lunes, noviembre 28, 2016

 

El populismo y sus 'explicaciones'

Uno de los efectos más perniciosos de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos ha sido la proliferación de innumerables expertos instantáneos en la economía, la política y la sociología del mundo. Con osadía, los enterados referidos han opinado sobre asuntos que caen (muy) lejos de su competencia. Aquí va una muestra de tales despropósitos, acompañada de apuntes críticos breves. Las frases en cursivas son compuestos de algunas de las expresiones aludidas. Soy consciente de que me estoy metiendo en un "gatuñal", como dicen en el norte, pero no pude resistir la tentación.

 

1.- "El populismo ha ganado fuerza en todo el mundo porque la pobreza ha aumentado". ¿De veras? De acuerdo con las estimaciones más recientes del Banco Mundial, la pobreza extrema afecta actualmente a algo así como 12 por ciento de la población, en comparación con 37 por ciento en 1990 y 45 por ciento en 1980. La mayor reducción se observó en Asia, en particular en China. De acuerdo con el Banco, a lo largo de las tres últimas décadas unos mil 200 millones de personas han salido de la pobreza en el llamado "mundo en desarrollo". En lo que toca a los pobres en Estados Unidos, caben dos apuntes sumarios: i) los pobres en cuestión están entre la gente más rica del mundo; la mediana del ingreso familiar es entre 15 y 30 por ciento más alta que la correspondiente a Alemania, Francia y Japón; y, ii) la tasa de pobreza aumentó notablemente entre 2006 (12 por ciento) y 2010 (15 por ciento), pero descendió de ahí en adelante (13 por ciento en 2015). De paso, hay que notar que el populismo fue derrotado en Argentina y en Perú, y está en vías de serlo en Venezuela.

 

2.- "La irritación del electorado se finca en la inequidad generada por el sistema económico neoliberal". Un simplismo. Para empezar, uno puede fatigar las páginas del diccionario sin encontrar la palabra "inequidad". Se usa descuidadamente como si su significado fuera "injusticia". Muy a menudo se emplea para designar "desigualdad". El problema es que el término "justicia" no tiene una acepción generalmente aceptada. En todo caso, es obvio que no implica igualdad. Supongo que nadie criticaría a un maestro que calificara desigualmente a sus estudiantes, si mostraran méritos académicos diferentes. En cuanto al neoliberalismo y sus alegadas "inequidades", quizá basta y sobra con señalar que los más pobres del mundo viven en economías primitivas (africanas), cuya estructura y funcionamiento nada tienen que ver con el liberalismo, ni viejo ni nuevo. Más todavía: el sistema económico "liberal" (capitalista, de mercado) ha creado, sin discusión, una prosperidad que no tiene antecedente en la historia de la humanidad. Y lo ha hecho en un marco de libertad individual. Ningún otro sistema ha conseguido esa combinación. Nadie ha dicho nunca, con seriedad, que sea perfecto. En México, por ejemplo, ha prevalecido un "capitalismo de cuates", con las consecuencias negativas conocidas en términos de eficiencia y distribución del ingreso. Es cierto que la desigualdad creció en algunos países desarrollados entre 1970 y la actualidad. Pero no se sabe si la tendencia se prolongará o si se trata de uno más de los altibajos históricos del fenómeno. En todo caso, empíricamente, la desigualdad ha disminuido entre países.

 

3.- "Para enfrentar las probables medidas económicas de Trump, que perjudicarán a México, es necesario contraatacar rechazando la globalización, estableciendo aranceles sobre los productos y servicios estadounidenses, dejando de viajar 'al otro lado'", consumiendo lo que producimos, fortaleciendo el mercado interno..." Absurdos nostálgicos. Adoptar una postura proteccionista porque el vecino la asume resultaría en un doble golpe. No sólo enfrentaríamos el nuevo obstáculo "trumpiano" para vender afuera lo que producimos, sino que aumentaríamos los precios internos, en perjuicio del usuario de insumos extranjeros (incluyendo al exportador) y del consumidor nacional. En cuanto al "fortalecimiento del mercado interno", caben dos interpretaciones: la equivocada y la correcta. La primera consistiría en aumentar artificialmente el poder de compra en México; por ejemplo, con una política monetaria y crediticia floja o con un alza de emergencia del salario mínimo o con subsidios o con más gasto público o con... La segunda implicaría modernizar radicalmente "las reglas del juego" económico interno, para elevar la productividad. Ésa es la tarea que tenemos pendiente en México desde hace décadas. ¿Qué quiere decir la frase entrecomillada? En resumen: desregular la economía; fomentar el ahorro y la inversión; revolucionar el sistema educativo; reducir el gasto del Gobierno y su demanda de recursos financieros; racionalizar el sistema tributario; mejorar la infraestructura física; profundizar la inserción de México en la economía mundial; fomentar el desarrollo tecnológico; y, sobre todo, establecer de veras el "Estado de Derecho".

