domingo, julio 28, 2024

 

Renunciar

Es muy difícil renunciar al poder. Es adictivo y quien lo ejerce cree que mantenerse en la silla es indispensable para el buen futuro de su patria. Rodeado de barberos que disfrutan y se aprovechan del poder de su jefe, le dan cuerda para que no lo deje. No quieren quedarse desamparados.

 

Proyectos y hasta países enteros, hay que ver el desastre en Venezuela donde hoy hay elecciones, se han arruinado por líderes renuentes a renunciar al poder. Un líder eterno va haciendo del país un reflejo de sus manías, sin importar mucho cuán disfuncionales sean. La edad va deteriorando las capacidades cognitivas y el miedo a morir o a ser destronado fácilmente lleva a la paranoia. Entre más tiempo se haya gobernado, más agravios se generan contra quienes están ansiosos de vengarse en el momento oportuno.

 

Por eso es notable la decisión de Joe Biden de finalmente cumplir la promesa que hizo durante la campaña presidencial del 2020 de no postularse para un segundo mandato. Aunque el haberlo hecho tan tarde dificulta al partido elegir al mejor candidato posible a través de un proceso electoral abierto, es mejor más tarde que nunca. Su vicepresidenta, Kamala Harris, no sólo se quedará con la nominación, sino que está agarrando tracción entre el electorado.

 

El contraste con México es revelador. La regla de la no reelección, que hasta donde se sabe AMLO nunca propuso cambiar, lo obliga a dejar la Presidencia el próximo 30 de septiembre. Pero ¿renunciará a ser el poder tras el trono?

 

En el pasado el Presidente electo poco a poco iba dominando el escenario y posicionando su agenda. AMLO empezó a tomar decisiones como cancelar el aeropuerto de Texcoco antes de tomar el poder.

 

Ahora quiere heredarle a Claudia Sheinbaum compromisos de gasto público y varias reformas constitucionales. La más visible ha sido la de desaparecer al actual Poder Judicial para construir otro a partir de la elección por voto popular de jueces, magistrados y ministros.

 

Es difícil saber qué tan convencida está Claudia de la pertinencia de la reforma al Poder Judicial. Su reacción inicial, el 10 de junio, fue: "Que se haga una discusión amplia en estos meses para que se conozca; por ejemplo, cuántos jueces de distrito hay, poca gente sabe cuántos hay en el País, cuántos magistrados. Que se conozca la reforma que se envió y que se abra esta discusión". Ahora parece inclinarse a que hay que aprobarla en septiembre como desea AMLO, aunque gente cercana a ella cree que la podrá matizar.

 

Contra la tradición de nombrar al gabinete la víspera del cambio de Gobierno, con lo cual el Presidente saliente tenía mucho menos influencia, hoy ya está prácticamente nombrado todo. AMLO hasta se le adelantó públicamente en varios nombramientos.

 

Hay quienes creen que a partir del 1 de octubre todo cambiará y ella se posicionará en el poder. Se verá. Pero los vínculos personales de AMLO con varios de los miembros del gabinete de su sucesora y con muchos de los liderazgos legislativos y estatales lo hace más difícil.

 

Mucho dependerá de qué decida AMLO. ¿Aceptará realmente renunciar al poder confiado de los amarres que está dejando? ¿O estará pendiente de cada movimiento que él perciba como contario a su visión de país y actuará en consecuencia?

 

A diferencia con el caso de Biden, acá no hay fuerzas visibles pidiéndole, y menos exigiéndole, a AMLO contener su poder. Biden terminó por ceder ante los altos jerarcas del Partido Demócrata y sus principales donantes. No es dueño de su partido, como AMLO lo es de Morena.

 

Suele decirse que el hombre más poderoso del mundo es el Presidente de Estados Unidos. No es cierto. Enfrenta todo tipo de restricciones, las más importantes internas. Biden reconoció las suyas. AMLO sí es el Presidente más poderoso que ha tenido México, ante una sociedad que acata sus ocurrencias sin rechistar.

