martes, marzo 17, 2009

 

Perdedores

"Soy un perdedor. Y no soy lo que aparento ser".
John Lennon


No es que estemos yendo para atrás. El problema es que el mundo está avanzando y nosotros nos estamos quedando detenidos. Y no sólo en economía, en educación o en tecnología, sino en deportes también.

Esta semana quedó eliminada nuestra selección Sub 20 de la contienda por participar en el Mundial de su categoría. No es el primer equipo representativo de México en el supuesto deporte nacional que enfrenta la derrota en eliminatorias de la Concacaf, probablemente la zona más fácil del mundo para ingresar a competencias mundiales de cualquier categoría. La Sub 23 fue eliminada en el torneo preolímpico del 2008. La Sub 17, campeona mundial en el 2005, no pudo siquiera calificar en el 2007. La selección mayor no ha quedado todavía fuera del Mundial del 2010 de Sudáfrica, pero su primera derrota ante Estados Unidos el 11 de febrero en Columbus, Ohio, no presagia nada bueno.

La falta de competitividad se presenta también en otros deportes. En boxeo, en el que fuimos potencia mundial hace unos años, hoy estamos convertidos en simples notas al pie de página. En tenis, especialidad que nos dio competidores de clase mundial como Rafael Osuna y Raúl Ramírez, hoy simplemente no existimos.

En materia educativa estamos en la misma situación. Las pruebas PISA (Programme for International Student Assessment) de la OCDE nos han demostrado en tres ocasiones, 2000, 2003 y 2006, que nuestros estudiantes de 15 años se encuentran muy por detrás de los del resto del mundo en matemáticas, resolución de problemas, lectura y conocimiento científico. En este 2009 habrá una nueva evaluación, pero ya sabemos que, en medio de los pleitos políticos por el control de la educación, poco o nada hemos mejorado en esos tres años.

En competitividad económica, el Foro Económico Mundial de Davos nos ha colocado en el lugar 60 entre 134 países del mundo, muy atrás no sólo de los punteros, como Estados Unidos y Suiza, sino también de Chile, que tiene el lugar 28, o de España, que ocupa el 29.

La pobreza de México no es casual: es producto de nuestra falta de competitividad. En México tenemos miedo de enfrentarnos al mundo. Nos escondemos como avestruz enterrando la cabeza en la tierra y esperando que de alguna manera el exterior desaparezca. Pero esto nunca ocurre. Y cada vez que tenemos que interactuar con los demás nos percatamos de nuestras limitaciones.

Lo peor de todo es que otras naciones, que no hace muchos años se encontraban en peor situación que la nuestra, se han convertido en ejemplo de éxito. Sólo que nosotros -o nuestros políticos- no deseamos hacer siquiera el esfuerzo para lograrlo.

Si queremos realmente destacar en el deporte de alto rendimiento, por ejemplo, debemos hacer que éste se practique de manera organizada y competitiva en las escuelas de todo el País. Y debemos hacer una selección temprana que nos permita encontrar y desarrollar talento.

Si queremos progresar en educación, debemos entender la importancia de contar con buenos maestros, los cuales deben ser seleccionados por las escuelas en concursos de oposición y mantener su puesto sólo mientras tengan un buen desempeño. Las pruebas comparativas entre alumnos, clases, escuelas y universidades deben ser la regla y no la excepción. Los alumnos deben tener, además, la posibilidad de competir por el ingreso a las mejores escuelas.

Si queremos una economía más próspera, debemos eliminar todas las barreras a la inversión privada, sobre todo en campos estratégicos como la electricidad y el petróleo. Debemos abrir también las fronteras a la inmigración, sobre todo de técnicos y profesionales calificados que no sólo mejoran con rapidez la competitividad de la economía, sino que se convierten en tutores de nuevas generaciones. Combatamos la fuga de cerebros promoviendo el ingreso de talento. Los beneficios de la inmigración española republicana en los 30 y 40 se sienten todavía a 70 años de distancia.

Como país tenemos sólo dos opciones: o cerramos las puertas del País, como la China de Mao, por temor a enfrentarnos con potencias temibles como Costa Rica o El Salvador, o aprendemos a competir, como lo hizo la propia China después de la muerte de Mao. Lo que hoy estamos haciendo, sin embargo, es absurdo. Pretendemos competir con el exterior al tiempo que dejamos que nuestros políticos tomen medidas que nos debilitan, como lo han hecho al prohibir la inversión privada en energía. Por eso nos derrotan hasta los más pequeños en deportes, educación y economía. No es que estemos yendo hacia atrás, pero nos estamos quedando detenidos en un momento en que el mundo avanza. Al parecer nuestros políticos quieren convertirnos en perennes perdedores.

Sergio Sarmiento
11 de marzo 2009


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