 

Everardo Elizondo

El autor es profesor de Economía en la EGADE, Business School, ITESM.

 


sábado, noviembre 26, 2016

 

La gran prueba

Nuestro País enfrenta hoy una de sus pruebas más difíciles en su historia.

 

Un Gobierno estadounidense impredecible y posiblemente errático a partir del 20 de enero nos debe poner a trabajar unidos más que nunca.

 

No está a prueba nuestro nacionalismo, sino nuestra capacidad de defender las instituciones que hemos construido como país.

 

Los resultados de una votación cerrada que han dividido a la nación más poderosa del mundo es parte de una tendencia que amenaza otros cambios de Gobiernos como el que ya se vive en Inglaterra con el Brexit, y se advierte en Francia, Italia y otras economías en próximas elecciones.

 

Vivimos un momento en el que reina la desesperación por la incomprensión de que no se pueden resolver todos los problemas con medidas extremas y lapidarias.

 

Mientras tanto, se alejan las posturas de comprender que la posición intermedia y el trabajo ordenado, honesto y con respeto a la dignidad humana y al Estado de derecho son las únicas vías de crecer mejor y más justamente en el largo plazo.

 

Este vacío en la argumentación en el mundo está provocando las salidas fáciles y falsas.

 

Ante la impotencia de que las economías crezcan a la velocidad que una población demanda, el camino es la cerrazón: prefiero vivir de espaldas al mundo para yo mismo convertirme en un ente improductivo y pobre como la historia lo ha demostrado una y otra vez. Y si el mundo necesita de mi apoyo para mantener paz y equilibrio, ya no los ayudaré, aunque se destruyan entre sí, al cabo yo vivo en otro continente lejos del conflicto.

 

Los grandes movimientos de la sociedad y de su economía se han basado en abrazar la competencia y la globalización.

 

Así nació Estados Unidos buscando impulsar su desarrollo libre de ataduras de un Gobierno británico que prohibía su emancipación y su libertad de creencias y de comercio.

 

De la impotencia de los Gobiernos para dirigir con efectividad y honestidad la administración, combatiendo la corrupción, la impunidad y la urgencia por soluciones rápidas, las sociedades en democracia optan por cambiar el rumbo 180 grados, destruyendo lo positivo que se había alcanzado.

 

Es tanta la ignorancia dentro de los procesos electorales democráticos que se busca hoy dar un vuelco hacia la extrema derecha, mismo que puede llevar a un exceso absurdo, como lo han sido también los movimientos a la izquierda extrema. Ambos ignoran las leyes finas, pero siempre contundentes de la economía.

 

Por ejemplo, no puede un país cerrarse a los movimientos migratorios cuando la tasa de crecimiento interna de su población va en picada, a menos de que se busque reducir el tamaño de su economía y su riqueza.

 

No puede un país aislarse de la globalización y la competencia para pretender así ser más competitivo, innovador y productivo.

 

México es el segundo cliente más grande de Estados Unidos. Le compramos más de una quinta parte de todo lo que produce. Nuestro vecino del norte es el principal socio comercial y le vendemos una proporción similar de todo lo que producimos.

 

Esta simetría comercial era algo impensable cuando nació el TLCAN, pero hoy habla de la complementariedad entre México y Estados Unidos.

 

Por ello, debemos buscar defender las ventajas comparativas que hemos construido a largo de tantos años, buscando una mayor integración económica frente a la economía más abierta del mundo, Estados Unidos, que ahora parece que quiere dar la espalda a la globalización que, paradójicamente, fue lo que los hizo grandes y competitivos.

