sábado, junio 10, 2006
Mas que obvia la estrategia de AMLO hacia la recta final...
Debate y posdebate
Dos punteros y un rezagado. Así llegaron al World Trade Center y así salieron. El duelo fue entre Felipe Calderón y López Obrador. Roberto Madrazo hizo hasta lo imposible para subirse al cuadrilátero pero no lo logró. Paralelamente hubo otro debate entre los cinco contendientes. Fueron dos dinámicas diferentes. Calderón y López Obrador coincidieron en una cosa: ignoraron olímpicamente al candidato del PRI. Ambos, como el auditorio, sabían que el pleito real es entre ellos. La elección del 2 de julio se ha polarizado. Vamos a una suerte de plebiscito. Roberto Madrazo puede colapsarse o no, pero no estará entre los finalistas.
Felipe Calderón tuvo un buen desempeño. Fue ágil, fresco y llegó con un abanico de propuestas. No sólo eso. Criticó y polemizó directamente con AMLO. Se le veía fuerza, determinación e ingenio. Por eso se puede decir que fue el vencedor. Es cierto que no pulverizó al candidato de la Alianza por el Bien de Todos. El formato acartonado funcionó como una barrera de contención. Pero sí lo puso en varias ocasiones contra las cuerdas y lo dejó sin aliento, en silencio. No sorprende entonces que la encuesta telefónica de Reforma y los grupos de enfoque de Ulises Beltrán arrojen el mismo resultado: Calderón se impuso claramente sobre AMLO.
López Obrador, por su parte, se ajustó a su estrategia. Mantuvo un bajo perfil. Su mejor logro fue conservar el control y abstenerse de sus excesos verbales. Pero a cambio de esa mesura, vimos a un personaje gris, lento y reiterativo. No hizo propuestas concretas. Repitió las generalidades a las que nos tiene acostumbrados: los de arriba versus los de abajo, primero los pobres, hay que cambiar el modelo de desarrollo, etcétera. En el tema de seguridad, la pobreza de su oferta contrastó con la convergencia que se registró entre el resto de los candidatos para impulsar los juicios orales y dotar de autonomía al Ministerio Público. En suma, López Obrador confirmó que no tiene programa ni oferta de gobierno.
Hay que subrayar que el lenguaje corporal y el tono de voz de AMLO fueron particularmente lentos y desganados en la primera parte del debate. Parecía cansado, amén de que se abstenía de responder a los ataques y las preguntas que le formulaba Felipe Calderón. Sin embargo, hacia el final aceleró el paso. Se le vio más despierto e incisivo. La estrategia, ahora lo sabemos, era calculada. En su última intervención sacó el as que traía bajo la manga: la denuncia de la presunta complicidad de Calderón con su cuñado en una suerte de "peculado" de 2 mil 500 millones de pesos. El golpe fue sorpresivo y podría haber sido contundente, pero la suerte favoreció a Calderón que tuvo oportunidad de replicar y desmentir la acusación.
Este gesto retrata a López Obrador de cuerpo entero. La presunta víctima atropellada y desvalida se convierte súbitamente en victimario. Y digo esto porque todo indica que los datos y los documentos en los que basó su denuncia, y que ya hizo públicos, no prueban su dicho. Pero el daño ya está hecho. Los millones de televidentes que presenciaban el debate oyeron la acusación y muchos de ellos la darán por buena, independientemente del fundamento que pueda tener. De ese modo, la supuesta víctima de la "guerra sucia" echó mano del recurso de la calumnia para golpear a su contrincante. Pero nadie debe llamarse a sorprendido, porque a lo largo de su biografía AMLO ha sido un maestro del doble juego, la traición y la calumnia... y quien lo dude puede preguntarle a Cuauhtémoc Cárdenas.
En esta ocasión, sin embargo, el costo podría ser muy alto para el candidato de la Alianza por el Bien de Todos. Y digo en esta ocasión, porque el recuento de sus denuncias sin fundamento (y sin consecuencias negativas para él) es muy fácil de hacer: señaló a la DEA y al Departamento del Tesoro de los Estados Unidos como los responsables de la filmación de Gustavo Ponce en Las Vegas; después, acusó en la Cámara de Diputados a Mariano Azuela, presidente de la Suprema Corte de Justicia, de ser parte del complot en su contra, para no mencionar las denuncias que ha lanzado contra Vicente Fox, "jefe abierto de la conspiración". Y más recientemente, afirmó que Roberto Hernández financiaba la campaña de Calderón mediante maletines llenos de dinero como los que recibía René Bejarano.
