jueves, agosto 09, 2012
Más mercado
Algunos de mis lectores no comparten los puntos de vista que expresé en el artículo de la semana pasada ("¿Más Estado?"). Dos de ellos repitieron con énfasis una demanda del grupo llamado #YoSoy132: el Estado debe intervenir para "democratizar los medios de comunicación". No sé si tienen razón, entre otras cosas porque no está claro qué quiere decir "democratización" en el caso referido. El tema es sólo parcialmente económico. Lo toco con muchas reservas.
Del actuar de un viejo político mexicano casi no me acuerdo, pero rescato una de sus pocas frases afortunadas (quién sabe si de su cosecha): "para los problemas de la democracia, más democracia". Cambiando lo procedente, se puede decir con propiedad: "para los problemas del mercado, más mercado". ¿Cómo se aplica tal idea en lo que toca a los "medios de comunicación"? Básicamente, propiciando y respetando la libertad de los participantes.
Por ejemplo, en el caso de los periódicos, es razonable suponer que están "democratizados" si cualquiera que lo desee puede publicar uno en el que se manifieste su manera de ver los acontecimientos y sus ideas al respecto. Tal descripción resulta una obviedad, pero conviene traer a la memoria una época no muy lejana en la historia mexicana, en la cual una empresa estatal, Productora e Importadora de Papel, S.A. (PIPSA), tenía el monopolio virtual del insumo básico para la prensa. En aquel entonces, no se podía hablar con seriedad de "libertad de expresión". (Por cierto, el episodio probaba el aserto de M. Friedman de que no puede haber libertad política sin libertad económica).
En cuanto a los lectores, vale decir que "democratizan" los periódicos en la medida en que "votan" por cada uno de ellos cuando deciden comprarlo. Así de simple. ¿No le gusta la forma en que "A" describe e interpreta los hechos? ¿Cree que los distorsiona, los oculta o los analiza mal? Compre "B" (o "C", o "D"...) y se resuelve el problema. ¿Ninguno "le llena el ojo"? Funde uno a su gusto, con la esperanza de que lo adquieran otros que piensan como usted. No se necesita nada más. Lo mismo en lo que respecta a revistas. Colorín colorado.
La cuestión es más complicada en lo que toca al radio y la televisión porque, según la ley (Ley Federal de Radio y Televisión), "corresponde a la Nación" el dominio del "medio en el que se propagan las ondas electromagnéticas". El aprovechamiento del espacio para fines comerciales se puede hacer sólo por "concesión" del Ejecutivo Federal, dado que la radio y la televisión "constituyen una actividad de interés público", por lo que "el Estado deberá protegerla y vigilarla para el debido cumplimiento de su función social".
Los especialistas en derecho público seguramente entienden con precisión términos como "interés público" y "función social". Siendo un lego en la materia, a mí me parecen demasiado (peligrosamente) vagos. Además, encuentro inquietante la idea de que uno de los deberes del Estado sea vigilar los medios. A la Orwell, Big Brother is watching? Las concesiones se otorgan sólo a mexicanos por un tiempo especificado, y pueden ser revocadas (art. 31) atendiendo a cualquiera de ocho causas detalladas. Sin embargo, la fracción novena parece añadir como causal de revocación cualquier falta de cumplimiento (supongo que a juicio de las autoridades), aunque no esté entre las especificadas. A mi entender, todo lo anterior describe un territorio de operación muy limitado, dominado por la incertidumbre y sujeto al arbitrio del gobierno. No es el espacio donde puede campear la libertad individual.
Rara vez escucho la radio en mi casa, pero lo hago casi siempre cuando uso el automóvil. Hay mucho, muchísimo, donde escoger -aunque todas las transmisiones están plagadas por la propaganda gubernamental. Si no me gusta lo que ofrece una estación, tengo a la mano un inmenso poder: cambio de frecuencia o apago el radio y pongo un CD. ¿Más "democracia" que eso? Difícilmente.
En la televisión abierta, ya sabemos, hay menos variedad. La de paga amplía la oferta de canales considerablemente, cuando menos en cantidad. ¿Ninguno satisface? Basta con apagar el aparato -y leer un libro. Nadie está obligado a ser un televidente.
A muchos críticos de la situación les preocupa la influencia política de las dos cadenas nacionales sobre la opinión pública. No presentan buenos argumentos. Según ellos, la influencia alegada se manifiesta en ciertas conductas del electorado (votar por "x" candidato), pero no en otras de la misma clase, claramente distintas en color. Difícil de creer.
