viernes, noviembre 10, 2006

 

Amlo, a la orden de la banda perpetua; Camacho, comisionado de paz vitalicio


Lo dicho: los actores públicos han desbordado el instrumental de la crónica y el análisis periodísticos. Abordar sus poses y comportamientos "el despliegue de sus farsas cotidianas" exige, consecuentemente, escritores del género fársico.
Si ayer comparábamos las ansias de perpetuar los minutos contados de autoridad y poder que les quedan al titular de Gobernación y al gobernador formal de Oaxaca de hoy, con la tentación del Lascurain de Flavio González Mello de prolongar los 45 minutos presidenciales que le concedió el golpista Huerta en 1913 ¿quién podría hoy mejorar la autoparodia de las ansias contrarias: las de tirar el arpa, en la línea insuperable del presidente Fox de "ya digo cualquier tontería, ya no importa, ya total, yo ya me voy"?.

Son atendibles, sin duda, las apelaciones de la agencia española EFE y de la presidencia de la República sobre la falta de ética elemental de Telemundo al divulgar los "saludos iniciales, informales y cordiales", los comentarios "irrelevantes" -insiste la agencia española- del Presidente, que sólo pretendían hacer más cómodos los momentos previos a una entrevista para la televisión, y romper así el hielo inicial.
Pero ya se sabe que en el carnaval todo se vale. Se suspende la vigencia de las normas, sean las jurídicas o las éticas, incluso donde éstas suelen ser exigibles y el Estado de Derecho es eficaz. ¿Qué podría esperarse por acá?
Y en la atmósfera carnavalesca en la que políticos y medios han envuelto la agenda del debate público mexicano ya no está quedando más sitio que para el sketch, el happening y, otra vez, la farsa.

En este sentido, también podría resultar atendible la denuncia penal presentada por el dirigente del PAN en el Edomex contra Amlo, por usurpación de funciones, porque durante la gira del candidato presidencial derrotado por esa entidad se colocaron carteles en los que éste se ostentaba como "Presidente de México" y portaba la banda presidencial. El denunciante puede tener razón también en que Amlo, "de manera indebida, está utilizando un símbolo patrio, como lo es la banda presidencial", ya que en la Ley de Símbolos Patrios se establecen claramente las fechas en las que se puede portar una banda presidencial.
Pero el mismo denunciante se anticipa a dar la clave del caso: "el señor López verdaderamente ya perdió la dimensión y el piso de la cosas; y más que comportarse como un político serio, ahora se comporta como un rey de carnaval".
Un carnaval que todavía va a dar mucho más para recordar: con la autocoronación, por ejemplo, de este emperador de la orden de la banda perpetua, el próximo 20 de noviembre. Será una farsa teatral que seguramente superará las mejores sátiras de El Hábito, si se le deja la estratégica dirección de escena a la ingeniosa y combativa Jesusa Rodríguez y se le permite seguir desplegando su imaginación fársica, ya no en un grato pero estrecho espacio bohemio de Coyoacán, sino en el espacio público nacional.

¡Incendios provocados qué apagaaar!
¡Comisionado de paz con experienciaaaa!
En la vida política en clave de farsa, para todo hay previsiones. En Tlaxcala, la Asamblea Popular de los pueblos de Oaxaca (APPO) amenazó al Presidente electo con un plan bajo un título que difícilmente puede resultar más fársico: "insurgencia popular pacífica nacional, apoyada por el PRD y La Otra Campaña" (la de Marcos): todos juntos. Y en Michoacán, con la presencia del propio Amlo en el Estado, los maestros de la Sección 18, que también son miembros disidentes del SNTE, como los de Oaxaca, realizaron un paro en apoyo de la APPO, en un panorama de perredismo dividido que obligó a Amlo a realizar su acto "también de apoyo a la APPO" en un foro reducido.

Pero ante la perspectiva de un carnaval ensangrentado por los enconos y las convocatorias violentas, ayer reapareció Manuel Camacho, ya no como el incendiario profeta de la ingobernabilidad a partir de la ocupación de la capital de la República de las semanas que siguieron a la derrota de Amlo, sino como el afamado "Comisionado de Paz" con experiencia en provocar incendios para luego contratarse como bombero.
En un paralelismo con su papel en el levantamiento zapatista de Chiapas hace doce años, en entrevista con Ciro Gómez Leyva (Radio Fórmula) Camacho recordó cómo él pudo "sentar" al sub Marcos: "En 1994 no coincidía con el movimiento armado -se vio precisado a la aclaración no pedida- pero tenía que sentarlos en la mesa para establecer una tregua".

El ahora autoparodiado como Comisionado de Paz Vitalicio, mostró sus cartas de idoneidad para el cargo, entre las principales, la de no estar "en eso", como le llamó al "gabinete del presidente legítimo", y la de oponerse a las "zancadillas al nuevo gobierno" y, en su lugar, trabajar para "cambiar el régimen político vía el Congreso".

José Carreño, La Crónica, 10 de noviembre 2006
jose.carreno@uia.mx

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