lunes, mayo 15, 2006

 

RV: El Blues del hombre de Acero..... (Léelo y dale Forward por favor)

 
 

El Blues del hombre de Acero

Pronóstico del clímax

(Xavier Velasco - 15-Mayo-06, Milenio Diario)


Todavía hay un tufo a herejía en el afán de ver como persona al Sacro Subcomandante, acaso porque sólo el fanatismo justifica que el superhéroe haya cambiado capa por machete

1: Todos somos Supermán
Uno puede ser ex marido, ex director, ex alcalde y vivir al final como si nada, pero seguramente abominaría de la idea de ir por la vida como ex superhéroe. Imaginemos a Clark Kent deambulando desconsolado por los pasillos del periódico El Planeta, despojado de otros súper poderes que los de la memoria, y en tanto preguntándose por Luisa Lane: desamparada ante tantos peligros y para siempre lejos de sus brazos, pues bien se sabe que a la reportera no le gustan los tímidos, ni los alfeñiques. ¿Qué haría el pobre de Clark, solo con su inservible capa de Supermán? ¿Qué haría Bruno Díaz si nunca más pudiera convertirse en Hombre-Murciélago? ¿Quién tendría siquiera tiempo de mirarlo empujando su viejo Batimóvil por la ciudad sin ley? No quiero imaginar el patético espectáculo que ofrecerían los ex superhéroes en su intento por ser reivindicados como tales, cargando con el fardo de ya sólo haber sido y a lo mejor hasta mudando de nombre, de capa o de bando. ¿Admiraríamos de todas formas al Llanero Solitario si dejara el caballo y el antifaz para llamarse, por ejemplo, Sebastián Guillén?

Ignoro si el papel de Subcomandante corresponda efectivamente al de un superhéroe, pero entiendo que el uso del pasamontañas le confiere súper poderes jurídicos y un aura de romanticismo vengador que se quiere invencible y perenne. No es, por tanto, una exageración sospechar que la falta de ese pasamontañas dejaría al Subcomandante como cualquier Clark Kent: un hijo de vecino que tiene que rascarse con sus uñas para sobrevivir, con lo bonito que era coquetear con la muerte de línea en línea, para arrobo del público cautivo. ¿Qué hace un Subcomandante sin pistola, ni pipa, ni cananas, como no sea obligarse a conseguir chamba y tener que vivir como un mortal cualquiera? ¿Qué pasaría si, en lugar de encajarle la bala que de tantas maneras ha pedido, viniera un magnicida a arrebatarle el pasamontañas, en vivo, en directo y en proyección nacional?

2: Máscaras chiapanecas
Contaba Amado Avendaño, valedor de los zapatistas donde los hubiera, que quien más tarde haríase llamar Subcomandante Marcos había llegado a Chiapas abogando por la dictadura del proletariado. Una idea que a los indígenas locales —cuyos problemas eran concretos y apremiantes— debió de parecerles inmaterial, pues muy pocos se interesaron en siquiera explorarla. Solamente después, en plan de abanderado zapatista, pudo el fuereño conseguir el apoyo de aquellos a quienes nadie parecía interesado en escuchar. No querían, pues, doctrinas y utopías, sino una voz potente de su lado. Una voz que no fuese autoritaria, sino obediente. Tal sería su legitimidad y el origen de múltiples súper poderes, acrecentados por la elocuencia muda de tantos relegados por el progreso. No querían, entonces, rebelarse contra la modernidad, sino ser parte de ella. No querían, decían, un México sin ellos. ¿Quién, que no fuera un necio y un inconsecuente, podía regatear tan justa aspiración?

Cuando Clark Kent se torna Supermán, suele salir volando “a luchar por la justicia”. Podría, si quisiera, hacerse con el poder de Villachica, y acaso gobernarla con equidad y tino, pero nunca lo intenta, y a lo mejor por eso se le admira: es todopoderoso, pero también civilizado y obediente. Virtudes, estas últimas, no del todo apreciadas cuando se vive bajo el yugo de un poder impuesto y nefasto. En 1994, el Subcomandante Marcos no era súbdito de la buena sociedad de Villachica, sino de un gobierno en gran medida autoritario, cuyo máximo líder se jactaba de no ver ni oír a nadie. Así las cosas, obedecer a las comunidades que representaba suponía rebelarse contra el poder central con la bastante inteligencia para obligarle a escucharlos. Que esto además lo hiciera con ingenio y desparpajo daba a la causa del Subcomandante una autoridad moral añadida, fácilmente confundible con un salvoconducto incontestable. No obstante, ¿quién, que pretenda hacerse parte activa del progreso y el diálogo civilizado, necesita tornarse incontestable? ¿Dónde había quedado, a todo esto, aquel antiguo sueño de dictador proletario?

3: ¡A luchar por la estulticia!
Hoy, el Subcomandante ha cambiado de título. Todavía apegado a la ostentosa humildad que en su momento tanto lo acreditara, se dice Delegado Zero —zirou, se pronuncia: los superhéroes hablan en inglés—, aunque no se moleste en decirnos quién le delegó qué. Finalmente, ya es lo bastante popular para autodelegarse cuanto le venga en gana. Tampoco necesita de un enemigo autoritario y poderoso, pues debería entenderse que todos sus probables enemigos tienen que ser nefastos por naturaleza. Basta con que su dedo flamígero los apunte para que no merezcan derecho a locución: cuanto digan será basura imperialista. Menos aún precisa el flamante Subdelegado los argumentos de una causa justa, luego de haber sacado la máscara por sus aliados etarras, a quienes todo ese numerito del pacifismo los trae alegremente sin cuidado. Hoy día, el Subdelegado en decadencia prefiere encabezar pandillas de rufianes obedientes y pasarse la civilización por las cananas. Todo con tal de no mirarse sin súper poderes.

Narcisismo y nostalgia: he ahí una combinación patética, destinada a desembocar en mera necedad. Ahora bien, es muy fácil decirlo cuando no es uno quien perdió sus poderes. Peor todavía si se desea tanto el poder que es preciso emboscarse en sobrenombres mustios para disimular una rancia vocación autoritaria. ¿Al final, qué le queda al Subdelegado sino asirse a esa vieja fotogenia que lo libra de ser un democrático don Nadie? ¿Quién salva a Supermán de terminar en plan de bravucón callejero? “Guerrilla sí, elecciones no”, rezan los neosebastianistas por las calles, y su fe es suficiente para ver en lo alto a un Santo Supermán que permutó la capa por el machete. Pobre Clark Kent, que papelón el suyo.

Xavier Velasco

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Comments:
Soy Alex Zvook el que te envió éste escrito de Xavier Velasco, me da gusto que lo hayas puesto en tu sitio al igual que el otro que te envié de "la izquierda y el derechazo", viene bien algo del sarcásmo e inteligencia de Xavier Velasco, a ver si no lo "excomulgan" los demás intelectuales" que tanto apoyan a M.A.L.O., por cierto hay un artículo muy bueno que salió hoy en Milenio de Luis González de Alba en donde habla de como "Marcos-Zero-a la izquierda" corrió a Poniatowska de su mítin diciendole "el acto no empieza hasta que te largues", ante lo cual ningún "intelectual" de los que tanto defendieron a la señora "pony" ha dicho nada ahora, ¿pues no que muy defensores de ella?, estaría bueno si lo pudieras poner en tu sitio, yo no tengo membresía electrónica de Milenio para copiar y pegar el texto sino te lo mandaba.

Saludos!
 
Hola Alex!

Gracias por enviarme esos aportes!

Yo tampoco tengo acceso a Milenio.

saludos
 
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