martes, marzo 28, 2023
Mundo complicado
Mundo complicado
Aunque estamos concentrados en lo que ocurre en México, el resto del mundo se está moviendo, y mucho.
Primero, Xi Jinping está moviéndose, una vez que logró concentrar todo el poder en sus manos. Fue a visitar a Putin, al día siguiente de que éste fue calificado como criminal de guerra por la Corte Internacional de La Haya, y dejó muy claro quién manda. Rusia es ahora un aliado menor de China. Sigo pensando que es posible que Rusia no sobreviva el grave error de Putin, invadir Ucrania.
Conviene recordar (ya lo hemos hecho) que Rusia es en realidad un imperio colonial construido en el siglo XVII, en un proceso que los historiadores llaman “rusificación”. En el extremo oriental, ocuparon territorios manchúes que China ahora considera parte suya, con mucha más razón de la que Rusia utilizó en el caso de Ucrania. En medio, los territorios siberianos de Asia Central, muy despoblados, que han sido utilizados por la Rusia europea para obtener materias primas, no son nada fáciles de defender por una Rusia que ha sacrificado su ejército en la invasión a Ucrania.
Al respecto, la ofensiva de invierno de Rusia fue un fracaso, y ahora se espera el movimiento contrario: ofensiva de primavera de Ucrania. Con un ejército más motivado, y con equipo proveniente de Occidente, Ucrania puede hacerle pasar un muy mal rato a los rusos, desorganizados, sin capacitación, y reviviendo equipos de hace muchas décadas.
Por si fuese poco, Suecia y Finlandia han decidido ya ingresar a la OTAN, y Turquía retiró su objeción. Hay incluso quien cree que la invasión de Putin está provocando el resurgimiento de Europa, especialmente en el tema militar, que habían dejado de lado porque podían depender de Estados Unidos. Las amenazas de Trump hace unos años, y ahora la mucho más tangible amenaza rusa, los han convencido de cambiar curso.
En Turquía hay elecciones, y Erdogan enfrenta serias dificultades. Aunque la economía turca ha tenido buenos años, recientemente la inflación ha sido extraordinaria (dos dígitos, más cerca de pasar a tres que de regresar a uno) y ahora se sumó el terremoto reciente. Una combinación que en México, a mediados de los ochenta, inició el proceso de derrumbe del viejo PRI. No es claro qué pueda ocurrir, porque Erdogan ha construido casi una teocracia con su base electoral en Capadocia y Ankara.
Cerca de ahí, otro autócrata está poniendo en riesgo a su país. Benjamín Netanyahu, líder de la derecha israelí desde hace buen tiempo, en un nuevo período como primer ministro, decidió irse por completo rumbo a la dictadura, y promovió una reforma para eliminar la independencia del Poder Judicial. La oposición rechaza ese movimiento, y en su misma coalición no están convencidos. Su secretario de Defensa, Yoav Galland, hizo pública su oposición a la reforma, y fue despedido ayer por Netanyahu. Hay manifestaciones públicas multitudinarias desde hace una semana.
Como debe ser claro, los líderes autoritarios no tienen un espacio definido en el espectro político. Pueden ser de izquierda o derecha sin ninguna dificultad. Los que suelen calificarse “de derecha” acostumbran aprovechar la religión para legitimarse, como es el caso de Erdogan, Netanyahu o Narendra Modi en la India, que en esta semana promovió la expulsión de Rahoul Gandhi del Congreso de su país. Putin, que deberíamos también considerar de derecha, no hace mucho uso de la religión, pero tampoco la menosprecia. Recuerde que uno de los patriarcas de la Iglesia Ortodoxa Rusa ha sido fundamental en convencer a los rusos del carácter divino de la invasión a Ucrania.
Hablando de líderes autoritarios de derecha, Donald Trump continúa en su intento de regresar a la presidencia. En el mitin realizado este domingo pasado en Waco, Texas, fue capaz incluso de proyectar un video ensalzando a los participantes en el ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021.
En Europa Occidental no tenemos líderes de este tipo… todavía. Preocupa, en el caso de España, el avance de una fuerza similar al populismo izquierdista latinoamericano, al amparo del PSOE, que sigue teniendo la presidencia del país. En el caso de Francia, la preocupación resulta de las medidas que impulsa el presidente Macron, que promueve una reforma de pensiones (pasar la edad de jubilación de 62 a 64 años) que los franceses no quieren. En Francia, el presidente tiene un gran poder, como no ocurre en ningún otro país. Gracias a ello, ha podido pasar su reforma, pero está perdiendo la calle. No es claro si eso abrirá el espacio a un líder autoritario de derecha o izquierda, porque Marine Le Pen y Jean Luc Melenchon, de cada lado del espectro, están muy deteriorados políticamente. Tal vez por eso Macron no se preocupa, pero hay muchos ejemplos de este tipo de fallas de estimación.
