martes, septiembre 11, 2012
Por una nueva izquierda
Si no fuera un asunto serio podría uno reírse. Un legislador del PRD, Martí Batres, lanzó una iniciativa de ley que criminaliza las encuestas. Leyó usted bien. Aquel que difunda encuestas de intención de voto antes de las elecciones debería ir a la cárcel. Ésos son los demócratas de nuestra izquierda. Convencido, como su líder AMLO, de que el 70 por ciento de los electores somos estúpidos, masoquistas o manipulables, el legislador cree que los mexicanos no somos aptos para recibir información de lo que piensan los otros mexicanos. En la mejor tradición estalinista propone censurar, para que la información sea restringida y administrada por el soviet supremo. Igual que en Cuba o Corea del Norte. Vuelta atrás en la historia de por lo menos 50 años.
Comprender que las encuestas y la democracia van de la mano está fuera de su alcance. Dónde están las de Cuba, por poner un ejemplo. El hecho de que las sociedades que viven en libertad estén fincadas en el libre flujo de información sin limitaciones estatales resulta anatema para el legislador. Por lo visto está fuera de sus horizontes intelectuales y culturales imaginarse cómo operan las sociedades en libertad. Valdría la pena que el Legislativo le pague a este legislador los trámites de su pasaporte y lo envíe a darse una vuelta por el mundo. Quizá así se percataría de que piensa como en el paleolítico primero.
Lo grave del asunto es que este dinosaurio retrata de cuerpo entero el porqué profundo de la crisis de la izquierda en México. En un país con una enorme injusticia social, en un país donde las leyes fiscales no modifican la desigualdad, en un país donde las diferencias siguen siendo abismales, en un país necesitado de propuestas justicieras modernas y no ideológicas y con olor a naftalina, la izquierda se sigue dando contra la pared. Lo primero sería leer la realidad. Setenta por ciento de los electores votó por otras opciones. En pocas palabras votó contra las alianzas de la izquierda. El 70 por ciento prefirió al desgastado PAN o al PRI de mala fama histórica que a la izquierda. Los masoquistas, para recordar la expresión de AMLO, fuimos muchos. ¿Por qué?
La respuesta es triste. Desde la ruptura en el PRI de Cuauhtémoc Cárdenas hace un cuarto de siglo, la izquierda ha sido incapaz de construir una alternativa discursiva sólida y moderna. Dos grandes líderes y caciques le dieron vida, votos y dinero a la izquierda: Cárdenas y AMLO. Especialista en destruir instituciones y no en crearlas, esa izquierda apostó al mismo juego: apostar al gran líder que los lleve a Los Pinos. A diferencia del PAN que apostó primero a la periferia y desde allí llegó al centro, la izquierda decidió caminar a la inversa. Con toda la tela de injusticia social que está frente a los ojos de cualquier mexicano, hoy la izquierda no convence más que al 30 por ciento del electorado. Pero hay más.
El dinosaurio priista logró reinventarse y venderse muy bien: pasó de ser, hace una década, el partido con la peor reputación a ser hoy el que ostenta la mejor. Cuando algunos se preguntan cómo es posible el retorno del PRI, parte de la explicación radica en el desastre de la izquierda. Su caciquismo institucionalizado compite codo a codo con el viejo priismo. Por si fuera poco los jóvenes no votaron por la izquierda. Será acaso que son menos inquietos que hace medio siglo, o quizá la contrahecha oferta de la izquierda entre lo institucional y lo subversivo -contrario a las instituciones- no los convenció.
La ambigüedad de los líderes perredistas trae factura. Por fin, ¿fueron elecciones limpias o no lo fueron? Lo que no se vale es cobrar del presupuesto durante años y salir a escupirle al proceso electoral por la evidente razón de haber perdido. Claro, ahora su democracia exige desaparecer a las encuestas. Si hubo ilegalidades, por qué no las denunciaron a tiempo. ¿No han comprendido que esa sociedad injusta opera en una economía abierta que espera modernidad en la vida política? Las generaciones post-TLC son hoy mayoría. La sociedad abierta en lo económico y lo político por fortuna se ha instalado en la mente de millones de mexicanos. México es hoy otro y la izquierda ignorante y autoritaria no lo ha entendido.
Aplaudo que la ruptura entre AMLO y el PRD esté en puerta. Muchos mexicanos apoyarían -apoyaríamos dijo el otro- a una nueva izquierda moderna, abierta, más informada o menos ignorante, que no se ufane de no tener pasaporte y no conocer Nueva York, que sea capaz de entender el Índice de Gini que mide la desigualdad y de aceptar cuáles son las medidas que se tienen que adoptar para disminuir la pobreza y generar una sociedad más justa.
