domingo, agosto 01, 2021

 

Después de la debacle

En Estados Unidos la debacle tendría un solo responsable si Donald Trump hubiera sido un aspirante a dictador que acabó aislado y solitario antes de ser derrotado en las urnas. El problema no es sólo que insiste en que fue derrotado a través de un fraude imaginario y se niega a retirarse del escenario político, sino que su discurso racista encontró eco en casi la mitad del electorado. La guerra cultural que alimentó durante cuatro largos años sigue viva en las filas de los que creen en la superioridad de la raza blanca, y exigen una libertad que no toma en cuenta los derechos de los demás. Entre ellos, los anti-vaxxers convencidos de que la vacuna contiene un microchip que alterará su ADN y se niegan a vacunarse, y los conservadores republicanos que insisten en comprar armas de alto poder sin restricciones. Ambos son responsables de la muerte de cientos de miles de sus conciudadanos.

 

La respuesta de muchos que habitan el mismo territorio que los trumpianos pero viven en otro universo político -liberal y democrático- ha sido pensar. Tratar de entresacar de la historia norteamericana las narrativas que han polarizado al país y entender las razones y las sinrazones que están en la base de la cultura política del electorado de derecha republicano que llevaron a Trump al poder. George Packer es uno de esos pensadores. Agudo y lúcido, advierte desde el inicio del artículo que acaba de publicar en The Atlantic* que las naciones, como cada uno de nosotros, se cuentan historias para entender quiénes somos y qué queremos ser. Estas narrativas nacionales padecen sentimentalismo, agravios y ceguera porque se han construido, por encima de la razón y hasta de la ciencia, para satisfacer necesidades y deseos irracionales.

 

Una nación puede construir y mantenerse unida cuando en medio de versiones históricas encontradas hay un consenso, al menos, sobre qué sistema debe gobernarla. Estados Unidos es un país dividido en dos con cuatro versiones diferentes de qué es y adónde va que han fracturado la democracia.

 

Ellos tienen su historia y nosotros la nuestra, pero los dos elegimos a presidentes populistas, iliberales y antidemocráticos. La base electoral de ambos es intolerante y anárquica. Como López Obrador, Trump pasó por encima de todas las instituciones de su país y tenía sus propios "hechos alternativos".

 

Ni sus costosas decisiones políticas han alterado la fe ciega de sus feligreses. En México, ni cientos de miles de muertos por una epidemia mal atendida. Es un asunto de identidad tribal. La ideología política que defienden los partidarios de LO no expresa lo que saben sino lo que son: creyentes serviles dispuestos a digerir y justificar hasta el desabasto de medicamentos para niños con cáncer.

 

Para recuperar la identidad y el rumbo del país, el resto, la sociedad civil, tendría que organizarse como lo hicieron los polacos para mandar a retiro al régimen comunista o los chilenos para sacar a Pinochet del poder.

 

No hay otro camino que abrir foros de debate que les den voz colectiva y resonancia a las demandas de los muchos sectores, grupos y organizaciones que este gobierno ni oye, ni ve. Foros que develen qué futuro de nación quiere la mayoría; midan la atmósfera y las convicciones de la gente a través de encuestas; discutan caminos alternativos de desarrollo y diseñen instrumentos para resolver los aplastantes problemas del país. Desde la violencia y la pobreza hasta el fortalecimiento de la democracia.

 

Si doctores y especialistas hubieran discutido en un foro abierto y plural la estrategia del gobierno frente al coronavirus, López Obrador hubiera perdido el monopolio de la información y la manipulación. Si historiadores, intelectuales y especialistas hubieran debatido sobre la caída de Tenochtitlán, nos hubiéramos ahorrado cursilerías demagógicas y falsas y podríamos decidir qué debemos guardar del legado de los mexica. El calentamiento global, el medio ambiente y el desastre educativo de este gobierno necesitan también un altavoz plural y colectivo.

 

Es una tarea titánica porque se necesita una sombrilla que proteja el debate (como sucedió con la iglesia católica en Polonia y Chile) y el acuerdo entre los participantes. Eso y más tendríamos que hacer para convocar una nueva identidad como nación y voluntad de cambio. Pero vale la pena: es nuestro futuro.

 

* The Four Americas...

 

Isabel Turrent

 


Comments: Publicar un comentario



<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?