 

Carlos Elizondo Mayer-Serra

 

 

 


domingo, julio 21, 2024

 

La mayoría

La democracia es la regla de la mayoría. Su peso político depende de cómo se transformen los votos en asientos legislativos.

 

En la reciente elección en Reino Unido, los laboristas, con el 33.7 por ciento del voto (casi igual que en el 2019, cuando obtuvieron 32 por ciento) se llevaron el 63.3 por ciento de los asientos parlamentarios (frente al 31 en el 2019). En un sistema de mayoría relativa por distritos, si un partido grande logra distribuir su voto a lo largo de todo el territorio, cuando la oposición está dividida, se magnifica artificialmente la victoria.

 

Para evitar esto, los sistemas electorales han diseñado reglas para tener una distribución de escaños más equitativa. En Israel hay un sistema de representación proporcional pura: los asientos en el Parlamento son espejo del porcentaje de votos obtenidos.

 

México tiene un sistema mixto. Se buscaba mantener la relación directa entre distrito y legislador (que ha sido más teórica que real, en parte por décadas de no reelección) y a la par, darle a la mayoría una sobrerrepresentación que provea gobernabilidad en la elaboración de leyes. Con los diputados de representación proporcional se procuraban espacios a la minoría.

 

Como parte de los acuerdos de la transición a la democracia, se acordó limitar la sobrerrepresentación y evitar que un partido pudiera, por sí solo, cambiar la Constitución. En el 2012 con el Pacto por México, cuatro partidos (incluido el PVEM) lograron ponerse de acuerdo en reformas profundas, cada uno a partir de su agenda. Sumando los votos en esa elección obtuvieron el 86.7 por ciento. En contraste, el 2 de junio pasado, la coalición oficialista, en una elección donde se violó la equidad que mandata la Constitución, obtuvo el 54.7 por ciento de los votos en la Cámara de Diputados. Pretenden quedarse con el 74 por ciento de las curules.

 

El Gobierno alega que su coalición son tres partidos (Morena, PT, PVEM) por lo cual es constitucional sobrepasar los 8 puntos de sobrerrepresentación. De forma estratégica pusieron en ciertos distritos a candidatos de los partidos minoritarios de la coalición para entre los tres partidos poder pasar esos 8 puntos. Pero se trata realmente de un grupo en el poder dividido en tres partidos. A lo largo del sexenio, han votado en el Legislativo como una sola fuerza; con más disciplina que los legisladores del PAN cuando era Gobierno.

 

Si Morena fuera oposición y tuviera 46 por ciento de los votos y enfrentara una coalición de partidos oficialistas pretendiendo la mayoría constitucional, sobre todo tras una elección donde el Presidente hubiera intervenido como AMLO, alegarían fraude, simulación y engaño a la Constitución. Harían plantones para evitarlo.

 

Pero la oposición hoy está dividida y disminuida. El PAN y el PRI están inmersos en profundas crisis y el electorado opositor, pasmado. AMLO domina el debate público. El Tribunal Electoral, actualmente dividido e incompleto, tendrá la última palabra sobre este asunto.

 

De prosperar esta mayoría artificial, y si logran obtener los tres votos que les faltan en el Senado, el Gobierno podrá modificar nuestro pacto fundamental en cualquiera de sus partes, por ejemplo, la no retroactividad de las leyes. Pueden aplastar cualquier derecho del otro 45 por ciento del electorado o hacer cualquier tipo de reforma.

 

Aun con su amplio triunfo en el Parlamento británico, los laboristas no se atreverán a hacer cambios constitucionales de fondo que supusieran quebrar el principio democrático fundamental de que las minorías de hoy puedan ser mayorías mañana. La mayoría debe usarse para poder implementar ciertas políticas públicas, no para transformar unilateralmente el régimen político del país.

 

Si prospera la estrategia gubernamental, la única restricción será la voluntad presidencial. Hoy es la de AMLO. A partir de octubre debería ser la de Claudia Sheinbaum.