Ni el perseguidor de las encuestas ni AMLO caben en ese nuevo mundo al que pertenece México por propio derecho. Sus locuras e imaginerías le han causado un enorme daño a la izquierda y al país. Bienvenida la ruptura, ojalá dé nueva vida a los verdaderos progresistas.
Comprender que las encuestas y la democracia van de la mano está fuera de su alcance. Dónde están las de Cuba, por poner un ejemplo. El hecho de que las sociedades que viven en libertad estén fincadas en el libre flujo de información sin limitaciones estatales resulta anatema para el legislador. Por lo visto está fuera de sus horizontes intelectuales y culturales imaginarse cómo operan las sociedades en libertad. Valdría la pena que el Legislativo le pague a este legislador los trámites de su pasaporte y lo envíe a darse una vuelta por el mundo. Quizá así se percataría de que piensa como en el paleolítico primero.
Lo grave del asunto es que este dinosaurio retrata de cuerpo entero el porqué profundo de la crisis de la izquierda en México. En un país con una enorme injusticia social, en un país donde las leyes fiscales no modifican la desigualdad, en un país donde las diferencias siguen siendo abismales, en un país necesitado de propuestas justicieras modernas y no ideológicas y con olor a naftalina, la izquierda se sigue dando contra la pared. Lo primero sería leer la realidad. Setenta por ciento de los electores votó por otras opciones. En pocas palabras votó contra las alianzas de la izquierda. El 70 por ciento prefirió al desgastado PAN o al PRI de mala fama histórica que a la izquierda. Los masoquistas, para recordar la expresión de AMLO, fuimos muchos. ¿Por qué?
La respuesta es triste. Desde la ruptura en el PRI de Cuauhtémoc Cárdenas hace un cuarto de siglo, la izquierda ha sido incapaz de construir una alternativa discursiva sólida y moderna. Dos grandes líderes y caciques le dieron vida, votos y dinero a la izquierda: Cárdenas y AMLO. Especialista en destruir instituciones y no en crearlas, esa izquierda apostó al mismo juego: apostar al gran líder que los lleve a Los Pinos. A diferencia del PAN que apostó primero a la periferia y desde allí llegó al centro, la izquierda decidió caminar a la inversa. Con toda la tela de injusticia social que está frente a los ojos de cualquier mexicano, hoy la izquierda no convence más que al 30 por ciento del electorado. Pero hay más.
El dinosaurio priista logró reinventarse y venderse muy bien: pasó de ser, hace una década, el partido con la peor reputación a ser hoy el que ostenta la mejor. Cuando algunos se preguntan cómo es posible el retorno del PRI, parte de la explicación radica en el desastre de la izquierda. Su caciquismo institucionalizado compite codo a codo con el viejo priismo. Por si fuera poco los jóvenes no votaron por la izquierda. Será acaso que son menos inquietos que hace medio siglo, o quizá la contrahecha oferta de la izquierda entre lo institucional y lo subversivo -contrario a las instituciones- no los convenció.
La ambigüedad de los líderes perredistas trae factura. Por fin, ¿fueron elecciones limpias o no lo fueron? Lo que no se vale es cobrar del presupuesto durante años y salir a escupirle al proceso electoral por la evidente razón de haber perdido. Claro, ahora su democracia exige desaparecer a las encuestas. Si hubo ilegalidades, por qué no las denunciaron a tiempo. ¿No han comprendido que esa sociedad injusta opera en una economía abierta que espera modernidad en la vida política? Las generaciones post-TLC son hoy mayoría. La sociedad abierta en lo económico y lo político por fortuna se ha instalado en la mente de millones de mexicanos. México es hoy otro y la izquierda ignorante y autoritaria no lo ha entendido.
Aplaudo que la ruptura entre AMLO y el PRD esté en puerta. Muchos mexicanos apoyarían -apoyaríamos dijo el otro- a una nueva izquierda moderna, abierta, más informada o menos ignorante, que no se ufane de no tener pasaporte y no conocer Nueva York, que sea capaz de entender el Índice de Gini que mide la desigualdad y de aceptar cuáles son las medidas que se tienen que adoptar para disminuir la pobreza y generar una sociedad más justa.
Ni el perseguidor de las encuestas ni AMLO caben en ese nuevo mundo al que pertenece México por propio derecho. Sus locuras e imaginerías le han causado un enorme daño a la izquierda y al país. Bienvenida la ruptura, ojalá dé nueva vida a los verdaderos progresistas.
Federico Reyes Heroles