domingo, agosto 30, 2015

 

La nueva complejidad

En una de sus memorables intervenciones en la escalada hacia la invasión de Irak, Donald Rumsfeld argumentó que "hay cosas conocidas que se conocen, hay cosas que sabemos que sabemos, y hay cosas conocidas que no conocemos, es decir, cosas que sabemos que no sabemos. Pero también hay cosas que no sabemos que no sabemos".

 

Aunque parezca trabalenguas, el entonces Secretario de Defensa de EU exponía una realidad para cualquiera que se aventurara hacia tierras y circunstancias desconocidas. Los gobernantes, empresarios e inversionistas enfrentan estos problemas de manera cotidiana porque nunca es factible tener toda la película de lo que vendrá.

 

Esa incertidumbre se ha agravado de manera dramática en los últimos años.

 

Aunque comienza a despertar, la economía europea experimenta tiempos aciagos; Estados Unidos amenaza con entrar en la etapa descendente de su ciclo económico y China parece, finalmente, darle la razón a los Casandras con tasas menores de crecimiento.

 

Los precios del petróleo, el fortalecimiento del dólar y el agravamiento del peso luego de la fallida Ronda Uno y el creciente déficit fiscal no han hecho sino enturbiar un panorama ya de por sí nublado.

 

Cada uno de estos temas entraña su propia complejidad, pero es la combinación la que preocupa y provoca enorme incertidumbre. También explica la combinación de temor y desconfianza que caracterizan al País en estos momentos. El único que parece no notarlo es el Gobierno.

 

En su libro "Mass Flourishing", Edmund Phelps argumenta que el entorno favorable a la innovación fue el detonador del crecimiento económico a partir del siglo 19. Esta tesis, similar a la de Deirdre McCloskey en "Dignidad Burguesa", implica que donde existe un entorno de aprecio social y apoyo a los creadores e innovadores la economía prospera.

 

Me pregunto: ¿qué ha hecho el Gobierno actual ya no para promover la innovación, algo complejo en sí mismo, sino al menos para generar un entorno de confianza para el empresariado nacional y para potenciales innovadores futuros? No cabe ni la menor duda que la devaluación del peso responde a factores externos, pero es absurdo ignorar los internos que la agravan por minuto.

 

Por su parte, Carles Boix argumenta en "Orden Político y Desigualdad" que al experimentar cambios tecnológicos, las sociedades de agricultura primitiva experimentaron cambios sociales que produjeron resultados políticos distintos.

 

Quienes se beneficiaron o supieron aprovechar las nuevas tecnologías fueron los "productores", que evolucionaron hacia la construcción de regímenes políticos que hoy llamaríamos republicanos, con líderes electos, una asamblea legislativa y un sistema de gobierno que los protegiera de los perdedores.

 

Ahí donde triunfaron los productores, como en muchas ciudades griegas y las ciudades-estado de Europa, la sociedad acabó privilegiando el crecimiento económico, la productividad y la competencia.

 

Quienes quedaron en desventaja y perdieron frente a los productores -Boix los llama pilladores- se dedicaron a pelearse por las migajas, creando un entorno hobbesiano de inseguridad, lo que llevó a preferir gobiernos monárquicos o dictatoriales que protegiesen el statu quo, obligaran a los productores y al Gobierno mismo a proveer comida, trabajo e ingreso y garantizaran la existencia de mecanismos defensivos y de protección para los perdedores.

 

Las sociedades en que ganan los pilladores propician tasas menores de crecimiento y el florecimiento de sistemas de privilegios que distorsionan la competencia, impiden la innovación y el cambio tecnológico. En México no hay duda de que los pilladores siempre gozan del apoyo gubernamental.

 

Estas consideraciones históricas son relevantes porque muestran que las fuentes de estancamiento y vulnerabilidad no son nuevas. La incertidumbre internacional no puede esconder la enorme desconfianza que ha procreado este Gobierno y sus malas decisiones y ayuda a entender las fuentes de nuestro estancamiento y la vulnerabilidad en que se encuentra el País frente a la incertidumbre que caracteriza al mundo en estos días.

 

¿Competir e innovar o proteger y preservar? ¿Buscar elevar la productividad o elevar el salario por decreto? El deterioro es creciente; el súbito cambio de tendencia en la depreciación del peso debería llevarnos a todos a reconocer que lo que está de por medio es el desarrollo del País: la confianza, corazón del desarrollo, ignorada los tres años pasados. En contraste con la alocución de Rumsfeld, las causas de nuestra situación son perfectamente conocidas.

 

Luis Rubio

www.cidac.org

http://www.elnorte.com/aplicaciones/editoriales/editorial.aspx?id=70282


 

Las conversiones de Bartra

En la variada fauna de la vida intelectual mexicana, Roger Bartra es una rara avis, no tanto por su mirada aquilina, sino por su heterodoxia.

