viernes, mayo 26, 2006

 

El incierto futuro del DF

La situación política de la Ciudad de México parece estar escrita; en nuestro caso existe la predestinación o el dedazo. Marcelo Ebrard será el próximo jefe de Gobierno capitalino, algo extraño si consideramos su peculiar carrera política, la suya y la de su eterno jefe Manuel Camacho, desde que ambos arrancaron siendo los mejores soldados de Salinas. Si bien, a escala nacional, López Obrador ya cayó en su verdadera dimensión, en el DF Marcelo sigue imbatible: ni los votos juntos de Sodi y Beatriz Paredes, dicen los felices perredistas, podrían derrotarlo.

Mis padres (ambos de militancia socialista) nacieron en el DF, aquí mis abuelos paternos trabajaron y dejaron huella, aquí nací yo, sin embargo, no lo entiendo. Comparto el hartazgo por el PRI, consta en cientos de artículos, la mayoría publicados en Excélsior. Fui crítico del presidencialismo mexicano cuando todos lo elogiaban o guardaban silencio cómplice. Me alegró el triunfo de Cárdenas, pero no es comprensible la manera en que pillos y aventureros, haciendo a un lado al fundador, se adueñaron de la capital: hacen con ella lo que quieren, hay una desmesurada corrupción, ineptitud generalizada y total falta de respeto a la ciudadanía. El colmo es que en el peor estilo priista, López Obrador elija a su sucesor y lo ponga por encima de los creadores del PRD, muchos de ellos víctimas de un PRI que encabezaban Camacho y Ebrard y todos aplaudan y elogien la medida antidemocrática. Marcelo pasó de incondicional de Salinas (el villano favorito del PRD) a incondicional de AMLO y nadie pareció notar la transición. Si Sodi se va al PAN es una canallada; si Leonel Cota, Marcelo Ebrard o Ricardo Monreal pasan al PRD, es un acto heroico. Buena lógica.

No contentos con ello, los perredistas insisten en mantener a un Ebrard arrogante y mentiroso, como AMLO, en las alturas de las preferencias electorales, cuando debería estar sometido a juicio por el tristemente célebre caso de Tláhuac. La multitud de linchamientos en el DF sólo han provocado una sonrisa irónica en AMLO y Ebrard y una frase espantable: “Son usos y costumbres del México bronco”. ¿Cuáles son los resultados de Ebrard en su paso por el DF? Pocos y todos negativos. La inseguridad prevalece, no pudo ni quiso arreglar este inmenso problema. Trajo a Giuliani para impresionar a un hombre aldeano como López Obrador y sólo consiguió hacer más próspero al neoyorquino, gracias al pago de cuatro millones de dólares. Se limitó a crear la policía charra, la acuática, la turística, la antigrafiti, la montada y otras tonterías para gringos y no para eliminar la delincuencia. Cuando alguien critica la pasmosa cantidad de ambulantes y la asombrosa corrupción en el DF, la respuesta es inmediata: “Empezaron con el PRI”. Sí, cuando Camacho y Ebrard estaban al frente del gobierno capitalino. Hoy se han convertido en un grave problema sin solución real. Está visto que ignoramos la relación de Ebrard con Bejarano y Padierna y mucho menos notamos su ineficiencia política. Comenzó su carrera amparado por Salinas y Camacho, entonces socios, y la sigue con el apoyo de AMLO y Camacho, ahora socios.

Pero destaquemos su trabajo como jefe policiaco. Hombre frívolo y sin principios, Ebrard fracasó en materia de seguridad, lo que más requiere el DF. No hablo de construcciones faraónicas ni de desviaciones de recursos ni de la incapacidad para producir empleos, porque ésas no eran sus tareas. Atengámonos a lo que fue su área, no hay duda: fue un total fracaso.

La presencia de Camacho y Ebrard en la cúpula perredista es el fin de un sueño la fundación de un partido decente, digno, de políticos honestos y con auténtica vocación de servir al país. Tal partido jamás ha dejado de mostrar el rostro de la intolerancia y el autoritarismo. Es democrático cuando las cosas le son favorables, cuando no, se convierte, como AMLO, en fiera capaz de destrozar a sus enemigos. (En lustros de publicar artículos contrarios al PRI y al PAN, jamás recibí una carta majadera. Hoy los perredistas llenan mi correo con vulgaridades, insultos y simplezas, sin argumentos serios, probando ser los reyes de la intolerancia.) Asusta imaginarlos en la Presidencia de México, dueños de la nación, sin contrapesos que los detengan, sin control de sus desmedidas ambiciones de riqueza y poder. Si los delegados y diputados capitalinos son una vergüenza, esos mismos, ya instalados en toda la administración pública, se darán gusto quitando y poniendo, haciendo su voluntad en medio de una sociedad cortesana y miedosa. Los habitantes del DF tendrán que meditar su voto, imaginar las consecuencias de su acción cívica y en manos de quién o quiénes va a depositar su futuro, tomando en cuenta el pasado. Por lo pronto, Ebrard deja ver una amplia sonrisa de satisfacción, sólo necesita el carro completo, delegaciones y la Asamblea Legislativa, para hacer lo que le venga en gana.
 
Rene Aviles Fabila, Excelsior

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