empleos públicos, cargos políticos, subsidios para cualquier cosa, leyes proteccionistas, sobornos electorales. Todo a costa del sacrificio de las libertades que les van confiscando migaja a migaja. Y los mexicanos no se dan cuenta que no existe la comida gratis, y que no es posible que alguien preste un servicio más barato que el que uno mismo hace. ¿Acaso no ven que toda esa maravillosa 'ayuda' que reparte el gobierno, lo hace con los poderes que el pueblo permite que se arroguen, para depredar las libertades y los bienes de la gente que trabaja y que produce? ¿Pero cómo pueden vivir en un paraíso y tratar a toda costa de convertirlo en un infierno? ¿Cómo pueden crear constancia cívica, si los políticos forman cuadros de descerebrados? ¡¡¡Sigan así - nomás -, y que Dios los ayude cuando les cierren el portón !!!”
Don Helmuth se mandó lo que quedaba del cuarto vasito de un solo trago, y desapareció rengueando precipitado por la puerta de la cocina. Y yo, mareado por el alcohol y apabullado por la verdad, saludé al hijo y me volví rumiando mi frustración por el polvoriento camino de regreso a casa, para seguir comiendo el maíz que los gobiernos nos dan.
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Ignoro si esta anécdota sea cierta y no tengo, en todo caso, el nombre del autor. Pero lo que sí es cierto es el mensaje, cómo los actos populistas de los gobiernos “amansan” al pueblo. Sobre todo ahora en época de elecciones que nos prometen el cielo y las estrellas. Servicios gratis, subsidios para esto o aquello, no aumentar impuestos o quitar algunos existentes, a los consumidores precios congelados, a los productores precios de garantía, educación dizque pública y gratuita, y un larguísimo etcétera. ¿Cuándo aprenderemos que no hay “lonche gratis”? ¿Cuándo aprenderemos que todo lo “gratis” o subsidiado que los gobiernos dan alguien más lo está pagando? Y en la mayoría de los casos lo pagamos nosotros mismos, pero por otro lado. Y ese otro lado casi siempre es en servicios y/o productos de pésima calidad, exceso de burocracia, y claro, más políticos populistas y demagogos que seguirán prometiendo lo mismo para ganar votos de los pobres e ignorantes de tal forma que se puedan ellos perpetuarse en el poder, manteniendo el círculo vicioso. Razona tu voto.