A mi parecer, el problema no son los concesionarios sino el que concesiona. La palabra "democratización" tiene en este caso un significado inequívoco: liberalización. En otras palabras, más canales. O, como apunté antes, volviendo a la economía del asunto: más mercado.
Del actuar de un viejo político mexicano casi no me acuerdo, pero rescato una de sus pocas frases afortunadas (quién sabe si de su cosecha): "para los problemas de la democracia, más democracia". Cambiando lo procedente, se puede decir con propiedad: "para los problemas del mercado, más mercado". ¿Cómo se aplica tal idea en lo que toca a los "medios de comunicación"? Básicamente, propiciando y respetando la libertad de los participantes.
Por ejemplo, en el caso de los periódicos, es razonable suponer que están "democratizados" si cualquiera que lo desee puede publicar uno en el que se manifieste su manera de ver los acontecimientos y sus ideas al respecto. Tal descripción resulta una obviedad, pero conviene traer a la memoria una época no muy lejana en la historia mexicana, en la cual una empresa estatal, Productora e Importadora de Papel, S.A. (PIPSA), tenía el monopolio virtual del insumo básico para la prensa. En aquel entonces, no se podía hablar con seriedad de "libertad de expresión". (Por cierto, el episodio probaba el aserto de M. Friedman de que no puede haber libertad política sin libertad económica).
En cuanto a los lectores, vale decir que "democratizan" los periódicos en la medida en que "votan" por cada uno de ellos cuando deciden comprarlo. Así de simple. ¿No le gusta la forma en que "A" describe e interpreta los hechos? ¿Cree que los distorsiona, los oculta o los analiza mal? Compre "B" (o "C", o "D"...) y se resuelve el problema. ¿Ninguno "le llena el ojo"? Funde uno a su gusto, con la esperanza de que lo adquieran otros que piensan como usted. No se necesita nada más. Lo mismo en lo que respecta a revistas. Colorín colorado.
La cuestión es más complicada en lo que toca al radio y la televisión porque, según la ley (Ley Federal de Radio y Televisión), "corresponde a la Nación" el dominio del "medio en el que se propagan las ondas electromagnéticas". El aprovechamiento del espacio para fines comerciales se puede hacer sólo por "concesión" del Ejecutivo Federal, dado que la radio y la televisión "constituyen una actividad de interés público", por lo que "el Estado deberá protegerla y vigilarla para el debido cumplimiento de su función social".
Los especialistas en derecho público seguramente entienden con precisión términos como "interés público" y "función social". Siendo un lego en la materia, a mí me parecen demasiado (peligrosamente) vagos. Además, encuentro inquietante la idea de que uno de los deberes del Estado sea vigilar los medios. A la Orwell, Big Brother is watching? Las concesiones se otorgan sólo a mexicanos por un tiempo especificado, y pueden ser revocadas (art. 31) atendiendo a cualquiera de ocho causas detalladas. Sin embargo, la fracción novena parece añadir como causal de revocación cualquier falta de cumplimiento (supongo que a juicio de las autoridades), aunque no esté entre las especificadas. A mi entender, todo lo anterior describe un territorio de operación muy limitado, dominado por la incertidumbre y sujeto al arbitrio del gobierno. No es el espacio donde puede campear la libertad individual.
Rara vez escucho la radio en mi casa, pero lo hago casi siempre cuando uso el automóvil. Hay mucho, muchísimo, donde escoger -aunque todas las transmisiones están plagadas por la propaganda gubernamental. Si no me gusta lo que ofrece una estación, tengo a la mano un inmenso poder: cambio de frecuencia o apago el radio y pongo un CD. ¿Más "democracia" que eso? Difícilmente.
En la televisión abierta, ya sabemos, hay menos variedad. La de paga amplía la oferta de canales considerablemente, cuando menos en cantidad. ¿Ninguno satisface? Basta con apagar el aparato -y leer un libro. Nadie está obligado a ser un televidente.
A muchos críticos de la situación les preocupa la influencia política de las dos cadenas nacionales sobre la opinión pública. No presentan buenos argumentos. Según ellos, la influencia alegada se manifiesta en ciertas conductas del electorado (votar por "x" candidato), pero no en otras de la misma clase, claramente distintas en color. Difícil de creer.
A mi parecer, el problema no son los concesionarios sino el que concesiona. La palabra "democratización" tiene en este caso un significado inequívoco: liberalización. En otras palabras, más canales. O, como apunté antes, volviendo a la economía del asunto: más mercado.
Everardo Elizondo