lunes, noviembre 17, 2014

 

Protesta violenta

"La protesta violenta no es protesta... Es un acto vandálico e ilícito". Ulrich Richter

El argumento es tan fácil como falaz. ¿Por qué te quejas de los bloqueos y las agresiones? ¿Qué harías tú si se hubieran llevado a tu hijo?
No tienes corazón. Los padres tienen derecho a protestar.

Por supuesto que los padres de Ayotzinapa tienen derecho a pedir justicia. Como los padres de los 22 de Tlatlaya. Y los padres de los 72 de San Fernando. Y los padres de los 15 de Villas de Salvárcar. Y los padres de las víctimas del Pozolero. Y los padres de los 22 mil 322 desaparecidos que la PGR contabilizaba apenas en agosto. Y los padres de las 22 mil 732 víctimas de homicidio doloso que el INEGI registra para el 2013.

Pero una cosa es protestar por la falta de seguridad y justicia en el País, por la falta de un Estado que cumpla con sus principales obligaciones, y otra muy distinta agredir a terceros inocentes como se ha venido haciendo de manera sistemática.

La injusticia no se combate con injusticia.

Quienes encabezan los actos de agresión contra la población lo saben, pero su objetivo no es conseguir justicia. Quieren aprovechar el secuestro y presunta ejecución de los 43 normalistas de Ayotzinapa para promover su causa y derrocar al Estado mexicano.

Los bloqueos y actos de violencia son una estrategia para exasperar a la población, provocar el uso de la fuerza pública y generar nuevos mártires para la causa.

Es una estrategia cruel, pero que ha resultado eficaz en el pasado.

"La revolución es imposible sin una situación revolucionaria" escribió Lenin. "La revolución no se hace, sino se organiza".

Fuera del País, la idea generalizada es que México está en llamas. No sorprende. En las noches los noticiarios de televisión llevan información sobre los hechos de Iguala y las imágenes de los bloqueos y quemas de edificios públicos o vehículos.

Da la impresión de que el pueblo mexicano entero se ha unido en un esfuerzo para derrocar con violencia a un Gobierno corrupto y asesino.

La cobertura no aclara que, aunque el Gobierno pueda ser impopular y la mayoría de los mexicanos puedan sentirse indignados por lo ocurrido en Iguala, los grupos que están protagonizando los actos de agresión contra los ciudadanos son pequeños.

Fuera del País se espera que pronto ocurra en México un episodio similar a las revoluciones de la llamada primavera árabe del 2011.

No hay simpatía ni por Enrique Peña Nieto ni por el Gobierno del PRI. Así como cayeron los gobiernos corruptos de Túnez, Egipto y Libia, así debe caer el de Peña Nieto.

Las imágenes de la lujosa Casa Blanca no han ayudado a proyectar la imagen de un Presidente honesto y capaz, del Salvador de México.

Nadie apunta, sin embargo, que ninguno de los países de la primavera árabe está hoy mejor que antes. Sus economías y sistemas políticos han sufrido retrasos importantes.

Pero los desastres de la postrevolución son menos atractivos para los medios de comunicación que las llamas de la revolución.

Al final los revolucionarios buscan el poder y cuando lo obtienen no son mejores que sus predecesores.

"El revolucionario más radical se hará conservador al día siguiente de la revolución" advertía Hannah Arendt.

Los grupos que recurren a la violencia para protestar quieren aprovechar la tragedia para conquistar el poder. No es una situación inédita.

Los revolucionarios saben que deben aprovechar los momentos de debilidad de los gobiernos y el Gobierno mexicano hoy muestra gran debilidad.

La protesta violenta es un arma que ha funcionado muchas veces en el pasado para crear la "situación revolucionaria" que promovía Lenin. Y el Gobierno de Peña Nieto parece paralizado ante una situación que lo ha rebasado.


FUERTE CRECIMIENTO
Panamá ha sido uno de los países con mayor crecimiento económico en el mundo. Mientras que la Cepal espera una expansión de 2.2 por ciento para América Latina en este 2014, proyecta para Panamá un 6.7 por ciento. En el 2011 Panamá creció 10.6 por ciento, 10.5 por ciento en el 2012 y 7.9 por ciento en el 2013. Algo se ha hecho bien en Panamá.

Sergio Sarmiento

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