 

ADENDA

Dejó de existir el líder revolucionario que abrazó el comunismo, Fidel Castro. Nadie ha impactado tanto un país como él, dejando dos generaciones perdidas.

Para bien y para mal, luchó por sus ideales marcando la historia del siglo 20 como ningún otro gobernante, y colocando a Cuba como sinónimo de Fidel en el mundo.

 

Vidal Garza Cantú

vidalgarza@yahoo.com


viernes, noviembre 25, 2016

 

El líder y la tele

"Una de las lecciones de Trump es que la política y el entretenimiento se han fusionado". Niall Ferguson

Para una comunidad culta y educada, Donald Trump es sencillamente un personaje impresentable. Para los más de 60 millones de estadounidenses que votaron por él, la mayoría blancos de edad media o avanzada y poca educación, es el único líder que puede cambiar una realidad que los deja cada vez más insatisfechos.

 

Trump no es el primer populista que gana una elección... ni en Estados Unidos ni en el mundo. El hecho es bastante más común de lo que uno pudiera pensar. Lo sorprendente es que no ocurra con mayor frecuencia.

 

La magia del populismo es enorme. Siempre es más fácil votar por un político que promete resolver todos los problemas de un plumazo que por otro que ofrece "sangre, sudor y lágrimas".

 

Ante quienes piensan que Trump puede trumpezarse antes de tomar el poder o que será depuesto antes de cumplir sus cuatro años de Gobierno o que será derrotado en su intento de reelección en el 2020, hay que señalar que los populistas tienen una enorme capacidad de conquistar el poder y de permanecer en él.

 

Ahí está el caso de Hugo Chávez, que logró su sueño de mantenerse en la Presidencia de Venezuela hasta su muerte y que se las arregló todavía para dejarle el mando a una caricatura a su imagen y semejanza, Nicolás Maduro.

 

Pueden pasar muchos años para que se perciban los problemas que genera el populismo.

 

Quizá Trump no era un candidato culto y educado, pero resultó más listo que sus rivales. Supo manejar los medios de comunicación, y en especial la televisión, mucho mejor que los otros aspirantes republicanos y que Hillary Clinton.

 

Se dio cuenta de que es más popular un candidato que habla directamente a la gente, en un lenguaje común y corriente, aunque cometa errores a cada paso, que uno que cuida sus palabras y busca ser políticamente correcto.

 

Clinton gastó mucho más que Trump en medios, 237.4 millones de dólares hasta el 19 de octubre (Bloomberg).

 

Trump sólo invirtió 68 millones en medios. Sin embargo, logró comunicar su mensaje con mayor claridad y contundencia a un público al que no le importaba mucho si decía mentiras o dislates.

 

Simplemente mantuvo su papel del reality show "The Apprentice" (El Aprendiz) que había protagonizado en NBC.

 

Sus debilidades se convirtieron en fortalezas porque llamaba la atención, mientras que Hillary parecía gris y burocrática. Cada vez que Trump decía en sus mítines: "¿Y qué vamos a construir?" y "¿Quién lo va a pagar?", haciendo que la gente coreara "Un muro" y "México", su popularidad subía no sólo entre los asistentes, sino entre quienes lo veían en la televisión.

 

Trump ha seguido los pasos de una serie de predecesores que demostraron que en la política mediática no importa mucho lo que digas, sino el énfasis con que lo digas.

 

Hitler cautivó a los electores alemanes en la década de 1930, cuando la radio empezaba a dominar, con sus bombásticos discursos que contrastaban con los razonamientos intelectuales de los demás políticos. Hugo Chávez podía no decir nada, pero lo decía con un enorme entusiasmo.

 

Muchos políticos siguen pensando que una campaña es un ejercicio intelectual en el que deben presentarse argumentos sopesados e inteligentes.

 

La experiencia nos dice que, como en cualquier otra actividad que se presenta en los medios, la emotividad es más importante.

 

Los electores no responden a los políticos con el lado izquierdo del cerebro, con la razón y la lógica, sino con el lado derecho, con la emoción.

PRESIONANDO

Trump está presionando a Carrier, fabricante de equipos de aire acondicionado, para que cancele sus planes de mudar una parte de su producción de Indiana a Nuevo León. Da miedo pensar que un Presidente ahora intervendrá de este modo en las decisiones de las empresas.