Con base en esta rápida perspectiva internacional, creo que es más fácil entender por qué México no llama mucho la atención en el mundo. Tenemos un presidente que no se diferencia mucho de los autócratas mencionados, de manera que si Turquía lleva 20 años con Erdogan, o Rusia con Putin, o si en Israel el Ejecutivo está destruyendo al Judicial, no hay necesidad de voltear a ver a México. Esos países, con mayor presencia global, sufren de lo mismo que nosotros.
México es importante para este continente. Para Estados Unidos, porque le garantiza su propia seguridad nacional; para América Latina, porque sirve de contención frente a Estados Unidos. Ahora mismo, el subcontinente está plagado de gobiernos del mismo corte que el nuestro. En Chile, donde el presidente ha resultado bastante moderado, las fuerzas que lo llevaron al poder no lo son, y el conflicto continúa; en Bolivia ya llegaron al extremo de expropiar los fondos individuales de pensiones; en Perú no logran gobernabilidad; en Colombia, Petro parece aplicar la misma receta que López Obrador. Finalmente, en Brasil, Lula no está resultando mejor que en sus gobiernos previos, sino peor. Parece convencido de optar por un camino radical.
Con ese vecindario, Estados Unidos realmente está preocupado de lo que pasa en México. No porque quieran tener un gobierno u otro, sino porque la posible inestabilidad y la ya presente inseguridad son una seria amenaza para ellos. Ya estamos metidos en la campaña presidencial de ese país: los Republicanos nos utilizan para golpear al gobierno de Biden por la migración, mientras que los Demócratas nos culpan del problema de drogas. Traemos además conflictos con grupos económicos relevantes en ese país, tanto por el tema energético como por el maíz. El secretario de Estado, Antony Blinken, dijo en una audiencia del Senado que efectivamente nuestro gobierno no controla todo el territorio, mientras que la DEA afirmó, en un boletín, que las mayores amenazas que ellos ven para Estados Unidos son los cárteles de Sinaloa y Jalisco.
En ese contexto, al interior del país tenemos una lucha por la democracia. López Obrador está decidido a acabar con ese tipo de sistema económico, para instaurar uno de corte autoritario. Pensaría uno en una especie de regreso del PRI, considerando el historial del presidente, pero eso es imposible. El PRI tenía una disciplina, construida en varias décadas, de la que carece Morena. Más importante aún, lo que López Obrador ha preparado es el régimen de un solo hombre, que es él. Puesto que ya no pudo cambiar la Constitución y reelegirse, intenta colocar a un títere para seguir mandando. El títere es Claudia, como se sabe.
El problema es que Claudia no es una gran candidata, y que Morena no ha podido superar (de forma consistente y a nivel nacional) el 40% del voto, ya considerando al PT. Con ese nivel, cualquier caída implicaría perder la elección, o incluso si lograsen mantenerse, si enfrente se constituye una coalición suficientemente grande. López Obrador no quiere riesgos, y prefiere que no haya elección, propiamente hablando. Por eso su afán destructor con el INE.
Al respecto, su primera opción, la reforma Constitucional, fracasó. Aplicaron entonces la misma receta de la ley eléctrica y de la Guardia Nacional, y le llamaron Plan B: cambiar leyes de forma inconstitucional, y esperar que la Corte los dejara pasar. Eso ya no ocurrió, y el Plan B ha fracasado. Proceden ahora al plan C, poner cuatro consejeros a modo. Eso ya no lo lograron, porque al menos uno de ellos no será dependiente del presidente (según las quintetas publicadas en redes el domingo por la tarde). De las otras tres, parece muy probable que la presidenta del INE sea morenista, y las otras dos se tiene una probabilidad 50/50.
En principio, esta selección de consejeros no es tan diferente de lo ocurrido en otras ocasiones. Una coalición que tiene la mitad de la Cámara tiene razón en exigir la mitad de los consejeros. La diferencia con ocasiones previas es que ahora no se trata de consejeros con simpatía, sino de militantes del partido. En cualquier caso, no van a controlar al INE, y posiblemente ni siquiera el Consejo General, aunque tengan a la presidenta.
Quedan entonces dos pasos más: uno es quitarle el presupuesto al INE para 2024, pero eso exige que mantengan mayoría en la Cámara para noviembre, y eso no es seguro. Si el PVEM decide separarse de la coalición presidencial, no tienen mayoría. Y puede ser que eso ocurra, al menos para ese caso específico.
El último paso es el ya conocido de López Obrador: no aceptar la derrota. En eso se parecería a Trump y Bolsonaro, que perdieron su reelección e hicieron berrinche. Ambos fueron controlados, en parte gracias a las fuerzas armadas de sus países. Creo que aquí ocurrirá lo mismo. El ejército mexicano no tiene por qué sacrificarse para mantener el ego de López Obrador, que además ya les ha dado todo lo que podría darles.
De aquí podemos concluir que lo más probable es que morena pierda la presidencia en 2024, López Obrador se regrese a ser un opositor odioso, y cada grupo morenista buscará sobrevivir como pueda. En el año y meses que faltan para ello, estaremos continuamente enfrentados. Al final, es probable que haya el espacio para plantearnos una nueva forma de gobierno, pero eso habrá que pensarlo después.
Macario Schettino