sábado, abril 25, 2020

 

Práctica común

Es entendible que el Presidente López O. -de hecho, todos los Presidentes- quiera aplausos y no críticas.

 

Sólo que mira el Presidente hacia el sector erróneo para recibirlos: no son los medios independientes los que le van a aplaudir, esa labor le toca a sus correligionarios.

 

Los medios independientes, críticos, existen para servirle a la sociedad, no al gobernante, y su postura es y debe ser siempre crítica hacia el Gobierno y sus integrantes.

 

Caso concreto el de las coberturas petroleras que compró nuestra Hacienda para protegerse de una caída en los precios del petróleo.

 

En días pasados, el Presidente cacaraqueó tal cobertura como la genialidad más grande de la historia, seguramente con la esperanza de recibir halagos y aplausos por tan acertada decisión.

 

Sólo que si acaso tal hecho abraza algún mérito, éste es el de CONTINUAR la política que adoptaron Gobiernos anteriores desde hace cuando menos VEINTE AÑOS.

 

El pago que recibirá el Gobierno de la 4T en el 2020 por las coberturas adquiridas, que tienen un costo considerable, posee amplios antecedentes en sexenios previos.

 

Cantidades similares a las que recibirá nuestra Hacienda por las coberturas adquiridas para el 2020 (poco más de unos 6 mil millones de dólares) se recibieron en el 2009, el 2015 y el 2016.

 

EL NO HABER continuado con la política de coberturas hubiese sido un error garrafal: de hecho, el mérito, que además probablemente sea del Secretario de Hacienda, Arturo Herrera, como les decíamos, es haber reconocido hacer un "hedge" contra la caída en los precios petroleros, toda vez que los ingresos de Hacienda dependen en demasía del petróleo.

 

Ello implica una aceptación tácita, por parte del actual, de que no todo lo que se hizo en anteriores Gobiernos estuvo mal hecho.

 

Entonces, por ser la continuación de políticas practicadas en anteriores sexenios, no se puede aplaudir ese hecho como si fuese el descubrimiento del hilo negro.

 

A los gobernantes se les elige para hacer bien las cosas, es lo menos que demanda la sociedad, de manera que cumplir con el deber constitucional no merece reconocimiento o aplauso alguno.

 

Y, precisamente, para que la sociedad asegure que los gobernantes cumplan cabalmente con su deber es que existen -en las democracias- la libertad de expresión y la libertad de prensa, que incluyen por supuesto la manifestación de opiniones críticas a las actuaciones de los gobernantes, que por el solo hecho de ser elegidos adquieren una responsabilidad para con los gobernados, que consiste en tener presente como prioridad el bienestar de TODOS los ciudadanos, no nada más de los que votaron por ellos.

 

Usualmente no funciona a los gobernantes buscar el reconocimiento o el aplauso: demandar -o esperar- que a la sociedad le parezcan bien TODAS las decisiones oficiales y aplauda rabiosamente genera una reacción contraria.

 

Entre más se busca el aplauso, más lo retiene la sociedad, ya que todos los mexicanos sentimos que el poder que quiere ser halagado, siendo una sociedad democrática, es uno que no cumple con su deber y que no busca convencer, sino vencer.

 

Una sociedad viva es una sociedad que discute, que ventila libremente sus diferencias, que manifiesta -sin riesgo a represión- ideas contrarias a las expuestas por los gobernantes.

 

No vuela en el esquema democrático el concepto de que "si no estás conmigo estás en contra mía", como tampoco es válido que sólo los "amigos" del gobernante en turno sean bien vistos por éste, o al revés, que para ser "amigo" hay que estar de acuerdo con él y el que no lo está, en automático es "enemigo".

 

Reñido, bien reñido está con las prácticas democráticas pensar en estos términos, y ser elegido vía el voto y luego esperar la sumisión ciega del total de la ciudadanía.

 

Sólo en las DICTADURAS hay hegemonía, hay coincidencia absoluta; en las democracias no existe tal: no sólo es SANO, sino deseable, que haya disidencia y que las ideas se ventilen libremente, por ello es que se valora en los gobernantes su aceptación de la crítica y su TOLERANCIA.

 

La medida del éxito no es qué tanto aplauden a un líder (acordémonos que a Adolfito H. lo aplaudían a rabiar), sino qué tan dispuesto está a dialogar, con tirios y troyanos, y aceptar la crítica.

 

Fricasé


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