 

Sergio Sarmiento

www.sergiosarmiento.com


domingo, noviembre 20, 2016

 

Fascista americano ( #PejeGringo)

La portada de Letras Libres de octubre presentaba un acercamiento al rostro rollizo y arrogante de Donald Trump, con un bigotillo recortado en el que se leían dos palabras: fascista americano. Estamos orgullosos de esa portada. Nos repugnan los demagogos que no solo aspiran al poder sino al poder absoluto. Más aún si predican el odio por motivos de raza o religión. Nos recuerdan el Mal absoluto encarnado por Hitler.

 

Es obvio que no solo Hitler encarnó el poder y el Mal absolutos en el siglo XX. También lo encarnaron Lenin, Stalin, Mao, Pol Pot, fanáticos de la ideología que con el aura de una legitimidad revolucionaria sacrificaron, en conjunto, a más personas que Hitler.

 

¿Y qué decir de sus homólogos en América Latina, los sangrientos tiranos que manchan nuestra historia? ¿O los militares genocidas, Pinochet y Videla? Pero en esa galería del horror destacan también nuestros "buenos dictadores", escogidos, ungidos y hasta elegidos por sus pueblos gracias al hechizo de su palabra y al magnetismo de su persona. Dejaron tras de sí un sistema mentiroso, opresivo, empobrecedor y, por desgracia, duradero: el peronismo (esa caricatura del fascismo italiano), el castrismo (ese bolchevismo con palmeras) y el chavismo (caricatura del castrismo, que a su vez engendró al sádico y vulgar Nicolás Maduro).

 

Estos, los amados por el pueblo, son los que más me intrigan (quizá por el tufo hitleriano que despiden). Nunca ha dejado de sorprenderme (y horrorizarme y repugnarme) la voluntad de los pueblos que, a lo largo de la historia, han decidido entregar todo el poder (no delegarlo: cederlo, regalarlo) a una persona supuestamente salvadora, providencial, que promete el cielo en la tierra o la vuelta a la Edad de Oro y lo que provoca es el infierno.

 

Esa extraña sumisión de la masa a los demagogos se dio en Grecia, en Roma, en las ciudades-Estado del Renacimiento, y arrasó con las democracias y las repúblicas. En el siglo XX ocurrió dramáticamente con Mussolini, y sobre todo con Hitler, cuyo odio racial llevó a la hoguera a 60 millones de seres humanos: judíos, rusos, polacos, ingleses, alemanes, gitanos, japoneses, estadounidenses.

 

¿Qué hay detrás de la servidumbre (el hechizo) de los hombres ante el poder personal? Tal vez sea el espejo de la personificación de Dios: la deificación de la persona. O la huella indeleble del monarquismo que predominó por milenios, con sus reyes taumaturgos, crueles o benévolos, que imperaban por derecho divino. O la arquetípica figura del padre protector que perpetúa la infancia de los pueblos y los exime de asumir su destino. O la irresistible atracción por los caudillos medievales o "los grandes hombres" cuya biografía, según Carlyle, no solo es parte de la Historia sino que es La Historia. O la nostalgia de las épocas heroicas, reiterada en la era posmoderna por el culto a los "superhéroes". O algo inefable: el carisma. "La entrega al carisma del demagogo -escribe Max Weber- no ocurre porque lo mande la costumbre o la norma legal, sino porque los hombres creen en él. Y él mismo... vive para su obra".

 

La democracia de Estados Unidos ha sido admirable justamente por haber acotado de raíz el poder absoluto concentrado en una persona. Su división de poderes, la autonomía de sus jueces, sus sagradas libertades cívicas, su pacto federal, sus pesos y contrapesos, integran una prodigiosa maquinaria que ha durado 240 años. Pero increíblemente hoy, con el arribo al poder de Trump, esa democracia está sometida a una prueba sin precedentes: la ambición del demagogo caprichoso e ignorante que buscará, a toda costa, el poder absoluto. No es seguro que lo logre. Pero tampoco es seguro que no. Sesenta millones de personas creen en él y él mismo "vive para su obra".

 

Trump no es Hitler, pero está hecho de su pasta. ¿Aplicará a México las medidas que anunció en su campaña? Probablemente: los demagogos suelen cumplir sus promesas. Ojalá los mexicanos (Estado y sociedad) encontremos maneras de enfrentar legalmente el peligro o, al menos, amortiguarlo.

