viernes, abril 21, 2006
El demonio de la arrogancia
Todos tenemos ángeles y demonios. Y no lo digo en el sentido religioso, sino como metáfora de las virtudes que inclinan nuestras acciones hacia el bien y de los defectos que frenan o anulan algunas de esas virtudes y nos llevan a dañar a alguien.
El problema de nuestros propios ángeles y demonios es que nos pasamos toda la vida vinculados a ellos. Cuando descubrimos que los tenemos tratamos de identificarlos con claridad. Después procuramos luchar contra los que nos sumergen en la oscuridad y nutrir a los que nos dan acceso a la paz interior, siempre luminosa.
Se dice fácil, pero no lo es. Conforme crecemos, nuestros ángeles y demonios se van transformando, de manera que nunca nos podemos ufanar de tenerlos bajo control. Aunque la arrogancia a menudo nos entrampa y nos hace creer lo contrario.
Una de las cosas dolorosas que viví como maestra fue tener alumnos cuya cabeza no daba para mucho. Se esforzaban por aprender, aunque no siempre lo lograran. Frente a ellos estaban quienes captaban todo a la primera lo que, a veces, terminaba por volverlos arrogantes. Confundían el entender algo con saberlo todo.
La arrogancia es, sin duda alguna, uno de los demonios más difíciles de dominar porque nos susurra al oído palabras que nos engrandecen y nos envanecen, de modo que sin darnos cuenta empezamos a descender por un tobogán ante la mirada de los demás, pero no la nuestra.
Cuando don Alfredo Gracia comentaba a alguien sobre sus incipientes poemas o cuadros, yo le reclamaba amigablemente. Don Alfredo era tan generoso, que consideraba justo alabar mucho a quienes empezaban, sin señalar ninguno de sus defectos, limitaciones o tareas pendientes. Decía que era para no desalentarlos. Pero yo argumentaba que los encuerdaba de más. Escribían un librito de poemas endebles y tras hablar con él, se sentían Paz, Whitman o Plath redivivos.
Y no hay espectáculo más triste que un joven talentoso convertido en un adulto mediocre o francamente estúpido porque perdió la capacidad de revisar con rigor lo que es, lo que hace y lo que dice.
Aunque hay algo que se le iguala: el espectáculo de los adultos que ya sin necesidad de ser arrogantes para ganarse la admiración (que no el respeto) de los demás, se dejan cegar por su propio talento y creen que por ser muy (aquí ponga usted el adjetivo que guste) brillantes, osados, hábiles, políticos, talentosos, todo lo que piensen, digan o hagan es incuestionable.
Algunos hemos visto hundirse así a hombres y mujeres que lo tenían todo para ganarse el respeto de amigos y enemigos, pero su arrogancia les ganó. Dejaron de escuchar, de discutir, de revisarse a sí mismos. Hicieron a un lado la humildad por considerarla innecesaria. Y si alguien osaba cuestionar lo que proponían, decían, hacían o pensaban era un atentado personal, no algo que los obligara a revisar a fondo qué tanto valor tenía la crítica que se habían ganado.
Y así los ve usted colaborando en muchas cosas y peleados con todo el mundo porque piensan: "¿Cómo me van a cuestionar a mí? ¿Quiénes son ellos para cuestionarme? Son tan obsoletos, ignorantes, viejos, novatos (otra vez, ponga usted el adjetivo que guste), que no entienden mis vanguardistas propuestas".
Es una historia vieja y repetitiva, pero sigue doliendo ver el potencial de gente a la que le apostamos echado por la borda de la arrogancia.
¿Le suena conocido? No me extraña. Es el modelo que, desgraciadamente, ha seguido el Peje. Y por eso (además de la campaña feroz en su contra) ha perdido tantas simpatías entre el electorado no perredista.
Fox fue muy arrogante a lo largo de su campaña y de su Presidencia. No hubo manera de hacerlo escuchar una sola crítica; de que aceptara uno de sus errores; de que recordara que él fue todo lo que hoy critica al Peje (prometedor, mesiánico); de que todo lo criticado a los priistas de antaño, lo repite hoy calcado y al pie de la letra.
Pero con todo y eso, el Peje le gana. Y en el pecado lleva la penitencia. Cada vez le cae peor a mucha gente porque ya no pisa el suelo. Porque su opinión es incuestionable. Porque él sí sabe cuál es la verdad y los demás, sólo somos comparsas ignorantes.
El problema de nuestros propios ángeles y demonios es que nos pasamos toda la vida vinculados a ellos. Cuando descubrimos que los tenemos tratamos de identificarlos con claridad. Después procuramos luchar contra los que nos sumergen en la oscuridad y nutrir a los que nos dan acceso a la paz interior, siempre luminosa.
Se dice fácil, pero no lo es. Conforme crecemos, nuestros ángeles y demonios se van transformando, de manera que nunca nos podemos ufanar de tenerlos bajo control. Aunque la arrogancia a menudo nos entrampa y nos hace creer lo contrario.