Sobra decir que jamás probó uno sólo de sus dichos. Y no sólo eso. En el caso de la denuncia contra la DEA y el Departamento del Tesoro creó un incidente internacional de manera absolutamente irresponsable, toda vez que luego se supo que Carlos Ahumada era el autor de las filmaciones. Pero lo que importa señalar es que esta impunidad en el decir y en el denunciar lo ha acompañado a lo largo de toda su carrera política. Él es siempre la víctima y eso le da derecho de recurrir a cualquier medio o instrumento para defenderse, ya sea la mentira o la calumnia. Lo grave está en que, a final de cuentas, todo termina por resbalársele.
Es hora de poner las cosas en su lugar. El martes por la noche AMLO echó toda la carne al asador. Definió, entre otras cosas, el contenido del posdebate. Porque el miércoles por la mañana la pregunta no era quién había ganado el debate, sino si eran ciertas o no sus acusaciones contra Calderón. La intención era y es obvia: poner al candidato del PAN a la defensiva y vulnerar su imagen.
En ese sentido, la peor estrategia que podrían adoptar Calderón y Acción Nacional sería la de mantenerse a la defensiva. O para decirlo de otro modo, no basta con mostrar y demostrar que los hechos que se le imputan no son verdaderos, lo que deben hacer es denunciar que AMLO miente recurrentemente. Porque la acusación la vimos en vivo y en directo millones de personas. No se trata de suposiciones o imputaciones. López Obrador mintió y calumnió a sabiendas. López Obrador miente, incluso, cuando dice que nunca miente.
Esa es la campaña que deberían emprender los panistas (a reserva, claro está, de que reciba la aprobación de La Santa Inquisición, es decir, del Trife). No se puede confiar en alguien que miente recurrentemente. Y menos se le puede creer cuando dice que es honesto, que es valiente y que jamás traicionaría al pueblo. Allí está, quiérase o no, la esencia del posdebate. Porque si MALO logra fijar la agenda y poner a Calderón a la defensiva se habrá apuntado una victoria estratégica. Al Peje, como a Pinocho, le está creciendo desde hace mucho tiempo la nariz.
Jaime Sanchez Susarrey
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Sin lugar a dudas la estrategia mediatica de AMLO (desde que empezo con sus conferencias mañaneras en el 2001) ha sido muy buena. Ha manejado a los medios de comunicacion, electronicos y escritos, de tal manera que las piezas se van acomodando a como el quiere. Salvo los pequeños tropezones de las chachalacas y de no ir al primer debate, todo lo demas le ha salido casi a la perfeccion.
Su acusacion sobre Calderon, en su ultima intervencion en el debate fue muy efectiva. No importa que no sea cierto, el daño ya esta hecho. En Mexico todos creemos que los politicos, los funcionarios publicos son corruptos. Todos trafican con influencias y se vuelven ricos al poco tiempo. Por eso un ataque de este tipo, aunque no tengan pruebas, resulta muy efectivo en la psique de los mexicanos.
Si AMLO recupera el terreno perdido y gana la eleccion sin lugar a dudas sera por este hecho, por esa acusacion sin fundamento pero que ha sido contundente. El que se quejo de la guerra sucia, resulto el mas sucio de todos. Politicamente hablando (con la definicion mexicana de politico) me quito el sombrero ante AMLO. No se detendra ante nada ni nadie para llegar al poder. Esta usando todos los medios posibles. Incluso, ante la posibilidad de la derrota en semanas pasadas, instrumentaron la version del fraude y de pegarle al arbitro (IFE y TRIFE) para en dado caso de que pierdan, fundamentar sus manifestaciones y su negativa a reconocer el resultado. Todo esta friamente calculado, han cubierto todos los posibles escenarios.
Esto me preocupa mas. Una vez en el poder, ¿le seran suficientes 6 años?
Dany Osiel Portales Castro
Monterrey, NL, México
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