 

No se parece a los que mudaron las verdades supuestamente inmutables del marxismo (en sus diversas vertientes: rusa, china, cubana, trotskista, guevarista, etc.) por el neoindigenismo, el neozapatismo o el chavismo.

 

Tampoco se parece a los que súbitamente, sin ofrecer explicaciones, como quien muda de ropa, cambiaron sus convicciones revolucionarias por las democráticas: son los que apuestan por la amnesia moral, por la autobiografía retocada.

 

Y menos aún se parece a los militantes de la cohorte mayor, la del nacional-populismo, tan o más dogmático que las ideologías predominantes antes de la caída del Muro de Berlín.

 

En un proceso largo y solitario, Bartra desechó lo que era objetiva e históricamente falso, inadmisible e inhabitable en la matriz marxista y se quedó con sus contenidos perdurables. No se volvió liberal, pero dialoga con los liberales y reivindica las raíces liberales del propio Marx (aun del Marx posterior al "Manifiesto Comunista").

 

Se volvió demócrata, pero no de manera superficial u oportunista, sino valorando la historia de la democracia y mirando de frente la estela de sangre que su antigua fe dejó a su paso. Al mismo tiempo sigue siendo un hombre de izquierda. ¿Cómo ocurrió su enmienda intelectual? La clave se resume en una palabra: pluralidad. Bartra festeja la pluralidad del mundo.

 

La otredad -puerta a la pluralidad- es su única patria. Aunque nació en México en 1942, siempre ha sido un transterrado, como lo fueron sus padres: escritores errantes entre lugares, instituciones e idiomas.

 

Bertrand Russell decía que la mejor manera de combatir (convertir) a un fanático es incitarlo a viajar. Bartra, el sociólogo cosmopolita, es la prueba viva de esa verdad: un catalán que escapó de la "jaula de la melancolía" (catalana) para integrarse, "ligero de equipaje", a diversas capitales académicas: México, Nueva York, Barcelona, París, Londres.

 

Una de esas estaciones, breve, pero decisiva, fue Venezuela. Entre 1967 y 1968 Bartra fue profesor de la Universidad de los Andes. Después de casi 150 años de Gobiernos dictatoriales, Venezuela gozaba de un inusitado desarrollo social y económico en el marco de una absoluta libertad política.

 

Desde 1963, alentados y entrenados por Castro, varios guerrilleros venezolanos habían intentado subvertir aquel orden para instaurar un régimen comunista. Hacia 1967 la mayoría se había convencido de la vía democrática. Recordando esa experiencia, Bartra ha afirmado: "Pude comprobar que la democracia era una alternativa viable y muy deseable en países subdesarrollados...".

 

Lo conocí en 1980 y desde entonces atestigüé su camino (inverso) de Damasco. Ese año Bartra tuvo la iniciativa de invitar a Octavio Paz a la UNAM, no para lincharlo, sino para debatir con él sobre la crisis del "socialismo real".

 

En 1984, para alarma de sus ortodoxos pares, admitió la exactitud de la profecía orwelliana en el universo socialista (incluida Cuba). Que yo recuerde, Bartra no se rasgó las vestiduras con la caída del Muro de Berlín, la desaparición de la URSS o la adopción del capitalismo de Estado en China. En el caso mexicano, celebró el tránsito a la democracia. Ahora dialoga con independencia, naturalidad y respeto con todos los actores políticos e intelectuales.

 

Le preocupa, sobre todo, la consolidación de una izquierda moderna. ¿Por qué no se ha logrado? La trayectoria de Bartra prueba que es menos difícil asumir los valores de la democracia desde la tradición marxista (al fin y al cabo un corpus racional) que desde el nacionalismo revolucionario (emotivo, mítico y casi religioso) que analizó críticamente en su famoso libro "La Jaula de la Melancolía".

 

En el México de estos años, esa ideología ha derivado en un populismo dogmático, intolerante, maniqueo, proclive a un culto de la personalidad desconocido entre nosotros. Bartra lo ha criticado con valentía y lucidez.

 

Lo obsesiona el tema de la conversión. El converso -escribe- es un "ego poseído por el demonio de la certidumbre, dispuesto a sacrificarse él mismo y a sacrificar a los demás".

 

Pero hubo un converso -el filósofo danés Søren Kierkegaard- que siendo "profundamente religioso... se alzó contra la Iglesia danesa y se reveló como un pensador abierto, no exento de dogmatismo". Un converso de la conversión. Como el propio Bartra, que nos debe y se debe un libro: su autobiografía.

 

Enrique Krauze

http://www.elnorte.com/aplicaciones/editoriales/editorial.aspx?id=70279


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