Una de las cosas dolorosas que viví como maestra fue tener alumnos cuya cabeza no daba para mucho. Se esforzaban por aprender, aunque no siempre lo lograran. Frente a ellos estaban quienes captaban todo a la primera lo que, a veces, terminaba por volverlos arrogantes. Confundían el entender algo con saberlo todo.
La arrogancia es, sin duda alguna, uno de los demonios más difíciles de dominar porque nos susurra al oído palabras que nos engrandecen y nos envanecen, de modo que sin darnos cuenta empezamos a descender por un tobogán ante la mirada de los demás, pero no la nuestra.
Cuando don Alfredo Gracia comentaba a alguien sobre sus incipientes poemas o cuadros, yo le reclamaba amigablemente. Don Alfredo era tan generoso, que consideraba justo alabar mucho a quienes empezaban, sin señalar ninguno de sus defectos, limitaciones o tareas pendientes. Decía que era para no desalentarlos. Pero yo argumentaba que los encuerdaba de más. Escribían un librito de poemas endebles y tras hablar con él, se sentían Paz, Whitman o Plath redivivos.
Y no hay espectáculo más triste que un joven talentoso convertido en un adulto mediocre o francamente estúpido porque perdió la capacidad de revisar con rigor lo que es, lo que hace y lo que dice.
Aunque hay algo que se le iguala: el espectáculo de los adultos que ya sin necesidad de ser arrogantes para ganarse la admiración (que no el respeto) de los demás, se dejan cegar por su propio talento y creen que por ser muy (aquí ponga usted el adjetivo que guste) brillantes, osados, hábiles, políticos, talentosos, todo lo que piensen, digan o hagan es incuestionable.
Algunos hemos visto hundirse así a hombres y mujeres que lo tenían todo para ganarse el respeto de amigos y enemigos, pero su arrogancia les ganó. Dejaron de escuchar, de discutir, de revisarse a sí mismos. Hicieron a un lado la humildad por considerarla innecesaria. Y si alguien osaba cuestionar lo que proponían, decían, hacían o pensaban era un atentado personal, no algo que los obligara a revisar a fondo qué tanto valor tenía la crítica que se habían ganado.
Y así los ve usted colaborando en muchas cosas y peleados con todo el mundo porque piensan: "¿Cómo me van a cuestionar a mí? ¿Quiénes son ellos para cuestionarme? Son tan obsoletos, ignorantes, viejos, novatos (otra vez, ponga usted el adjetivo que guste), que no entienden mis vanguardistas propuestas".
Es una historia vieja y repetitiva, pero sigue doliendo ver el potencial de gente a la que le apostamos echado por la borda de la arrogancia.
¿Le suena conocido? No me extraña. Es el modelo que, desgraciadamente, ha seguido el Peje. Y por eso (además de la campaña feroz en su contra) ha perdido tantas simpatías entre el electorado no perredista.
Fox fue muy arrogante a lo largo de su campaña y de su Presidencia. No hubo manera de hacerlo escuchar una sola crítica; de que aceptara uno de sus errores; de que recordara que él fue todo lo que hoy critica al Peje (prometedor, mesiánico); de que todo lo criticado a los priistas de antaño, lo repite hoy calcado y al pie de la letra.
Pero con todo y eso, el Peje le gana. Y en el pecado lleva la penitencia. Cada vez le cae peor a mucha gente porque ya no pisa el suelo. Porque su opinión es incuestionable. Porque él sí sabe cuál es la verdad y los demás, sólo somos comparsas ignorantes.
Rosaura Barahona, El Norte
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Y quien conozca o haya leido a Barahona sabra que es todo menos panista o foxista. De hecho, 8 de cada 10 editoriales suyas habla mal del PAN o de Fox. Encontrar esta "perla" donde acusa la soberbia de AMLO es prueba de que es una opinion objetiva. Al menos no podran tacharla de panista como hacen con otros.
saludos
Comments:
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Y tiene toda la razón.
La primera estupidez del peje es su soberbia. Ni para qué lo negamos.
Ahora que, "no hay que ver la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio".
Felipe no es precisamente el mexicano educado y decente que se quiere hacer ver y madrazo...bueno, madrazo es madrazo.
La primera estupidez del peje es su soberbia. Ni para qué lo negamos.
Ahora que, "no hay que ver la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio".
Felipe no es precisamente el mexicano educado y decente que se quiere hacer ver y madrazo...bueno, madrazo es madrazo.
Vaya, es bueno leer que alguien que apoya al PG acepta uno de sus defectos. Todos con los que me habia topado lo idolatran y lo ven perfecto, sin mancha.
Para mi los 5 candidatos son pesimos. No se hace uno. Pero el peor es el PG.
www.anula-tu-voto.org.mx
como prueba de mi dicho
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Para mi los 5 candidatos son pesimos. No se hace uno. Pero el peor es el PG.
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