 

Carlos Elizondo Mayer-Serra

 


viernes, julio 12, 2024

 

Ogro filantrópico

"Salvo los interregnos de anarquía y guerra civil, los mexicanos hemos vivido a la sombra de gobiernos alternativamente despóticos o paternales, pero siempre fuertes". Octavio Paz, "El ogro filantrópico", 1978

 

No sorprende que Suiza sea el país de la OCDE con mayor confianza en su Gobierno, 61.9 por ciento. Este país pequeño y de abrupta orografía ha construido una gran prosperidad sin recursos naturales. Su sistema de Gobierno altamente descentralizado se ajusta al espíritu independiente de los suizos.

 

Luxemburgo ocupa el segundo lugar con 55.6 por ciento. Es un país de apenas 672 mil habitantes, pero el más rico de Europa. El gran duque Enrique preside el Estado, el Gobierno lo maneja un Primer Ministro con un Parlamento electo democráticamente.

 

La gran sorpresa es el tercer lugar, México, donde un 53.6 por ciento de los habitantes expresa confianza alta o moderadamente alta a su Gobierno. Ya el Presidente López Obrador presumió el resultado en la mañanera del 10 de julio: "El nivel de México se encuentra sólo debajo de Suiza y de Luxemburgo. ¡Estamos bien!".

 

Los mexicanos siempre han mostrado una actitud favorable a los Presidentes y los Gobiernos en turno. La gran excepción ha sido Enrique Peña Nieto, pero todos los demás han concluido sus sexenios con altas cifras de aprobación.

 

López Obrador ha logrado una cercanía especial con "el pueblo" por medio de las mañaneras. Con él "la gente entiende cómo funciona el Gobierno, el Presidente es un gran traductor", me dice en una entrevista en radio Eduardo Bohórquez, director ejecutivo de Transparencia Mexicana.

 

"Si tienes un gran traductor, tienes confianza, sientes que estás participando... Te identificas con el discurso y te traduce la función gubernamental".

 

Otra razón de la popularidad de AMLO es la añoranza de muchos mexicanos por los "viejos tiempos" del PRI. La sociedad mexicana ha sido escéptica de la democracia y sus contrapesos.

 

Es un caso similar al de Rusia, que sufrió incertidumbre cuando dejó atrás la era soviética y optó por un nuevo dictador, Vladimir Putin, cuando tuvo oportunidad.

 

Así, los mexicanos han encontrado en López Obrador un gobernante fuerte, como Luis Echeverría, José López Portillo o Carlos Salinas, que les da más confianza.

 

El mexicano añora "el rey sacerdote azteca, el virrey, el dictador, el señor presidente", escribió Octavio Paz en su ensayo "El ogro filantrópico" de 1978. "Los liberales trataron de limar las garras del Estado heredado de la Nueva España", "burocracia y ejército", porque "querían una sociedad fuerte y un Estado débil. Tentativa ejemplar que pronto fracasó: Porfirio Díaz invirtió los términos e hizo de México una sociedad débil dominada por un Estado fuerte".

 

Después de la turbulencia de la Revolución, Plutarco Elías Calles restableció el Estado fuerte al crear un partido que dominaría la vida política a través de una serie de Presidentes con poderes absolutos, pero sin posibilidad de reelegirse.

 

De esta manera surgió el ogro filantrópico, el Gobierno fuerte, incluso autoritario, que se ganaba la buena voluntad del pueblo a través de sus dádivas.

 

"La modernización de México, iniciada a fines del siglo XVIII por los virreyes de Carlos III, sigue siendo un proyecto realizado sólo a medias y que afecta solo a la superficie de las conciencias", sentenció Paz en 1978.

 

La nostalgia por un pasado autoritario ha regresado hoy a México después de un breve periodo de apertura. La libertad atemoriza a millones, que prefieren un gobernante poderoso, sin contrapesos, pero que se muestre filantrópico al repartir recursos del Estado.

 

Sergio Sarmiento

 

 


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