jueves, agosto 10, 2006

 

Luz a luz II (A "despejear" se ha dicho!)

Muchas gracias. La respuesta fue fulminante. Uno de los últimos visitantes me informa de que ya eran 48 mil las luces encendidas y cerca de tres imágenes, tres recuerdos, liberados. Cuando entré por última vez ya eran totalmente visibles la Fuente de Petróleos y el Auditorio Nacional. Según calculé, en mi feliz ignorancia, entre miércoles y jueves conseguiríamos los 200 mil pixeles necesarios para liberar las 16 imágenes.

Yo no contaba con los caprichos de la tecnología. A la altura del pixel 48 mil, "el servidor" dejó de servir. Esto no lo digo yo, porque de esto su Charro Negro lo ignora detalladamente todo. Lo que este ciudadano hizo fue empezar a dar de alaridos, a solicitar la inmediata presencia de David, el Rey de la Cibernética, quien funge como mi asesor personal en el uso de cualquier cosa que se enchufa (menos una). Me lancé también a hacer telefonemas desesperados a todos los chicos y chicas que conforman mi "soporte técnico". Todos concordaron en un diagnóstico: fuimos víctimas de nuestro éxito, el servidor tronó (¿qué pasó, Telmex?) y la página desmamonose. Me consta que todo mundo, menos yo que nomás estorbo, está trabajando a marchas forzadas para resolver este drama cibernético y mi mejor deseo es que, a la hora en que leas estos renglones, lectora lector querido, puedas ingresar a www.despejalaciudad.org.mx y te incorpores al juego y al fuego. Si lo piensan bien, lo que estamos organizando es un ciberplantón, un ejercicio -tan necesario en México- de "¡Vámonos respetando!".

Y hablando de esto y conectando con una plática que tuve recientemente con mi muy querido Gilberto Rincón Gallardo acerca de la brutal discriminación (dícese de la automática falta de respeto) que en este país, de manera abierta o embozada, se practica; en torno a este asunto, quiero decir algo acerca de la estúpida discriminación que ha aflorado como herramienta política en esta campaña. Para los amarillos, los azules y sus simpatizantes son una gran masa de burgueses pirrurris que lo único que buscan es proteger sus injustos beneficios e impedir cualquier cambio que se haga a favor de una justicia social, por lo demás, tan urgente. A su vez, los azules no se quedan atrás ¡qué va! y afirman de modo injurioso y rabioso que no pueden permitir que triunfen los nacos, los muertos de hambre, los prietos, los ignorantes, los que no son como ellos. Estos modos de expresarse, este suponer que se está adoptando una posición política a base de injurias, me producen una infinita vergüenza. Las cosas no son, no pueden ser, así. Nada hay más contrario a la verdadera democracia que la discriminación y el automático desprecio por el otro que, según nuestros arcaicos criterios, ha cometido el imperdonable delito de ser distinto y de pensar distinto.

Éste, lo juro por todo lo que amo, no es el espíritu que anima el juego que ayer les propuse y al que muchos de ustedes entraron y entrarán tan alegremente. Respeto es la palabra clave de nuestra propuesta. Lo decía ayer, pero lo repetiré hoy: todos cabemos en esta generosa y hospitalaria Ciudad que también puede ser infernal para muchos. Estoy hablando (y al hacerlo recuerdo a Felipe González) de que la democracia es una avenida ancha y espaciosa; por ella podemos, ¡ojo!, circular todos. Unos irán a la derecha, otros por el centro y otros por la izquierda. Todo se vale y es respetable. Lo único que no se vale es cerrar la avenida a nombre de no sé qué, no sé cuál, gesta ciudadana que nuestros nietos venerarán como un triunfo histórico. A. Camus se pregunta: ¿a nombre de qué felicidad futura me piden que abofetee a mi prójimo del presente? No le entro. Prefiero encender mi luz y despejar la avenida.

¿Qué tal durmió? DCCCLV (855) ARTURO MONTIEL ROJAS.

Cualquier correspondencia con esta columna con foco parpadeante, favor de dirigirla a german@plazadelangel.com.mx (D.R.)

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