domingo, noviembre 06, 2022

 

La tribu

La llegada del internet a amplios segmentos de la población presagiaba más y mejor información para el consumidor y el votante. Esto permitiría tener mercados más eficientes y Gobiernos más cercanos a la voluntad popular.

 

El consumidor sí ha ganado. Puede comparar precios y calidad de los productos con mayor facilidad, aunque esto ha ido cambiando: los grandes proveedores de servicios como Amazon priorizan la información del oferente con dinero para anunciarse.

 

Para el votante el internet tuvo el efecto contrario. En un mundo ya de por sí complicado por mayores tensiones sociales derivadas de la crisis del 2009, se erosionaron los referentes informativos prestigiosos y creíbles para una gran mayoría de los votantes. Antes, una nota comprometedora para un político corrupto en algún medio nacional era devastadora. Ahora, se vive en burbujas informativas y los políticos han aprendido a usar las plataformas digitales para llegar a sus votantes con cualquier cuento.

 

Si Nixon renunció cuando se reveló su mentira en el caso Watergate, Trump ha pagado un costo relativamente bajo tras haberse demostrado su participación en la turba del 6 de enero del 2021 en su esfuerzo por evitar la llegada al poder de Joe Biden. El 61 por ciento de los republicanos está convencido del cuento del fraude electoral en contra de Trump.

 

Pasado mañana en Estados Unidos habrá elecciones. Podrá ganar una camada de republicanos pregoneros del cuento del fraude. No solo está en juego el Poder Legislativo, sino que los republicanos han desplegado una cuidadosa estrategia para colocar en posiciones clave en el control del descentralizado sistema electoral de ese país a creyentes del fraude. Su objetivo es cometer uno si en la siguiente elección presidencial los republicanos pierden.

 

La democracia requiere un mínimo de decencia, acuerdo en ciertos valores fundamentales y un electorado con una base común de información veraz. Cada vez estamos más lejos de estos principios. Todo se mira desde la pertenencia y lealtad a la tribu.

 

En esta semana se anunció un buen dato económico para nuestro país: el PIB del tercer trimestre creció 4.3 respecto al mismo del año anterior. La tribu de Morena lo celebró como si hubieran ganado el Mundial. No saben o deciden no creer que la economía de México sigue siendo la más rezagada de toda América respecto al nivel previo a la pandemia.

 

La polarización complica las decisiones de largo plazo necesarias para un mejor futuro. Todo es visto en función de lo dicho por el líder de la tribu. Si antes la militarización era considerada mala por los morenistas, ahora es buena, o ni siquiera es tal porque el jefe de las Fuerzas Armadas es AMLO.

 

Polarizar ayuda a llevar la conversación lejos de los problemas del país. Apuntalado en mucha represión contra los disidentes y en el cuento del embargo de Estados Unidos a Cuba (que no es bloqueo, pueden llegar mercancías de otros países), el castrismo ha gobernado más de 60 años desde la pobreza creciente de su población.

 

Los líderes capaces de transformar para bien a un país deben trascender a la tribu. Brasil está mucho más polarizado que México en el 2018. ¿El recién electo Lula intentará construir una política más incluyente y, por lo mismo, mejor para su país?

 

AMLO, con la contundencia de su victoria, tenía todo para gobernar para todos los mexicanos, como prometió el día de su triunfo. No lo hizo. Polarizar le ha funcionado en términos de su base electoral, sobre todo si se ve a la luz de todas sus promesas incumplidas.

 

Con todo, México no enfrenta grandes divisiones ideológicas, como Estados Unidos, sino en torno a la persona de AMLO. De cara al 2024, todos los aspirantes, no sólo los de la oposición, deberán decidir si les conviene polarizar. Para Bolsonaro fue la forma de derrotar en el 2018 al PT. Esa polarización no ha sido buena para Brasil. Al final ni siquiera para Bolsonaro.

 

Carlos Elizondo Mayer-Serra

 

 


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