jueves, octubre 01, 2015
Trump, el inmigrante
El periódico canadiense Toronto Sun y varios medios más publicaron hace unos días datos de la historia familiar de Donald Trump. Una historia que le resta autoridad moral para atacar y criticar a los inmigrantes mexicanos y a la comunidad latina en general, que de alguna manera, legal o ilegal, migraron a los Estados Unidos en busca de una vida mejor.
La historia del abuelo de Trump se parece a la de muchos delincuentes que al cabo del tiempo se convirtieron en "empresarios" exitosos que esconden y se niegan a hablar del inconfesable origen de sus fortunas, como la de la familia Trump, que involucra muchos de los llamados "monkey business" (negocios turbios).
Friedrich Trump, un aprendiz de barbero procedente de Alemania, se estableció en los Estados Unidos apenas en 1885, en una época en la que no había cuotas de inmigrantes como las hay ahora. Modificó su nombre al inglés, para llamarse Frederick en vez de Friedrich, y se naturalizó como estadounidense.
Es como si un mexicano, para no ser discriminado o etiquetado de delincuente por personas como Donald Trump, cambiara su nombre de Francisco Martínez a Frank Martin.
Buscando hacer fortuna, el inmigrante alemán terminó en Seattle, donde rentaba un pequeño restaurante, The Poodle Dog, que incluía "cuartos privados para damas", término que en esa época era la referencia para la prostitución.
Cuando oyó que John D. Rockefeller estaba financiando explotaciones mineras en un pueblo llamado Monte Cristo, Trump quiso entrarle al negocio y de una manera fraudulenta reclamó derechos de una mina que no tenía intención de explotar, construyendo un hotel en ese lugar a pesar de no ser dueño de la tierra, regresando así a su negocio original, el de ofrecer comida, bebida y mujeres.
La autora del libro "The Trumps", Gwenda Blair, lo puso así: Trump hizo su dinero "minando a los mineros" (mining the miners).
Ahora su nieto Donald olvida esa historia sin considerar por un momento que si los políticos de la época le hubieran puesto a su abuelo las mismas trabas, muros, señalamientos, discriminaciones y leyes que hoy pretende aplicar a todos los inmigrantes latinos, quién sabe dónde estarían él y su familia.
Mientras unos dicen que no debemos preocuparnos por las declaraciones de Trump, calificándolas sólo como una estrategia para ganar la nominación de su partido, otros no saben si hay que ignorarlo, atacarlo o rebatirlo.
A mí sí me preocupa que una persona ignorante, racista y clasista llegue a gobernar el país más poderoso del mundo.
La sola posibilidad de que eso pueda ocurrir debería inquietarnos a todos, porque para él las relaciones y los acuerdos con personas y países no deben ser equilibrados, es decir relaciones de ganar-ganar o de dar y tomar; para él la única relación posible es la de ganar, a como dé lugar e importándole un comino el bienestar del otro, y menos si el otro es latino o moreno.
No está por demás recordar que personajes como Hitler, Perón y Chávez llegaron al poder por la vía democrática. Hitler fue electo en 1933, Perón en 1946 y Chávez en 1998.
Las características que unen a los tres en sus hechos, y a Trump en su discurso (que esperemos que no tenga oportunidad de materializar), son la intolerancia, la persecución y el hostigamiento.
Cada uno en versiones distintas, pero todas basadas en populismos de derecha o de izquierda que explotan las emociones y el odio, culpando siempre a las minorías étnicas, religiosas, políticas o económicas de una sociedad de todos los males que acontecen.
Hitler culpó a los judíos, Perón a los ricos; Chávez a los ricos y a los americanos; López Obrador culpa al Gobierno en turno y a los poderosos; Trump culpa a México y a los inmigrantes latinos.
Dice además que sabe construir muros y construiría uno muy grande en la frontera con México. Pero eso no es cierto. Trump no sabe construir. Sabe contratar compañías que contratan mexicanos que saben pegar ladrillos al rayo del sol.
Los únicos muros que Trump sabe construir son los que bloquean el entendimiento y la concordia entre los individuos y entre las naciones.
Ricardo Elias
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