miércoles, octubre 25, 2006
A mano alzada
"De todas las tiranías, la que se ejerce por el bien de las víctimas es la más opresiva".
C.S. Lewis
Ayer comenzó la nueva consulta de los maestros oaxaqueños para decidir si regresan o no a clases. Y uno de los grandes vicios de la vida sindical de nuestro país quedó una vez más de manifiesto. Los maestros se reunieron en pequeños grupos y votaron a mano alzada: abiertos a las presiones de los líderes y de los radicales. Las opiniones que así se obtengan serán llevadas por un delegado a la asamblea definitiva en la ciudad de Oaxaca y en ella se determinará el resultado de la "elección".
Difícilmente puede describirse este sistema como democrático. Si de esta forma se votaran los cargos de elección popular en nuestro país, todas las acusaciones de fraude que hoy lanzan los perdedores de los comicios estarían absolutamente justificadas. Sin embargo, el tema de la democracia sindical es uno que casi nunca se considera al hablar de las reformas que requiere nuestro país.
No es la sección 22 del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación la única que adolece de este sistema. La votación a mano alzada, esa misma que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional ha pretendido imponer en las comunidades indígenas, es antidemocrática por naturaleza. Aun en los casos en que la voluntad popular se manifiesta en elecciones con voto secreto, la posibilidad de presionar a los votantes está presente. Pero en los casos de votación a mano alzada, la presión es la regla del juego. Por eso es tan usual que en estas asambleas se obtengan resultados total o parcialmente unánimes, que nunca se presentan en las votaciones en que se garantiza el sufragio secreto.
Hubo un tiempo en que la sociedad mexicana podía darse el lujo de convivir con estas prácticas antidemocráticas en los sindicatos. En un régimen autoritario, después de todo, el gobierno podía controlar los excesos de estas organizaciones. Pero hoy las autoridades no sólo han abdicado del uso de la fuerza pública sino que están perdiendo incluso las armas de la persuasión con las que contaban. Cuando un gobierno no tiene el recurso a la fuerza pública, incluso en los casos en que los sindicatos violan leyes que han sido diseñadas para favorecerlos, los líderes sindicales no tienen siquiera el incentivo para negociar con él.
En el último año hemos visto dos movimientos sindicales muy importantes en nuestro país. Uno de ellos ha sido el de los mineros y el otro el de los maestros de Oaxaca. En ambos casos los sindicatos han llevado a cabo huelgas ilegales que la autoridad se ha visto imposibilitada de detener. ¿Por qué ilegales? En el caso de los mineros, porque no había contrato laboral en proceso de negociación. En el de los maestros de Oaxaca, porque el Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación acababa de firmar el contrato del cual es titular.
Tanto en un caso como el otro los sindicatos hicieron sus huelgas por razones que no tenían nada que ver con una demanda laboral. Los mineros que se declararon en huelga contra Sicartsa y el Grupo Minero México, buscaban defender a su líder, Napoleón Gómez Urrutia, de un grupo opositor que había presentado denuncias de fraude y malversación en su contra. La sección 22 del SNTE, a su vez, ha buscado principalmente la renuncia del Gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz. Pero en uno y otro caso la autoridad se ha mostrado imponente para hacer que estos grupos sindicales cumplan con la ley.
Los sindicatos tienen en la legislación mexicana una serie de ventajas enormes. Detentan, en particular, un monopolio sobre la contratación en determinadas empresas. Éstas no pueden, por ley, acudir a un mercado libre para emplear a aquellos trabajadores que más les convengan por razones de sueldo, calidad y dedicación al trabajo. Pagan por ello con una pérdida de productividad.
El enorme poder que da el monopolio de contratación a los sindicatos debe, sin embargo, ser compensado por dos prácticas indispensables. Una es la democracia sindical, que debe incluir elecciones con sufragio libre y secreto con reglas tan estrictas como las que tenemos en los procesos constitucionales. La otra debe ser una obligatoria rendición de cuentas, que incluya una auditoría externa que dé transparencia a los recursos que manejan los sindicatos.
Muchos líderes se niegan a aceptar estas condiciones en aras de una supuesta autonomía sindical. Pero el abuso de los recursos de los trabajadores, o de su libertad a escoger democráticamente a sus dirigentes, no puede ser nunca parte de la autonomía sindical. Los votos a mano alzada, las elecciones por delegados y el manejo discrecional de los fondos sindicales deben ser ya cosa del pasado.
La vía pacífica
El caso de Oaxaca se resolverá "por la vía pacífica", como se han solucionado los conflictos de San Salvador Atenco y del EZLN. "Ésta ha sido una fórmula que ha funcionado en este sexenio", dijo ayer el Presidente Vicente Fox. El mensaje parece claro para los habitantes de Oaxaca, pero debe ser escalofriante. Así como la zona zapatista ha permanecido dos sexenios tomada por el EZLN, y así como se canceló el aeropuerto de Texcoco, así se resolverá el conflicto de Oaxaca. Los oaxaqueños se preguntan si en su caso habrá que esperar 12 años para que la APPO se canse de mantener sus barricadas y la sección 22 termine de hacer sus consultas a las bases. O, peor aún, si se optará por la solución Atenco y se cancelará en definitiva la ciudad de Oaxaca.