 

Pero lo que como mexicano me indigna más, es el daño que nos ha hecho ya, avalando el odio racista que es también, por desgracia, característico de Estados Unidos, su mitad oscura, intolerante, cerrada. Ese odio propicia la agresión a nuestros niños en escuelas, campos deportivos, plazas y calles. Haberlo desatado es su aportación al Mal absoluto. No debe haber indulgencia ante lo que ha hecho. Solo la exigencia digna e irreductible de un desagravio.

 

Enrique Krauze

www.enriquekrauze.com.mx


sábado, noviembre 12, 2016

 

Season finale

Escribo esto con un ojo morado y el labio partido. Fui golpeado por la victoria de Trump y me equivoqué en mis estimaciones. Aunque numéricamente el voto popular favoreció a Hillary Clinton, el sistema norteamericano de votación indirecta, por Estado, le dio el triunfo a Trump. Ahora la apuesta es que Trump siga con su perfil de mentiroso crónico y que sus declaraciones incendiarias de campaña resulten también mentiras.

Otra de las razones de su triunfo, en retrospectiva, fue la catalización del Tánatos (dimensión agresiva, opuesta al Eros y que juntas dominan el psique) que se aprecia en varias dimensiones: la inflamación nacionalista (al estilo de la escuela fascista); la unificación tribal que genera el miedo y el odio (directamente del manual Mein Kampf de Hitler); la corriente mundial de repudio hacia el establishment (los de siempre). Quizá la razón toral de su victoria fue el grado de hastío de una gran parte de la sociedad ("Trumpanos" de closet), donde considero que hasta el mismo Trump no se la cree y apenas dimensiona el tamaño de la fibra nerviosa que tocó.

Un factor clave adicional fue la exagerada cobertura de medios. Un estudio de Harvard Kennedy School, a través de Shorestain Center, asegura que la cobertura en medios es el aspecto de mayor peso en determinar el triunfo de un candidato. El estudio concluye que "Trump es el primer candidato relevante producido por los medios".

En un país que desde Hollywood manufactura celebridades, que lanza al estrellato a nuevos héroes y crea nuevas mitologías, donde imperan las Karda-shian con su inexplicable y vana fama, emerge una nueva y controversial figura.

Trump se convirtió en entretenimiento. El morbo y el estilo caricaturesco de un tipo de pelo naranja, peinado de una manera curiosa, con movimientos de manos chistosos, lo convirtieron en un personaje con utilidad noticiosa: "vamos a ver qué dice/hace este loco... jajaja". Susto: ya es presidente electo.

Trump fue creado y alimentado por los medios que vieron sus ratings crecer. Había que explotarlo. Además, traía en el paquete a la sexy esposa modelo y a sus anexados hijos fresas emulando a una monarquía europea. Para completar el cuadro estelar, le rondan Giuliani y Gingrich, un par de veteranos con cara de malos.

Llegó por fin el cierre de la 1era. temporada de Reality TV "Quiero ser Presidente". Hubo de todo: odio, venganzas, golpes bajos, sexo, complots, el FBI, así como los arquetípicos enfrentamientos entre el bien y el mal, ricos vs. pobres, una tribu vs. otra, y hasta la clásica lucha entre religiones. No hay muchos guionistas capaces de crear una trama como la que vimos y ni González Iñárritu, Cuarón o J.J. Abrams, hubieran podido orquestar una producción de esta magnitud.

Por lo pronto ya se concibieron cuatro temporadas más, a una por año. House of Cards parece rosita comparado con este drama de la vida real. Pareciera que la industria del entretenimiento y la fuga de atención es el bálsamo adecuado para un sistema capitalista opresivo, quizá decadente.

Finalmente, quiero clarificar como mexicano: no es que lleguen inmigrantes, es que les dan trabajo. No es que lleguen las drogas, es que las compran y las consumen. No es que nos "robemos" los trabajos a los norteamericanos, es que nos subcontratan para que ellos paguen precios más bajos. Somos un planeta irremediablemente vinculado y tampoco "América" puede ser grande si es xenofóbica y temerosa.

Por nuestra parte, no es que dependamos de Estados Unidos, es que no hemos aprendido a depender de nosotros mismos.

Horacio Marchand

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