domingo, octubre 08, 2023

 

El objetivo

Claudia Sheinbaum ha dejado claro cuál es su objetivo para la elección del 2024. No sólo ganar la Presidencia, sino conseguir la mayoría calificada en el Congreso para poder reformar la Constitución, a fin de que jueces, magistrados y ministros sean elegidos mediante voto popular.

 

En sus palabras: "Ya se democratizó el Poder Legislativo y el Ejecutivo, ahora nos toca cambiar el Poder Judicial". ¿Eso queremos? Hoy el Poder Legislativo es un mero apéndice de AMLO. En la Cámara de Diputados fueron capaces de recibir una reforma electoral fundamental una mañana y aprobarla en la tarde. Ni simularon discutirla. La mayoría ni la leyó. Sheinbaum quiere un Poder Judicial como el Congreso actual, que no discuta, sino que acate instrucciones.

 

Hay muchos problemas en nuestro sistema de administración y procuración de justicia. Por ejemplo, los altos índices de impunidad en delitos graves como el homicidio doloso. A nivel nacional, sólo el 7 por ciento de los casos son resueltos, y "resueltos" significa que alguien acabó en la cárcel, no necesariamente el culpable.

 

¿Hay jueces federales corruptos? Seguramente. Pero en menor medida que en la mayoría de las entidades, donde los jueces locales suelen depender directamente del Gobierno. El homicidio, por cierto, corresponde a la justicia local.

 

La solución no es elegir a jueces, magistrados y ministros. ¿Se imaginan los compromisos que harían para buscar recursos para su campaña? No se me ocurre un mejor arreglo para someterlos al poder del dinero, legal e ilegal.

 

En un contexto donde el crimen organizado se expande, donde hay crueles asesinatos con frecuencia, es revelador que la preocupación del Gobierno sea la autonomía del Poder Judicial. El reto es otro: tener un sistema de justicia que funcione, desde los policías y fiscalías hasta los jueces, locales y federales. Sin olvidar esos centros de adiestramiento de criminales que son las cárceles. En todos los países un buen sistema de procuración y administración de justicia implica algún grado de autonomía, funcionarios capacitados y bien pagados con certidumbre en su carrera, y mecanismos constantes de evaluación.

 

Si un juez, magistrado o ministro de la Corte sistemáticamente decide en un sentido cuestionable, hay que averiguar por qué. Concluir que todo el sistema está corrompido porque hay jueces presuntamente corruptos es un error. AMLO ya lo dijo: "no se puede juzgar a una institución como el Ejército, (...) sólo por el mal comportamiento de uno, dos, cinco, 10, 15, 20, 30, 40, 50, 100 de sus miembros".

 

Las democracias constitucionales están diseñadas para tener pesos y contrapesos. Si el próximo Gobierno obtiene la mayoría constitucional en el Congreso, la destrucción del Poder Judicial sería sólo una de las vías para concentrar el poder. Podrían rehacer el marco constitucional mexicano.

 

Paradójicamente todo ese poder no es bueno ni siquiera para quien lo tiene. Sin contrapesos, los errores se multiplican y los abusos son inevitables. Hay más ejemplos de líderes muy poderosos que llevan al desastre (Stalin, Mao, Pol Pot, Castro), que quienes lo usan para el beneficio de la sociedad, como Lee Kuan Yew, quien fuera primer ministro de Singapur por 31 años.

 

El exceso de poder suele ser fuente de arbitrariedad. En un mundo donde competimos por la inversión, un Poder Judicial al servicio del poder político incrementaría el costo de invertir en México. No solo habría menos inversión, sino que llegaría la que mejor sabe navegar en las aguas de un poder político centralizado.

 

El riesgo mayor es la incertidumbre para todos del respeto a nuestros derechos básicos. Incluso el votante morenista debería considerar que, si bien hoy el poder lo tiene Morena, después puede regresar a uno de los partidos odiados o a uno de extrema derecha. ¿De verdad quieren heredar eso? ¿O toda la apuesta es no soltar nunca el poder?

 

Carlos Elizondo Mayer-Serra

 

 


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