sábado, noviembre 15, 2014
¿Quién crea los empleos? Una crítica al #populismo
El pasado 24 de octubre Hillary Clinton estableció durante un meeting político el que será su mantra en materia de creación de puestos de trabajo como candidata a la presidencia de los Estados Unidos en 2016. La señora Clinton dijo: “Don’t let anybody tell you that it’s corporations and businesses that create jobs“.
Es evidente que quien diga una cosa así desconoce o ignora por completo la racionalidad económica seria en materia de inversión de capital. Pero, claro, el objetivo de la Sra. Clinton no es ilustrar a quien la oye con argumentos bien fundados, sino el de ganar unas elecciones políticas. Por eso, ¿qué mejor estrategia que la del más rancio populismo, donde los votantes sientan que es imprescindible para su futuro bienestar el que ella salga elegida?
De hecho, podemos aseverar sin ningún tipo de rubor que esta es la misma filosofía implícita en el Estado del “malestar” imperante hoy en día: el Estado debe intervenir redistribuyendo la riqueza, con la finalidad supuesta de generar más riqueza para todos. De esta manera, se vende la idea de que es el político el que, con su plan de actuación sobre la economía de una nación, el que en última instancia genera puestos de trabajo. Sin ingeniería social el 1% de la sociedad (los ricos) terminarían quedándose con toda la “torta”, porque su afán de lucro no tiene límites. ¡Malditos gordos hijos de p…! ¡Más impuestos a las grandes fortunas! ¡Más Estado!
Por eso le digo a cualquiera que crea que Podemos en España es una nueva forma de ver la política que se equivoca por completo. Podemos supone un nuevo estímulo para intentar reavivar un Estado del malestar moribundo. El espectro político ha tenido que llegar a revestir esta vieja doctrina con la coleta progre porque el político de corbata ya no convence en el sur de Europa. Nada más.
El político populista (cada vez estoy más convencido de que esta dos palabras juntas representan un pleonasmo) vende la idea de que el Estado genera prosperidad mediante esta redistribución. Pero no es cierto. De esta manera sólo puede generar más destrucción de riqueza. El capital debe estar siempre en manos de quien lo vaya a invertir de forma capitalista, es decir, en bienes de capital. Es la única manera que tienen las naciones de generar prosperidad para todos, como lo demuestra la racionalidad económica seria (y no el keynesianismo).
Como dijo ayer el profesor George Reisman, discípulo de Mises, en el programa de Tom Woods, “the wealth of the rich is not on their plates, is not on their refrigerators or pantries, it’s not in their personal consumer’s goods, it’s in the means of production… and that wealth is serving as the base of the demand for the labor of everybody and the supply of the products everybody buys… we benefit from the wealth of others”, algo que los que emigran a Estados Unidos desde Latinoamérica y otros puntos del mundo en busca de las oportunidades que no pueden encontrar en sus países, claramente intuyen y experimentan sin necesidad de comprender este proceso de creación de riqueza.
Que la sociedad se beneficia de la riqueza ahorrada e invertida en los bienes de capital (y no robada mediante los impuestos del Estado) es el mismo argumento expuesto el 25 de octubre (es decir, curiosamente un día después del discurso de la Sra. Clinton) por el profesor Miguel Anxo Bastos Boubeta durante su conferencia en la Primera Conferencia Regional de European SFL en Madrid. Los representantes de la Escuela austríaca de economía poseen una sólida teoría del capital. Desgraciadamente, dicha teoría parece ser o demasiado compleja para la mente del político (lo cual dudo en algunos casos), o bien ir en contra de sus intereses (cosa que creo más probable).
El populismo es lo contrario a la sociedad del conocimiento y la división de éste, que es lo que en última instancia permite generar prosperidad y salir de la condición que el ser humano ha tenido desde su origen: la pobreza. En el fondo el populismo representa una vuelta a la mentalidad de la tribu, un no querer salir de esa “trampa maltusiana” desconfiando del rico, criticando la desigualdad y procurando una igualdad en la pobreza. Pero el mensaje de la racionalidad económica, en última instancia, expresa que es posible para todos prosperar con rentas desiguales. De hecho, es la única manera de generar puestos de trabajo estables, más oportunidades de mejora para los individuos. La sociedad en pleno debería ser un clamor a favor de la desigualdad económica. Sin embargo, el objetivo nefasto de la igualdad en este terreno sigue siendo fuertemente promovido por los estatistas y sus colaboradores. Denunciar esta manipulación ahora y siempre debe ser sentido como un imperativo moral por el científico social.
José Manuel Carbadillo
Esta entrada puede leerse también en josemacarballido.com