jueves, abril 23, 2015

 

La tentación populista 4. El piso de AMLO

Con una economía dual excluyente y una política desprestigiada, ¿hay el riesgo mexicano de una tentación populista?

Desde luego que sí, de hecho está ya entre nosotros. Hemos vivido con ella, muy cerca de ella, todos estos años. López Obrador ha estado dos veces a punto de ganar la Presidencia. Y en 2018 estará buscando el triunfo por tercera vez.

Pero la tentación populista mexicana no es el asunto de una persona. Está en el ADN político nacional bajo la forma no de una ideología, sino, como dice Roger Bartra, como “una forma de la cultura política” es decir, “un conjunto articulado de hábitos, tradiciones, símbolos, valores, mediaciones, actitudes, personajes e instituciones.”

El populismo es parte de nuestra cultura política. Tenemos, de hecho, un populismo institucional montado en el gasto público y en la red de exenciones y privilegios fiscales de México.

De un lado tenemos atada al presupuesto, institucionalizada, una extraordinaria diversidad de programas sociales. Es nuestra versión plebeya y clientelar de un estado de bienestar: nuestro populismo disperso que no acaba de convertirse en una institucionalidad sólida, transparente, universal. En un verdadero estado de bienestar.

El populismo no está solo en los políticos y en los gobiernos. Está en la sociedad. Al otro lado del mostrador del gobierno, en la sociedad, hay también una cultura populista y clientelar. Una cultura del clientelismo estatal y de la puja por las rentas del estado.

La tentación populista mexicana está en nuestras costumbres públicas. Yo he tratado de resumirlas en un libro, La ceniza y la semilla, refiriéndome a la sociedad mexicana como una sociedad peticionaria. Una sociedad acostumbrada a las generosidades de un gobierno proveedor.

El populismo viejo mexicano ha sido siempre una forma dual, contradictoria, de resistirse por un lado a la modernización que destruye clientelas y, por el otro, de querer subirse a ella, de querer mejorar y progresar por el atajo de lo que en México llamamos mucho tiempo justicia social, es decir la ayuda y los subsidios del Estado.

López Obrador crece sobre este piso histórico y ante los primeros indicios de una nueva modernización inconclusa o insatisfactoria del camino mexicano.

 

(5. Profetas desarmados)

 

Héctor Aguilar Camín

hector.aguilarcamin@milenio.com


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