C.S. Lewis
Ayer comenzó la nueva consulta de los maestros oaxaqueños para decidir si regresan o no a clases. Y uno de los grandes vicios de la vida sindical de nuestro país quedó una vez más de manifiesto. Los maestros se reunieron en pequeños grupos y votaron a mano alzada: abiertos a las presiones de los líderes y de los radicales. Las opiniones que así se obtengan serán llevadas por un delegado a la asamblea definitiva en la ciudad de Oaxaca y en ella se determinará el resultado de la "elección".
Difícilmente puede describirse este sistema como democrático. Si de esta forma se votaran los cargos de elección popular en nuestro país, todas las acusaciones de fraude que hoy lanzan los perdedores de los comicios estarían absolutamente justificadas. Sin embargo, el tema de la democracia sindical es uno que casi nunca se considera al hablar de las reformas que requiere nuestro país.
No es la sección 22 del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación la única que adolece de este sistema. La votación a mano alzada, esa misma que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional ha pretendido imponer en las comunidades indígenas, es antidemocrática por naturaleza. Aun en los casos en que la voluntad popular se manifiesta en elecciones con voto secreto, la posibilidad de presionar a los votantes está presente. Pero en los casos de votación a mano alzada, la presión es la regla del juego. Por eso es tan usual que en estas asambleas se obtengan resultados total o parcialmente unánimes, que nunca se presentan en las votaciones en que se garantiza el sufragio secreto.
Hubo un tiempo en que la sociedad mexicana podía darse el lujo de convivir con estas prácticas antidemocráticas en los sindicatos. En un régimen autoritario, después de todo, el gobierno podía controlar los excesos de estas organizaciones. Pero hoy las autoridades no sólo han abdicado del uso de la fuerza pública sino que están perdiendo incluso las armas de la persuasión con las que contaban. Cuando un gobierno no tiene el recurso a la fuerza pública, incluso en los casos en que los sindicatos violan leyes que han sido diseñadas para favorecerlos, los líderes sindicales no tienen siquiera el incentivo para negociar con él.
En el último año hemos visto dos movimientos sindicales muy importantes en nuestro país. Uno de ellos ha sido el de los mineros y el otro el de los maestros de Oaxaca. En ambos casos los sindicatos han llevado a cabo huelgas ilegales que la autoridad se ha visto imposibilitada de detener. ¿Por qué ilegales? En el caso de los mineros, porque no había contrato laboral en proceso de negociación. En el de los maestros de Oaxaca, porque el Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación acababa de firmar el contrato del cual es titular.
Tanto en un caso como el otro los sindicatos hicieron sus huelgas por razones que no tenían nada que ver con una demanda laboral. Los mineros que se declararon en huelga contra Sicartsa y el Grupo Minero México, buscaban defender a su líder, Napoleón Gómez Urrutia, de un grupo opositor que había presentado denuncias de fraude y malversación en su contra. La sección 22 del SNTE, a su vez, ha buscado principalmente la renuncia del Gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz. Pero en uno y otro caso la autoridad se ha mostrado imponente para hacer que estos grupos sindicales cumplan con la ley.
Los sindicatos tienen en la legislación mexicana una serie de ventajas enormes. Detentan, en particular, un monopolio sobre la contratación en determinadas empresas. Éstas no pueden, por ley, acudir a un mercado libre para emplear a aquellos trabajadores que más les convengan por razones de sueldo, calidad y dedicación al trabajo. Pagan por ello con una pérdida de productividad.
El enorme poder que da el monopolio de contratación a los sindicatos debe, sin embargo, ser compensado por dos prácticas indispensables. Una es la democracia sindical, que debe incluir elecciones con sufragio libre y secreto con reglas tan estrictas como las que tenemos en los procesos constitucionales. La otra debe ser una obligatoria rendición de cuentas, que incluya una auditoría externa que dé transparencia a los recursos que manejan los sindicatos.
Muchos líderes se niegan a aceptar estas condiciones en aras de una supuesta autonomía sindical. Pero el abuso de los recursos de los trabajadores, o de su libertad a escoger democráticamente a sus dirigentes, no puede ser nunca parte de la autonomía sindical. Los votos a mano alzada, las elecciones por delegados y el manejo discrecional de los fondos sindicales deben ser ya cosa del pasado.
La vía pacífica
El caso de Oaxaca se resolverá "por la vía pacífica", como se han solucionado los conflictos de San Salvador Atenco y del EZLN. "Ésta ha sido una fórmula que ha funcionado en este sexenio", dijo ayer el Presidente Vicente Fox. El mensaje parece claro para los habitantes de Oaxaca, pero debe ser escalofriante. Así como la zona zapatista ha permanecido dos sexenios tomada por el EZLN, y así como se canceló el aeropuerto de Texcoco, así se resolverá el conflicto de Oaxaca. Los oaxaqueños se preguntan si en su caso habrá que esperar 12 años para que la APPO se canse de mantener sus barricadas y la sección 22 termine de hacer sus consultas a las bases. O, peor aún, si se optará por la solución Atenco y se cancelará en definitiva la ciudad de Oaxaca.
Sergio Sarmiento, El Norte, 24 de octubre 2006
Comments:
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Además de disfrutar unos días en el Mega-Rancho de Leonel Cota,
el Peje también se estuvo dando una vida de Rey en el mar de Cortés, a bordo del yate de Leonel Cota.
La izquierda hipócrita y burguesa!!!
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el Peje también se estuvo dando una vida de Rey en el mar de Cortés, a bordo del yate de Leonel Cota.
La izquierda hipócrita y burguesa!!!
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